El Atlético sacó pecho en la chocolatera

En su condición más descarnada, el fútbol combina por igual una vocación épica y un perfil proletario, como se vio en el Manzanares. Nada refleja mejor la crudeza de estos juego que las condiciones lastimosas que soportaron los jugadores, que entablaron su pelea por el jornal y los puntos en un estadio desolado por el frío, el barro y la desnudez de las gradas. Y sin embargo hubo tiempo para el buen juego y el esfuerzo para sobreponerse a los elementos. El Atlético llegó incluso a mostrar su mejor juego en las últimas jornadas, en un sorprendente ejemplo de fluidez y coordinación sobre un pastizal infame.Sobre el barro se produjo un acuerdo general en las filas rojiblancas, un pacto inesperada que desembocó en una excelente primera parte. La guardía pretoriana de Clemente -Pizo, Ferreira y Solozábal- se encontró con las condiciones ideales para imponer su juego físico y tenaz. Y los exquisitos -Marina, Manolo y Futre- sacaron provecho de su escasos kilos para deslizarse por la huerta como libélulas, ante el desconcierto de la defensa andaluza, que sólo pudo detener a Baltazar.
Futre fue el héroe de la noche. El delantero portugués cuya tendencia a la confusión es palmaria, se muestra imparable en las canchas húmedas cuanto más deleznables, mejor. El barro ayuda a Futre a no extralimitarse con la velocidad. Liviano como es, se mueve como Astaire ante unos defensas de espinazo de hierro y reacciones lentas. A Futre le gustan los charcos, el kilo de barro y el balón como el mercurio. Y todas estas condiciones se daban en el Manzanares.
La hinchada, que se muere por jalear a su ídolo, tuvo ocasión de corear su nombre. Futre marcó los goles, uno de ellos con la derecha, una rareza grandiosa, como las lechugas rosas o los caballos de seis patas. Más sorprendente fue el destino del juego sobre el lodo. La vieja voz del fútbol encomienda en estos casos el balonazo a la olla y las embestidas aéreas. En un equipo de Clemente esta premisa se da por supuesta. Sin embargo, nunca ha corrido tanto el balón por el suelo del Manzanares como en este partido. La superioridad del Atlético nació de la exquisita coordinación de Marina, Manolo y Futre, que bordaron la madeja con apoyos cortos y carreras velocísimas. Y atrás Ferreira sacaba pecho en la chocolatera y Pizo hacia oídos sordos a los chistes de la grada y a las broncas de Baltazar para ocupar militarmente su banda, en un ejemplo de determinación y honradez frente a la incompresión de la hinchada.
Nada pudo hacer el Málaga ante la crecida local. Matosas, un uruguayo de buena planta y colmíllo retoricido, trató de dirigir la orquesta, pero allí no hubo la mas mínima colaboración. El resultado se escribió muy pronto, con el primero de Futre, y ante esta certeza sólo quedó observar el progreso de un equipo en unas condiciones que no anunciaban nada decente.
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