Editorial:

Trata de niños

El diario bonaerense Página 12 lo ha documentado de forma contundente. La dictadura militar argentina (1976-1983) no sólo hizo desaparecer a miles de presuntos opositores, sino que organizó una desalmada trata de niños con los huérfanos -casi siempre, recién nacidos y blanquitos- de la represión militar, entregándolos como un aguinaldo de maternidad frustrada a los servidores del régimen. La justicia argentina, que ya había procesado a diversos jerarcas de la Armada por esta causa, acaba de ordenar, por la misma razón, la detención de nueve suboficiales, y uno de ellos, que está fugado pero qu...

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El diario bonaerense Página 12 lo ha documentado de forma contundente. La dictadura militar argentina (1976-1983) no sólo hizo desaparecer a miles de presuntos opositores, sino que organizó una desalmada trata de niños con los huérfanos -casi siempre, recién nacidos y blanquitos- de la represión militar, entregándolos como un aguinaldo de maternidad frustrada a los servidores del régimen. La justicia argentina, que ya había procesado a diversos jerarcas de la Armada por esta causa, acaba de ordenar, por la misma razón, la detención de nueve suboficiales, y uno de ellos, que está fugado pero que dice que va a entregarse, corrobora ya en declaraciones de prensa lo peor de tales acusaciones.Al término de la dictadura se juzgó y condenó a sus máximos responsables -entre ellos, el presidente de la Junta, general Videla-, pero el peronista Carlos Menem los indultó en 1990. Los delitos por los que se persigue hoy a los militares no se hallan, sin embargo, cubiertos por ese borrón y cuenta nueva, y nada hace suponer que la justicia no pueda cumplir con su obligación hasta sus últimas consecuencias.

Paralelamente, el juez Garzón dictó el pasado 30 de diciembre orden de captura internacional contra 47 militares y policías y un civil argentinos acusados de genocidio y torturas. Bajo la presidencia, recién inaugurada, del radical Fernando de la Rúa no se ha archivado, como se hizo con una requisitoria anterior.

Lo cierto es que, a diferencia de lo sucedido en Chile, la judicatura argentina no ha necesitado ningún acicate externo para ponerse en marcha, primero, para condenar a varios de los criminales uniformados, y luego, para aprovechar todas las oportunidades legales de sortear la maniobra exculpatoria de Menem. Aunque se acabe rechazando la orden de Garzón, es importante apoyar hoy, en cualquier caso, la actuación de la justicia argentina, sin duda la primera interesada en que los culpables sufran la sanción debida.

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