Pinochet dispensa una fría acogida al enviado de Reagan

El enviado especial de Ronald Reagan, el vicesecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Robert Gelbard, no ha sido recibido en Chile como él esperaba. En la isla de Pascua, ni la población local ni el general Augusto Pinochet concurrieron a la inauguración de la ampliación del aeropuerto de Mataveri. En Santiago, el régimen le ha recibido sólo a nivel de subsecretario, y uno de los miembros de la Junta de Gobierno, el jefe de la Armada, José Toribio Merino, acusó de "intrusos" a los visitantes que, como Gelbard, vienen a observar la situación chilena.

Gelbard, un funcionario...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El enviado especial de Ronald Reagan, el vicesecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Robert Gelbard, no ha sido recibido en Chile como él esperaba. En la isla de Pascua, ni la población local ni el general Augusto Pinochet concurrieron a la inauguración de la ampliación del aeropuerto de Mataveri. En Santiago, el régimen le ha recibido sólo a nivel de subsecretario, y uno de los miembros de la Junta de Gobierno, el jefe de la Armada, José Toribio Merino, acusó de "intrusos" a los visitantes que, como Gelbard, vienen a observar la situación chilena.

Gelbard, un funcionario del Departamento de Estado norteamericano capaz de usar gorrito de beisbolista al visitar las ruinas de Pascua y de bailar danzas polinésicas rodeado por muchachas morenas con sus cimbreantes cinturas desnudas, vino a presionar al régimen militar e inaugurar Mataveri. Gelbard desea que Chile deporte a Estados Unidos juzgue a dos ex altos jefes de la policía política -el general retirado Manuel Contreras y el brigadier Pedro Espinosa-, acusados por la justicia norteamericana de participar en el asesinato del ex ministro de la Unidad Popular Orlando Letelier en Washington en 1976.

Además, Gelbard ha explorado la factibilidad de un candidato de consenso entre las dos posiciones y los partidarios de la política económica para el plebiscito de suceslón presidencial de 1989, en reemplazo del general Pinochet.

Ambos objetivos de la visita causan urticaria en el régimen militar, cuyos funcionarios no entienden "la incomprensión" por parte del Gobierno norteamericano, embarcado en una cruzada anticomunista. Merino recogió el guante indirectamente. El jefe de la Armada dijo que no dará audiencia a Gelbard porque "yo sólo recibo a mis amigos". "Yo no le pregunto a Estados Unidos por qué tienen a Reagan de presidente y por qué no a otro. Somos independientes y no somos colonia de nadie", agregó Merino.

Pinochet hasta ahora no le ha concedido a Gelbard una entrevista, y la Embajada norteamericana considera muy improbable que lo haga. El régimen procuró disminuir la importancia del enviado norteamericano, porque es únicamente "un subsecretario", se ha pretextado.

La oposición de centro y derecha, sin embargo, abrió sus puertas a Gelbard. Éste no ha ocultado sus simpatías por el vuelco hacia el sector más conservador que dio la democracia cristiana al elegir a Patricio Aylwin como presidente del partido, con la aspiración de negociar con las fuerzas armadas y un abierto rechazo a cualquier pacto o alianza con los comunistas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Para Estados Unidos, la presencia en Chile del partido comunista más fuerte de América Latina -después del cubano- y que adoptó una estrategia de "rebelión popular" hacia la dictadura, es una de sus preocupaciones esenciales.

Archivado En