Tribuna:

Los negros

¿Son guapos los negros? (Escribo esta columna primordialmente para blancos, aunque no pediré a mis negros potenciales que la lean con máscara blanca, como recomendaba Genet para mantener la hipotética homogeneidad del público en las representaciones de su obra Les nègres). El cine, la canción, los mundos de la moda y hasta el altar de la ópera están poblados de hermosos rostros de color, que han dado al siglo XX una tintura artística moteada imposible en los cánones estéticos del siglo anterior. ¿Traerá el XXI un verdadero mestizaje social, sexual, racial, que haga innecesaria en el fut...

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¿Son guapos los negros? (Escribo esta columna primordialmente para blancos, aunque no pediré a mis negros potenciales que la lean con máscara blanca, como recomendaba Genet para mantener la hipotética homogeneidad del público en las representaciones de su obra Les nègres). El cine, la canción, los mundos de la moda y hasta el altar de la ópera están poblados de hermosos rostros de color, que han dado al siglo XX una tintura artística moteada imposible en los cánones estéticos del siglo anterior. ¿Traerá el XXI un verdadero mestizaje social, sexual, racial, que haga innecesaria en el futuro mi simple pregunta inicial?Cuando un negro bate un récord del baloncesto o una negra hace temblar la pasarela con sus piernas, lo que nosotros percibimos es un estereotipo. Los negros más payasos (él minstrel o ministril de rostro embetunado), las negras de oscura voz para el spiritual, el negro que se hace el amo de la pista. Héroes, si se quiere, y hasta superhombres, con toda la nube mítica que una identificación tan excepcional conlleva, hasta poder convertirse en causa de recelo o amenaza. Incluso en un caso como el de Clarence Thomas, en el que los protagonistas eran negros de la magistratura y no del espectáculo, una frecuente especulación fue la hipersexualidad del juez, que le habría arrastrado a las ostentaciones de virilidad rampante que Anita Hill denunciaba. El priapismo no es un humanismo.

Ahora empieza el juicio del ex futbolista O. J. Simpson, acusado con verosimilitud de un doble crimen, y las reacciones de la sociedad americana han sido desde un principio curiosamente benignas, yo diría que no sólo por simpatía al campeón de tantos partidos. De la naturaleza mercuarial de ciertas etnias se espera todo, y mucho se disculpa si sus miembros son guapos, ricos y famosos. (El problema negro no se ve igual en los Estados Unidos, con su alta población de color, ni en la Cada día más multiétnica Gran Bretaña, que en nuestra España blanca o a lo sumo morena clara).

Dos recientes acontecimientos norteramericanos llaman la atención. El museo Witney de Nueva York ha montado (hasta el 5 de marzo) una gran exposición, Macho negro: representaciones de la masculinidad en el arte americano con temporáneo, que, con un desgraciado predominio de la moderna quincalla neoconceptual, presenta lo que su título su giere. Uno de los pocos artistas. de interés es el fotógrafo negro Ashton Harris, que responde a las archisexuadas fotos de negrosde Mapplethorpe, también exhibidas (y prototipos, a mi juicio, de lo que Genet llamó "negros fantasmáticos de seados por los blancos"). La réplica de Harris son unos auto rretratos gigantes que subrayan precisamente, el cliché; coro nando la musculatura de acero, un pelucón rubio, sobre el viril cuerpo aceitado, el tutú de la bailarina. Pero coincidiendo con la muestra del Whitney, una gran noticia periodística: el rostro de la campaña de invierno de la famosa firma de ropa Ralph Lauren es Tyson Beckford, un modelo de belleza acendradamente negra y no, según la norma habitual de la publicidad americana con gente de color, "alguien poco oscuro de piel, de nariz recta, labios finos y pelo retocado", como señalaba The New York Times. Una de las primeras en celebrar la noticia fue miss Golden, comisaria de Macho negro: "Tyson parece un hermano o un vecino, y tiene algo tan ultrarreal".

Jean Genet, acabemos con él después de citarle tanto, fue un radical del negro (sus campanas con los Panteras Negras hicieron mucha literatura). En Les nègres el protagonista negro se dirige al público (de blancos) para que no teman la penetración de la payasada escénica (negra) en sus vidas: "La distancia que nos separa, original, la aumentaremos con nuestro boato, nuestros modales, nuestra insolencia". Son las tesis del Witney: sólo el artista, negro dará una imagen fiel del negro. Son los receptos de nuestra estrecha radicalidad actual: sólo la mujer salvará a la mujer, sólo el gay luchará por el gay, sólo el musulmán defenderá al bosnio. Pero ¿quién salvará en un país de blancos a la senegalesa que no vende pañuelos en el metro o al marroquí oscuro, nada guapo por cierto, que ayer vi identificado por los municipales en el suelo de la Puerta del Sol?

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