Editorial:

Nueva ética para el embrión humano

EN PERIÓDICOS de difusión internacional aparecen anuncios de clínicas, situadas principalmente en Suiza, donde se ofrecen rápidas y costosas estancias de rejuvenecimiento. No se habla mucho de la misteriosa medicina; cuando se investiga algo, se dice que es placenta, unas veces animal y otras humana. Más allá hay la sospecha de que sea un compuesto de fetos humanos. A veces se interceptan en las rutas europeas camiones refrigerados que transportan estas materias orgánicas a laboratorios que trabajan en la línea cosmética que se vende a precios muy elevados: se supone que hacen desaparecer las ...

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EN PERIÓDICOS de difusión internacional aparecen anuncios de clínicas, situadas principalmente en Suiza, donde se ofrecen rápidas y costosas estancias de rejuvenecimiento. No se habla mucho de la misteriosa medicina; cuando se investiga algo, se dice que es placenta, unas veces animal y otras humana. Más allá hay la sospecha de que sea un compuesto de fetos humanos. A veces se interceptan en las rutas europeas camiones refrigerados que transportan estas materias orgánicas a laboratorios que trabajan en la línea cosmética que se vende a precios muy elevados: se supone que hacen desaparecer las arrugas y colorean suavemente la piel tensada. Las autoridades tienen poco que hacer: las legislaciones sobre estos nuevos casos apenas existen, como en todos los demás en que están mezcladas las nuevas manipulaciones genéticas. (En España hay dos proposiciones de ley socialistas de carácter restrictivo.)El tema se extiende ahora a Estados Unidos, donde la investigación médica atribuye un principio de actividad positiva a los tejidos fetales implantados o aplicándolos de otras formas a pacientes de enfermedades tan graves como el Alzheimer -que ha hecho morir recientemente a Rita Hayworth-, el Parkinson, el Huntington, la leucemia y otras enfermedades. Están muy avanzadas, pero no se han aplicado; si se ha hecho, ha sido de manera clandestina.

Los detentadores de la ética se han adelantado ya a la experimentación científica para emitir juicios de valor, generalmente negativos, contra esta utilización. En un principio no parece que haya inconvenientes en la utilización de fetos, como de otros cadáveres, para trasplantes en medicina. Pero los portavoces de la ética se levantan, sobre todo, ante unas intenciones que adivinan: la de que haya mujeres que decidan el embarazo para después abortar y vender el feto. La suposición dice que, como no se conoce el momento oportuno para la mejor utilización de estos tejidos, podría aceptarse en las legislaciones un plazo más largo para provocar el aborto, lo cual admite ya la deliberación de comercio. El punto de vista de los defensores de esta terapéutica es el de que si universalmente se acepta el aborto voluntario, el hecho de que tenga un buen fin, como la curación de enfermedades hasta ahora irreversibles, es encomiable.

Naturalmente, este punto de vista está estrechamente ligado a los investigadores que en Estados Unidos y otros países trabajan ya con el feto; otros muchos sectores niegan con repugnancia la posibilidad del mercado que les parece espantoso. Entre ellos, el doctor Caplan -director del Centro de Ética Biológica de Minnesota- ha acuñado una frase que puede hacer pensar: "una injusticia intergeneracional", o la utilización de generaciones aún embrionarias para salvar a otras terminales.

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En todo caso, los viejos edificios de la ética y la moral se ven asaltados cada día por unas nuevas formas científicas de tratar la vida que no tienen previstas. Sus ocupantes suelen reaccionar con la negación, por el simple hecho de que la punta de la civilización está mucho más desarrollada que el humanismo antiguo. Ética y moral son asignaturas que tienen que evolucionar muy rápidamente. Es difícil dejar esa atribución a médicos, eclesiásticos o políticos, ni siquiera a legisladores o proyectistas que pueden estar representando otros intereses, incluso los de sus votos. En cada época y en cada ámbito las sociedades han ido elaborando su ética y su moral a medida de las necesidades producidas en el grupo, y muchas veces en favor de la clase dominante. La ilusión de un pensamiento unificado y eterno, basado en principios inviolables, suele pertenecer de una manera invisible a: las ramas de la filología o de la semántica: asume con palabras idénticas sentidos nuevos. Nuestra sociedad global se encuentra en una encrucijada de este tipo, quizá con mucha más energía y abundancia que todas las épocas, y está respondiendo con lenguaje donde no sabe responder con pensamiento.

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