La Real Academia admite a Francisco Nieva, 'creador de espectáculos'

Francisco Nieva, creador de un teatro que él define como "de farsa y calamidad", fue elegido ayer, a los 58 años, miembro de la Real Academia Española, en un día que parecía propicio. En 12 horas se turnaron sobre Madrid el sol, las nubes, la lluvia y el granizo, y varias veces. Ya la noche antes las nubes hacían rebotar las luces de la ciudad y la iluminaban de rojo. Un escenario adecuado para quien se considera un "creador de espectáculos". Mas los académicos apreciaron forzosamente la aportación de Nieva como autor a la escena española, pese a que sólo se ha podido manilestar durante la últ...

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Francisco Nieva, creador de un teatro que él define como "de farsa y calamidad", fue elegido ayer, a los 58 años, miembro de la Real Academia Española, en un día que parecía propicio. En 12 horas se turnaron sobre Madrid el sol, las nubes, la lluvia y el granizo, y varias veces. Ya la noche antes las nubes hacían rebotar las luces de la ciudad y la iluminaban de rojo. Un escenario adecuado para quien se considera un "creador de espectáculos". Mas los académicos apreciaron forzosamente la aportación de Nieva como autor a la escena española, pese a que sólo se ha podido manilestar durante la última década. Antes, jamás logró estrenar.

El escenario de la entrevista es un Salón que el protagonista define como galdosiano pero que es mucho más barroco. Está en el tercer piso de una casa de amplia escalera de madera bruñida y portal de aldabón, a medio camino de la hondonada de Tirso de Molina. Es un Madrid viejo y apretado, cuyo rumor apenas se percibe. Moqueta, alfombras clásicas, pesados sofás de comienzos de siglo con tapizados muy personales, luces opacas. En una esquina, lo que llama Un capitán de hierro, que mediante un mecanismo movía las banderas en los torneos de mosqueteros. Anunciado por secretarios que se apresuran, el personaje entra desenvuelto, excusa un desorden que no existe, enciende un cigarrillo de los muchos que se va a fumar. El Cielo arroja granizo, faltan cuatro horas para la votación. ¿Está nervioso?. "Mucho menos de lo que yo creía. Puede que lo esté y no lo quiera reconocer".El discurso de ingreso en la Academia versará sobre el teatro secundario del cambio de siglo. Un ejemplo de teatro secundario es Hair, que comenzó como un irioniaje de la universidad de Yale y revolucionó la escena. Nieva, que ocupará el sillón J, que fue de Antonio Tovar, fue elegido ayer en la segunda votación por 15 votos. Estaban presentes 23 académicos de los 40 de la casa y seis votaron por correo. Había sido presentado por Carlos Bousoño, Rafael Alvarado y Luis Rosales.

El elegido no sólo no parece un académico -ayer vestía un jersey de marino, un pantalón de espina de moda y zapatillas de deporte-, sino ni siquiera un catedrático. Y lo es. De estenotecnia, en la Escuela Oficial de Arte Dramático. ¿Qué enseña?. "Trato de enseñar buen gusto", dice.

En realidad, sus méritos tienen muy poco que ver con títulos y modas, y mucho con títulos evocadores -La carroza de plomo candente y Coronada y el toro, entre otros-, y lo que se suele llamar una vasta cultura evidente, si falta hiciera, a los tres minutos. Es una de esas personas cuya conversación se ramifica cada dos frases. El entrevistador adquiere complejo de derrochador o de censor, a cada paso tiene que ir recogiendo hilo, aplazando preguntas.

El lector de Alejandría

El dramaturgo se despierta tarde y escribe en la cama, come en casa, ve algo de televisión y escribe hasta la noche, sale a cenar con amigos y vuelve a casa a escribir hasta tarde. Algo falta. Si no lee, ¿cómo tiene esa conversación erudita? "Me he leído la Biblioteca de Alejandría", explica. Por ejemplo, cuando vivía en París, se ayudaba resumiendo artículos científicos para bibliotecas universitarias. Le pagaban 300 francos por cada uno. Así leyó de materias que otros ni siquiera han soñado.Nieva procede de una familia burguesa de Valdepeñas, de unos padres "señoritos venidos a menos, como debe ser", y de una infancia ilustrada y republicana. En su casa se veneraba a personajes como Azaña, Valle-Inclán, Margarita Xirgu y Azorín, y a la vez se prefería para el hijo un destino de pintor -tenía facilidad-, más seguro que el de autor, que era lo que le gustaba.

También él detesta la palabra posmodernidad, aunque la utiliza para definir este tiempo que según él es más abierto que el de lai vanguardias, autoritarias. "No aspira a nada, sólo a expresar su época. Dinamiza la cultura y nos va a llevar a ser más prolesionales."

Pocos saben que tiene un dibujo colgado en el museo de Lieja y que una vez expuso en la Bienal de Venecia. Porque durante muchos años fue pintor, en París, la Meca del aquel tiempo. Tenía 23 años.

Con "más suerte que un quebrao", como dicen en La Mancha, había topado en Madrid con Milena Milani, la compañera de Alberto Moravia, que le recomendó a un holandés filántropo. Éste le dio una beca para ir a París y no ahogarse en el Madrid de aquellos años, los cuarenta. Durante tres décadas recorrió París, Venecia, Palermo, Berlín, y entre otros conoció a Antonin Artaud, de quien sé reclama discípulo. El primero que escribió teatro. "Grotowski y los del Living Theatre son más teóricos".

El tiempo de Musidora

Regresó para ayudarse a "quitar de encima la depresión del divorcio", en los años sesenta. Consolidó cierta reputación de escenógrafo con montajes no sólo de teatro, con Marsillach por ejemplo, sino de ópera y de cine. Con Carlos Saura colaboró en Ana y los lobos y La prima Angélica. No era nuevo en la plaza: había empezado a los 17 años como ayudante de decorador en una película de Amparo Rivelles. En París acudía a la Cinemateca con Alain Resnais en los tiempos en que Musidora era taquillera.El cine es "el arte de nuestro tiempo, para qué nos vamos a engañar". Y sin embargo, cuando habla de él, en España, lo hace con dureza. Aún así, "el cine español es hoy más vivo que el teatro".

El problema del teatro en España es que "el empresario es el Estado, que no sabe cómo acertar en la construcción de una nueva cultura". Tampoco ayudan los actores españoles, "que no están bien preparados. Hay que decirlo así porque si no se lo van a seguir creyendo. Hay que enseñarles a recitar a Calderón a los 35 años, y así no vamos a ninguna parte".

Sobre los autores: "Tras la muerte de Franco lo único bueno ha sido Albert Boadella y el Teatre Lliure. El teatro castellano no ha sabido estar a la altura". A Nieva le llegan manuscritos de jóvenes. Alguno sugerente, ninguno por el que, de ser empresario, se arriesgaría.

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