Ajos rasgados

Las importaciones masivas de ajos chinos ponen en peligro el tradicional modo de vida de la localidad conquense de Las Pedroñeras

"Ahora, cuando tengo pesadillas, sueño con los chinos", comenta Alberto, en tono de sor na, aunque visiblemente irrita do. Y su preocupación no es para menos. Alberto, productor de ajos de Castilla La Mancha, ha visto cómo, además de tener que enfrentarse a las vicisitudes de la meteorología, le ha surgido ahora un nuevo ene migo para su subsistencia: los ajos importados de China. La llegada al mercado de los ajos orientales ha puesto en tela de juicio el modo de vida de las más de 500.000 personas de la comunidad que viven del cultivo de este vegetal. La mitad de la producción nacional...

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"Ahora, cuando tengo pesadillas, sueño con los chinos", comenta Alberto, en tono de sor na, aunque visiblemente irrita do. Y su preocupación no es para menos. Alberto, productor de ajos de Castilla La Mancha, ha visto cómo, además de tener que enfrentarse a las vicisitudes de la meteorología, le ha surgido ahora un nuevo ene migo para su subsistencia: los ajos importados de China. La llegada al mercado de los ajos orientales ha puesto en tela de juicio el modo de vida de las más de 500.000 personas de la comunidad que viven del cultivo de este vegetal. La mitad de la producción nacional, y el 3-0% de la comunitaria, proviene de Castilla La Mancha.

Está vd. en la capital del ajo. No sólo lo anuncia el cartel a la entrada del pueblo, sino también el ligero olor que invade toda la localidad conquense de Las Pedroñeras, centro neurálgico de la producción española de ajos. Los más de 6.500 habitantes del pueblo viven todos, directa o indirectamente, de lo que solían llamar el oro blanco. "Es la única fuente de trabajo de toda la comarca", explica Rafael Ruiz, su alcalde.

"El padre de mi padre era productor, mi padre también lo es y yo estoy empezando a producir". Antonio ayudaba a su padre cuando tenía 12 años. Dejó sus estudios después de la escuela primaria y ahora, a los 21 años, tiene a su cargo una fanega (1,5 hectáreas) para que aprenda a producir de forma autónoma.

El ejemplo de Antonio no es un caso aislado. Las Pedroñeras es uno de los escasos pueblos agrícolas que aún cuentan con una gran cantidad de jóvenes y, lo que es más, la mayoría de ellos están dispuestos a perpetuar 14 tradición. de sus ancestros. "Yo quiero cultivar ajos, casarme y vivir aquí", comenta Juan Julián, de 20 años.

El 'oro blanco'

Y es que, hasta hace un año, la producción de ajos había hecho de Las Pedroñeras un pueblo próspero: "unos años mejor y otros peor, como tiene que ser el campo; pero siempre hemos ido hacia arriba", recuerda Juan José, un pensionista de 63 años. Eran los tiempos del oro blanco. Los ajos de Las Pedroñeras, destinados a la exportación, sobre todo a Brasil y a Asia, copaban gran parte del mercado mundial.

Todo eso era válido hasta hace un año: la importación de cantidades masivas de ajos chinos ha venido a trastocar las costumbres y la prosperidad de la comarca. Los ajos orientales, mucho más baratos por sus bajos costes de explotación, se han hecho con la supremacía del mercado internacional. Los productores castellano-manchegos se han encontrado con que nadie les compra su cose cha si no reducen sus precios hasta los niveles chinos. "Es imposible competir con los precios chinos, que son como mínimo un 30% inferiores a los nuestros", dicen todos los productores. Entre el arrendamiento del terreno, los jornaleros, el regadío y los demás gastos de explotación, el agricultor tiene que invertir unas 500,000 pesetas por cada hectárea que cultiva. La superficie media de cultivo ronda las cuatro hectáreas, por lo que cada agricultor tiene que gastarse todos los años dos millones para obtener 24.000 kilos de ajos.

