Los suplentes del Atlético rematan al Branik
El Atlético resolvió con holgura su compromiso europeo. Dejó un 6-1, que pudo ser aún más amplio. No se le pedía más, tampoco menos. Lució un traje cargado de suplentes, aparentemente elegante gracias a los descosidos que mostraba el del rival, el Maribor Branik. Un puñado de amigos.La eliminatoria estaba resuelta ya. Luis lo sabía y decidió regalar minutos a los inhabituales. A veces, es la mejor pócima para fabricar espectáculo en estos choques que nacen muertos: los jugadores salen a morder, con ganas de justificar el pan que se llevan a casa y con la ilusión de hacerse un hueco en las preferencias futuras del técnico. Pero la mayoría de las veces no: los suplentes por algo lo son y no poseen las mismas aptitudes que los titulares, o las tienen oxidadas de tanto beber banquillo.
Ayer sucedió un poco de todo. Se agradeció el empuje puesto, pero se extrañaron los detalles que encumbran a este equipo: las carreras de Futre, los centros de Schuster, la raza de López... Con todo, hubo más que agradecer que de echar de menos. Al fin y al cabo, sobre todo en la segunda parte, hubo esfuerzo, alguna combinación digna, ocasiones y goles, la base de todo. En ello, eso sí, contribuyó lo suyo el rival. Dio muchas facilidades.
El Maribor Branik, y así lo había anunciado su entrenador horas antes del partido, llegó a Madrid con la derrota asumida. El único objetivo era marcar al menos un tanto. Lo hicieron pronto, a los 22 minutos, y se rompieron para siempre. Lo mejor del partido, sin duda; fue la facilidad rojiblanca para recuperar el balón. Apenas lo recogían los eslovenos, lo perdían. Se vieron agobiados en todo momento por tres y hasta cuatro rivales, y no fueron capaces de avanzar metros. En esta labor brilló especialmente Acosta, un joven de pulmón privilegiado, aunque carente de cuerpo. También brilló Pedro, que perdió por una vez el miedo a la competición y lució parte de los centros que suele mostrar en los entrenamientos. Tal vez ésta fue la mejor noticia del partido.
Y luego está Pizo: un futbolista distinto. Carece de técnica y de claridad de ideas, pero dispone de un corazón enorme. Sus acciones no responden a un manual clásico de juego, ni cuentan con la improvisación de los genios. Más bien ofrece tozudez. Se empeña en salir airoso de un lance imposible y lo consigue. El público le agradece el esfuerzo y pese a que Luis Je esconde en la suplencia le mantiene como uno de sus ídolos. Su nombre fue coreado ayer con insistencia tras marcar el cuarto gol. El Atlético hizo, en suma, lo que se le pedía. Golear a un equipo claramente inferior. Tal vez los titulares habrían condenado el choque al aburrimiento.
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