Tribuna:

Una admirable apropiación

La controvertida segunda edición del festival malagueño ha echado a andar de la mejor manera posible: confiando en el talento del director Arturo Ripstein, la guionista Paz Alicia Garcíadiego y los actores Fernando Luján, Marisa Paredes y Salma Hayek para poner el listón de la calidad bien alto. Proyectada recientemente en el Festival de Cannes, con estreno previsto para el próximo viernes 4 de junio, y aquí fuera de concurso, El coronel no tienen quien le escriba es bastante más que una adaptación lograda de la corta, ejemplar novela de Gabriel García Márquez: es un modelo de admirable apropi...

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La controvertida segunda edición del festival malagueño ha echado a andar de la mejor manera posible: confiando en el talento del director Arturo Ripstein, la guionista Paz Alicia Garcíadiego y los actores Fernando Luján, Marisa Paredes y Salma Hayek para poner el listón de la calidad bien alto. Proyectada recientemente en el Festival de Cannes, con estreno previsto para el próximo viernes 4 de junio, y aquí fuera de concurso, El coronel no tienen quien le escriba es bastante más que una adaptación lograda de la corta, ejemplar novela de Gabriel García Márquez: es un modelo de admirable apropiación de una materia narrativa ajena para, sin traicionarla nunca, aunque cambiando de escenarios y situaciones, añadiéndole incluso nuevos personajes, insuflarle vida propia, una nueva dimensión áurea en la pantalla. Y de paso, para convertirla en la mejor adaptación jamás hecha de una obra del colombiano, generalmente maltratado en el cine por propios y extraños... incluido él mismo.Ya habrá ocasión de volver sobre el filme, aunque vaya por delante que su rico tejido textual se orienta, por una parte, hacia la explicación de un extremo caso de amor propio, de convicción profunda maltratada por el paso victorioso de la historia escrita día a día por otros. Por la otra, dota a la conocida narración -un coronel que vegeta esperando inútilmente durante décadas que le envíen su sueldo, junto a una esposa enferma y un gallo que es, a la vez, el símbolo de resistencia contra el infortunio y el recordatorio del papel que el ave jugó en la muerte del único hijo de la pareja- de una dimensión simbólica pregnante, extraordinaria, en la cual cada objeto es a un tiempo algo y su trascendencia, el paso de la materialidad al símbolo. Y es, sobre todo, un soberbio ejercicio de escritura: desde el guión de Garcíadiego, y en su plasmación en el encuadre, de ese maestro en vena que es Ripstein. El listón está alto: veremos cómo sigue en los días venideros.

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