47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Madeleine Stowe presenta una película impropia de un festival

Fue la de ayer otra jornada de transición en Zabaltegi, donde aún no ha aparecido el filme que pueda concitar las adhesiones de crítica, público y jurado. Una interesante aunque humilde coproducción germano-finlandesa, Downhill City, del debutante Hannu Salonen, compartió cartel con la más bien prescindible película holandesa Somberman's actie, de Casper Verbrugge, mientras el pequeño escándalo estético del día lo protagonizó la impresentable programación de un filme descaradamente comercial, La hija del general, del británico Simon West, que ni siquiera la impresionante presencia de una de su...

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Fue la de ayer otra jornada de transición en Zabaltegi, donde aún no ha aparecido el filme que pueda concitar las adhesiones de crítica, público y jurado. Una interesante aunque humilde coproducción germano-finlandesa, Downhill City, del debutante Hannu Salonen, compartió cartel con la más bien prescindible película holandesa Somberman's actie, de Casper Verbrugge, mientras el pequeño escándalo estético del día lo protagonizó la impresentable programación de un filme descaradamente comercial, La hija del general, del británico Simon West, que ni siquiera la impresionante presencia de una de sus protagonistas, la bella Madeleine Stowe, salvó de la quema.La hija del general es un thriller sensacionalista que, en manos del director de esa estulticia llamada Con Air, adquiere características de vacua maquinaria recaudadora; a no dudar que así se comportará en la taquilla, porque le ayuda casi todo: un elenco impresionante, un tema fuerte y un tratamiento genérico clásico.

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El guión, que firma, entre otros, el solvente William Goldman, abunda en situaciones chocantes, la más impresionante de las cuales es la que sostiene toda la carpintería dramática del filme, una violación múltiple que tiene lugar en una academia militar contra la hija del general del título. Dos detectives, Stowe y John Travolta, se encargarán de dilucidar la verdad, que se abre paso tras hora y tres cuartos de sorpresas múltiples y efectistas planos de choque. Y en el fondo de todo se esconde una loa a la institución militar agazapada entre los pliegues de una supuesta denuncia al machismo y las vejaciones que sufren las mujeres -un tema candente en estos días en la prensa estadounidense-. Nada que ver con otra película con la que, a priori, tiene más que evidentes vínculos comunes, como es la habitualmente incomprendida Algunos hombres buenos, de Rob Reiner.

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