Crítica

Hiroshima, ese recuerdo

La compañía japonesa Ariadone presenta el espectáculo Zaratustra, inspirado en la famosa obra del filósofó alemán Nietzsche. Consta de ocho cuadros, todos ellos elaborados al máximo, con minuciesidad y mimo, pero con idéntica expresión de movimiento, forrnas temáticas, gestos, etcétera. Con un constante ritmo que, lejos de ser nexo para una mejor lectura, va ahogando toda la expectación que el mundo de la danza oriental despierta en Occidente, y más cuando se trata de esta forma de danza moderna llamada buto.Todos los cuadros discurren, al igual que la danza tradicional, con paso...

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La compañía japonesa Ariadone presenta el espectáculo Zaratustra, inspirado en la famosa obra del filósofó alemán Nietzsche. Consta de ocho cuadros, todos ellos elaborados al máximo, con minuciesidad y mimo, pero con idéntica expresión de movimiento, forrnas temáticas, gestos, etcétera. Con un constante ritmo que, lejos de ser nexo para una mejor lectura, va ahogando toda la expectación que el mundo de la danza oriental despierta en Occidente, y más cuando se trata de esta forma de danza moderna llamada buto.Todos los cuadros discurren, al igual que la danza tradicional, con pasos lentos y poco numerosos. Tienen intensidad emocional, que nace y muere en el mismo gesto, lo que provoca muchas veces un desequilibrio total que origina la ruptura con el tema. Es un espectáculo que nos trae el recuerdo de la bomba atómica de Hiroshima, encontrando más intencionalidad en la inteligente elección de la música, que sólo interviene como un agente externo, que en la propia danza.

Zaratustra

Compañía Ariadone (Japón). Directora: Carlotta lkeda. Coreografía: Ko Murobushi. Intérpretes: Carlotta Ikeda, Tamie Nakajima, Yuko Watanabe, Akiko Senuma, Toshie Okabe y Masako Yamaguchi. Música: Osamu Goto, Brian Eno, Erik Satie, Keith Jarret, Roger Waters. Luminotecnia: Eric Loustan Carrere. Sonido: Fabienne Delude. Escenografia: realizada en Francia por Ateliers Lumière. Festival Internacional de Teatro. Centro Cultural de la Villa de Madrid.

Mientras que en la danza noh los trajes cubrían totalmente sus cuerpos, dejando ver sólo la cara, lo que les permitía la sustitución de hombre o mujer, la danza buto rompe estructuras, dejando libres sus cuerpos para potenciar una imagen más trascendental del hombre.

El cuadro segundo, que simboliza la mezcla de lo real y la ilusión, de la verdad y lo falso, está representado por ciertas formas estáticas, que son convencionales de la pantomima, a través de una dinámica inexpresiva y ambigua, sin dualidad alguna. Nos gusta como meros trazos más o menos estéticos, pero no logran adentrarnos en el tema.

En el cuadro quinto encontramos algún movimiento que nos recuerda la danza tradicional japonesa. Se trata de unos pequeños saltos que ya en el siglo XV ejecutaba el pueblo en la danza odori, y que la danza buto ha sabido transformar sin perder su valor. No llegaron a satisfacer las exigencias de un público que esperaba más nivel artístico. Se aplaudió el profesionalismo de estas bailarinas japonesas que seguirán actuando hasta el 25 de marzo.

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