Tomó el dínero y se fue
Vitor llegó al Madrid como una estrella y se despidió ayer como un fracasado
La plantilla se reunió en el vestuario después del entrenamiento. Manolo Sanchis llamó al orden y se hizo el silencio. Claudemir Vitor logró ser al menos por unos minutos la estrella del equipo. Era el homenaje a modo de despedida que sus compañeros del Madrid le ofrecían. Sanchis, tras unas breves palabras, le entregó una placa con las firmas impresas de todos. Sonaron los aplausos y cuentan que Vitor se emocionó. "Lo mejor que dejo en España son mis compañeros", explicó. De Floro no quiso ni hablar.Aseguran quienes han convivido con él en estos pocos meses que Vitor es "un buen chaval, muy introvertido y tan callado que podría pasar por mudo". A este carácter tan apocado achacan muchos su fracaso. Cuando llegó en los últimos días del mes de julio no entendía nada: ni el idoma, ni el sistema, ni lo que se esperaba de él. Por si fuera poco venía arrastrando una lesión en la rodilla que puso aún las cosas más difíciles. Su físico, 1,79 metros de estatura y 74 kilogramos de peso, y sus antecedentes invitaban a pensar que el Madrid, pese a todo, había hecho un buen fichaje.
Vitor tenía buenos padrinos. Uno de ellos Telé Santana, su entrenador, le avaló: "Es un lateral muy joven, que apenas lleva un año como titular indiscutible del Sao Paulo y ya se ha consolidado como uno de los mejores jugadores del Brasil en su demarcación. Es luchador, rápido, tiene facilidad para sumarse al ataque y recupera rápidamente su posición defensiva. Posee muy buen tiro y en líneas generales creo que responde perfectamente al modelo de lateral moderno". Si Vitor es así nadie lo ha podido comprobar en el Madrid.
La afición madridista lo aclamó en el Trofeo Bernabéu, que fue su presentación oficial, y arremetió contra él días después. Vitor se convirtió en el responsable oficial para la afición de la derrota ante el Valladolid. No pudo con la losa. Dramatizó sus problemas físicos y comenzó a recluirse más en sí mismo.
De su casa al gimnasio y del gimnasio a su casa. Así transcurrían sus días. Tan sólo en alguna ocasión una salida con Luis Fernando, otro jugador brasileño presentado como Maradona y que juega ahora en el filial. Pero si Vitor tuviera que recordar algún día especial fue aquel en que después de un partido Sanchis, Butragueño y Jaro con sus mujeres le invitaron a él y a su novia a cenar.
Claudemir presume de ser otro después de haber aceptado a Dios al que dice llegó a través de los Atletas de Cristo: "De estar siempre nervioso e irritado me transformé en un jugador tranquilo, que no protesta". Pero en Madrid perdió la paciencia.
Unas desafortunadas y posteriormente negadas afirmaciones de Ramón Mendoza, en una conferencia, acabaron con sus normas cristianas. Y ante la acusación de que era "una castaña" saltó. "Si me pagan, mañana mismo me voy", protestó. Al final le adelantaron dos millones y se calló. Ni tan siquiera tuvo suerte en eso. Días después un falso intermediario se los timó.
El Madrid llegó al acuerdo de que le pagaría 12 millones por su contrato y 300.000 pesetas mensuales. Ayer, Vitor tomó el dinero y se marchó. Cuentan que su despedida en el vestuario fue la más emotiva que se recuerda. Hasta en eso Vítor ha sido distinto.
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