El consenso es menor cuando se habla de las posibles soluciones: algunos hablan de reducir los costes de explotación, otros, de conseguir la denominación de origen, pero la mayoría se inclina por recurrir- a la protección de la Administración, especialmente la comunitaria. Viendo cómo los mercados mundiales se les cierran tras el paso de los chinos, los productores españoles cifran todas sus esperanzas en vender a la CE.

En señal reivindicativa, el pasado jueves, cerca de 3.000 personas de la comarca se concentraron en Las Pedroñeras. Ese mismo día, el Gobierno español se comprometió a solicitar a la CE una cláusula de salvaguardia que prohiba la importación de ajos chinos. "Lo de la claúsula es sólo una medida coyuntural, pensamos ir mucho más lejos", declaraba uno de los organizadores de la protesta, que quiere conseguir que la CE garantice una renta mínima por su producción.

La posibilidad d e establecer una denominación de origen para la producción de la zona no entusiasma a muchos agricultores. "Encarecería el producto y no es seguro que el consumidor esté dispuesto a distinguir la diferencia de calidad", declaran. Pero es que, ademas, muchos agricultores de Las Pedroñeras han establecido cultivos en Córdoba y en Marruecos que luego se comercializan como si provinieran de la comarca conquense. ¿Qué ventajas tiene producir allí? "En Córdoba se recoge el ajo con un poco de antelación, por lo que puedes llegar al mercado antes que los chinos, y en Marruecos, te cuesta menos dinero producirlo", explica Andrés.

Pero lo más paradójico del problema radica en que son algunos de esos mismos productores, dedicados también a la comercialización, los que han propiciado las dificultades de la región. "Hay algunos que llevan un par de años forrándose importando sin licencia ajo chino y vendiéndolo como si fuera de aquí". Son muchos los que lo comentan por lo bajo, pero nadie quiere acusar. El ayuntamiento se niega a hacer ningún comentario al respecto. "Se están tirando piedras sobre su propio tejado", dice un agricultor. "Aunque, la verdad, a esos sólo les importa el dinero", termina por matizar.

Un futuro sombrío

¿Tiene futuro la producción de ajos en la región? Varios muestran su pesimismo. Joaquín, de 49 años, no cree que pueda subsistir del ajo más de cinco años. Ya ha mandado a dos de sus tres hijos a trabajar a la ciudad, lejos del campo. "El que más me preocupa es el pequeño, de ocho años. Como esto siga así, no sé cómo le voy a poder mantener", dice.

El alcalde se muestra, sin embargo, optimista. "Podemos salir adelante si, además de producir, nos preocupamos por saber cómo vender", dice. Para ello, el ayuntamiento está creando un polígono industrial en el que tendría cabida una fábrica para la transformación del ajo, lo que contribuiría a adaptar el producto a la demanda del mercado europeo.

A pesar de ello, la gran mayoría mira el futuro con escepticismo. "Hace unos años, los productores españoles arrebatamos el mercado a los franceses y a los italianos porque éramos más baratos. Ahora los chinos nos están haciendo lo mismo", constatan.

10 pesetas contra 3.559

Una de las principales causas por las que el ajo chino se comerciliza a 80 pesetas por kilo y el español supera las 120 radica en los costes de mano de obra. Mientras un agricultor chino cobra de media unas 10 pesetas diarias, el jornalero español tiene un salario de 3.559, según los datos proporcionados por la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).Pero la mayoría de los productores de Las Pedroñeras, pagan más de la media. "Aquí se han pagado 5.000 pesetas diarias", explica Ramón, de 43 años. "No ha habido acuerdo entre los agricultores de la zona para establecer un salario máximo. Si el de las tierras de al lado pagaba 6.000 pesetas, yo no tenía más remedio que darle lo mismo a mis empleados".

Y es que, hasta ahora, la mano de obra no sobraba. Jornaleros magrebíes habían encontrado trabajo; pero ahora también sufren la crisis. "'Ya no hay trabajo, ni en la zona, ni en España. Tendré que irme fuera", comenta Ahmed, un argelino de 28 años, que trabajó dos de jornalero. "Hasta hace poco, éramos un centenar de magrebíes trabajando en la zona; ahora sólo quedamos 15, todos sin trabajo".

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