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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Viva 85' y el túnel del tiempo

No sé si el lúgubre 84 moriría mal en TVE, pero el pobre 85 nació peor que mal, nació aborto en un programa maratoniano que quiso comenzar con polvo de estrellas al estilo de casino de Las Vegas y que terminó, dentro de la más rigurosa ortodoxia del túnel del tiempo, en el cabaré de Prado del Rey, con genuino polvo de aldea.A Concha Velasco y Victoria Vera, que actuaron como presentadoras y ocasionalmente como estrellas, les metieron en un berenjenal sin salidas y su desamparo, sobre todo en el caso de Victoria Vera, pues fue ella quien apencó con la presentación de los impresentables premios a la canción, el teatro, el cine y la televisión, creó un eco de solidaridad al otro lado de la pantalla.

La colección de soserías y antiguallas fue interminable y, como botón de muestra, baste con recordar con qué sensación de respiro fueron celebrados por la concurrencia de dentro y de fuera los tacos -"¡Qué coñe!" o "¡Uy, un ministro" al ver un payaso- de Doña Rogelia y los chistes de abuelo de Josele: "Estamos parados. Tenemos menos trabajo que el chófer de Pablo Porta", o "El Tarugo sigue igual de bruto: se cree que violar la ley es acostarse con un policía".

Tamañas salidas, arrancadas con sacacorchos de la tumba del humor, supieron, por contraste con sus desérticos alrededores, a una bocanada de aire fresco. Se cuenta y no se cree, pero así fue.

Del túnel del tiempo salieron el No te quieres acordar, ye, ye, de Concha Velasco; un lazaroviano y persistente cabeceo pesimista de la cámara, que desrriñonó la imaginación del realizador del programa; la recogida por la niña rockera del premio a Julio Iglesias de manos de Odón Alonso, en medio de un diálogo que rozó involuntariamente el esperpento; la alusión campanuda y decimonóica a la "gran família de Talía" antes de entregar a Mari Carmen Prendes el premio de teatro; la epidemia de solicitudes de aplausos a diestro y siniestro, a lo Bobby Deglané pero sin su inimitable charlataneria; la oficinesca y fuera de lugar autopublicidad de TVE en boca de su director; la sopa de ajo para el respetable; el inefable concurso de disfraces; Lauren Postigo; los christmas audiovisuales del ministro de Transportes y del director general del Ente; Lusson y Codeso con la pólvora mojada; la larga espera española de las tetas de una polaca; el baile por bulerías de unos bufos gringos; el número de don Hilarión; el chocolate; los churros; el tedio.

Lo mejor de la noche fue la gran cantidad y buena calidad de los recursos de que hizo gala Concha Velasco para salir íntacta e incluso a veces con dignidad de situaciones que, al menor descuido, le habrían situado en los alrededores del ridículo. Lo peor, con mucho, el resto.

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