El fin de la tregua amenaza el plan de paz en Nicaragua

El anuncio del presidente nicaragüense, el sandinista Daniel Ortega, de que pondrá fin a la tregua unilateral que mantenía desde marzo de 1988 en su guerra con la contra, sus gestos durante la cumbre hemisférica de Costa Rica y su casi furtivo regreso a Managua sumieron en la perplejidad a los participantes en la reunión, que finalizó el sábado. La decisión de Ortega, fundamentada por éste en los reiterados ataques de la guerrilla antisandinista, deja abierto un grave interrogante sobre el futuro del proceso de paz y las elecciones democráticas en Nicaragua.

Primero chocó el aspecto ext...

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El anuncio del presidente nicaragüense, el sandinista Daniel Ortega, de que pondrá fin a la tregua unilateral que mantenía desde marzo de 1988 en su guerra con la contra, sus gestos durante la cumbre hemisférica de Costa Rica y su casi furtivo regreso a Managua sumieron en la perplejidad a los participantes en la reunión, que finalizó el sábado. La decisión de Ortega, fundamentada por éste en los reiterados ataques de la guerrilla antisandinista, deja abierto un grave interrogante sobre el futuro del proceso de paz y las elecciones democráticas en Nicaragua.

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Primero chocó el aspecto externo del presidente nicaragüense; siguió el anuncio, en una asamblea universitaria y no ante los restantes 15 mandatarios reunidos en San José de Costa Rica, del fin de la tregua unilateral con la contra; después, vinieron los abucheos, cuando entró al banquete; y, finalmente, el intempestivo abandono del país.Ortega apareció vestido de militar, en medio de una reunión que conmemora el centenario de la democracia en un país que ha abolido el Ejército y proscrito el militarismo. Al mismo tiempo que Ortega partía rumbo a Managua, tal vez para evitar un nuevo abucheo masivo, el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, inauguraba la plaza de la Democracia y gritaba: "En este mismo lugar, José Figueres abolló el Ejército de Costa Rica. Era un cuartel militar, hoy es un museo. Fue aquí donde la razón se impuso sobre la fuerza. Aquí nació la tolerancia que disfruta sin temores un pueblo sin armas. Aquí el soldado se hizo maestro y el fusil sobre el hombro se transformó en libro bajo el brazo para todos nuestros jóvenes".

Esto ocurría tan sólo cuatro horas después de que Ortega hubiese anunciado en conferencia de prensa el fin de la tregua en Nicaragua, señalando que no podía permanecer "con las manos amarradas" ante los ataques de la contra, financiada por Estados Unidos.

Los anuncios han tenido matices. Primero filtró la noticia, el viernes por la tarde, el ministro de Información nicaragüense, Manuel Espinoza. Por la noche, en la asamblea de la facultad de Derecho, Ortega habló de "darle duro a la contra", para satisfacción de los escasos simpatizantes con que cuenta el sandinismo en Costa Rica.

Ante la Prensa, en la mañana del sábado, Ortega dejó una puerta abierta a la continuación del alto el fuego, si Estados Unidos hace un gesto, como dedicar los fondos de ayuda a la contra para desmantelarla definitivamente.

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A su llegada a Managua, dijo que mañana anunciará si se reanuda el fuego y realizó una exégesis forzada de las palabras del presidente de EE UU, George Bush, para tratar de esbozar una posibilidad de negociación.

Respuesta de Washington

La respuesta de Washington a Ortega fue contundente. Bush se despachó a gusto, cuando calificó a Ortega de "bicho raro paseando en uniforme militar" y se mofó de lo que llamó "cachivache de boy scout", para referirse al pañuelo al cuello con los colores rojo y negro del Frente Sandinista.Bush y el secretario de Estado, James Baker, echaron en cara a Ortega que no hubiese anunciado el fin de la tregua en la sesión plenaria de la cumbre. El presidente norteamericano afirmó que "esa noticia es un golpe bajo para la democracia. El hecho de que no mencionara para nada su intención durante tantas horas de diálogo entre los presidentes de las democracias americanas demuestra qué vergonzoso es su acto".

La línea de conducta seguida por Ortega en Costa Rica induce a pensar que no se trata de un simple arrebato. Si el presidente nicaragüense se puso el pañuelo sandinista ante la opinión pública mundial no cabe duda de que trataba de enviar un mensaje con su gesto. Electoralmente, aparecer de esa guisa sólo sirve para convencer a los ya convencidos. Probablemente lo que pretendió Ortega con su gesto fue dejar sentada su disposición para la lucha y tratar de movilizar las fuerzas de los leales para la batalla que se avecina, en las urnas o con las armas.

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