47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Nixon, carajillos y ocho años de estudio de historia de España

Bigas Luna pidió ayer, desesperado, unas entradas para la proyección de su película en el Kursaal. Agotadas ("de lo cual me alegro", dijo), no tenía forma de que sus hijas y sus respectivos novios vieran la proyección oficial de Volaverunt. "Querían darme una sorpresa y ahora no quiero que esto termine en conflicto familiar". El cineasta catalán presentó, junto a sus actores, su película sobre las intrigas y pasiones de la corte española de finales del siglo XVIII y principios del XIX.Junto a Luna viajaron a San Sebastián los intérpretes del filme (Aitana Sánchez-Gijón, Jorge Perugorría, Penél...

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Bigas Luna pidió ayer, desesperado, unas entradas para la proyección de su película en el Kursaal. Agotadas ("de lo cual me alegro", dijo), no tenía forma de que sus hijas y sus respectivos novios vieran la proyección oficial de Volaverunt. "Querían darme una sorpresa y ahora no quiero que esto termine en conflicto familiar". El cineasta catalán presentó, junto a sus actores, su película sobre las intrigas y pasiones de la corte española de finales del siglo XVIII y principios del XIX.Junto a Luna viajaron a San Sebastián los intérpretes del filme (Aitana Sánchez-Gijón, Jorge Perugorría, Penélope Cruz y Jordi Mollá) y su productora, Mate Cantero. Luna explicó que durante ocho años se ha documentado sobre el periodo de la historia de España en el que transcurre el filme. "Soy un cotilla", aseguró. También insistió en sus "conocidas" obsesiones por el sexo ("como soy muy poético, me gusta hablar de hacer el amor y no de follar") y la comida. El director hizo un alegato sobre los pros y contras del carajillo: "A mí me gusta, pero a los paletas les trae más de un problema".

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Sobre la construcción de los personajes, Jordi Mollá explicó cómo para interpretar a Godoy no sólo había leído varios libros, sino que había visto muchas cintas de vídeo de políticos y financieros. "Las tenía siempre puestas mientras preparaba el papel. Me fijé en la espalda de Nixon, en su complexión. También en un gesto determinado, al reírse, de Mario Conde. Recorté fotos de los periódicos para recordar su manera de apretar la mano, sus tics y cómo parecen ocultar siempre lo que pasa por sus cabezas. Tenía claro que de Godoy no tengo nada".

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