Tribuna:DESAPARECE UN PIONERO DE LA ALIMENTACIÓN EQUILIBRADA

Paco Grande

Respecto de Francisco Grande Covián diré lo que más de una vez he tenido que decir en los últimos años: Con él, todos los españoles hemos perdido un gran hombre de ciencia; y yo, no sólo como español, también como persona, un antiguo y verdadero amigo. Le conocí poco después de terminada la guerra civil, cuando él reanudaba junto a Carlos Jiménez Díaz su entonces amenazada carrera científica, y por encargo de sus amigos y compañeros de trabajo tuve el honor de expresar la alegría de todos en el homenaje público que se le tributó, con motivo de la honrosa distinción que acababa de recibir: Ser ...

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Respecto de Francisco Grande Covián diré lo que más de una vez he tenido que decir en los últimos años: Con él, todos los españoles hemos perdido un gran hombre de ciencia; y yo, no sólo como español, también como persona, un antiguo y verdadero amigo. Le conocí poco después de terminada la guerra civil, cuando él reanudaba junto a Carlos Jiménez Díaz su entonces amenazada carrera científica, y por encargo de sus amigos y compañeros de trabajo tuve el honor de expresar la alegría de todos en el homenaje público que se le tributó, con motivo de la honrosa distinción que acababa de recibir: Ser miembro de la Physiological Society de Londres. Sucedió esto, si no me falla la memoria, en 1947, y desde entonces hasta su muerte, a través de distancias, silencios y encuentros, ha ido creciendo y acendrándose nuestra amistad.Otros hablarán de su obra científica, internacionalmente tan estimada. Sólo de pasada quiero mencionar, en relación a ella, sus extraordinarias dotes de expositor. Ante sus alumnos o ante un auditorio de personas deseosas de saber, pocos, poquísimos docentes he conocido tan eminentes en la llana y clara comunicación de las verdades tocantes a la disciplina a que él consagró su vida y su talento. ¡Y pensar que la Facultad de Medicina de Madrid perdió la ocasión de tenerle con ella durante los últimos 20 años de su vida académica!

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Y bajo el científico y, el docente, la persona. Con especial eminencia pertenecía Paco Grande -así le llamábamos sus amigos- al reducido grupo de individuos que yo, creo que desde el acto de homenaje a que antes me he referido, he propuesto denominar acólicos, hombres sin hiel. Personas cuya jovialidad no se manifiesta únicamente en los trances alegres de la vida -nada más fácil en ellos que ser acólico- sino incluso cuando le hacen a uno eso que los españoles llamamos "una mala faena". Algunas le hicieron a él, y su respuesta nunca fue uno de los insultos que tan pródigamente ofrece nuestro lenguaje coloquial, nunca pasó de una frase irónica y jovial.

Así era la persona que como español y como amigo acabo de perder.

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