Los gestos de buena voluntad de Nicaragua alivian el enfrentamiento con Estados Unidos

Los gestos de buena voluntad hechos por el Gobierno sandinista en las últimas semanas (reducción de asesores cubanos, amnistía parcial a los insurgentes, apunte de un calendario electoral, diálogo con la Iglesia y salida del país de guerrilleros salvadoreños) han aliviado el enfrenta miento con Washington pero no han roto aún la desconfianza radical que la Administración Reagan siente ante el experimento sndinista. Una gran duda planea sobre las declaraciones de los políticos norteamericanos en torno a la apertura nicaragüense.

Esto ha hecho exclamar al comandante Daniel Ortega, coordi...

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Los gestos de buena voluntad hechos por el Gobierno sandinista en las últimas semanas (reducción de asesores cubanos, amnistía parcial a los insurgentes, apunte de un calendario electoral, diálogo con la Iglesia y salida del país de guerrilleros salvadoreños) han aliviado el enfrenta miento con Washington pero no han roto aún la desconfianza radical que la Administración Reagan siente ante el experimento sndinista. Una gran duda planea sobre las declaraciones de los políticos norteamericanos en torno a la apertura nicaragüense.

Esto ha hecho exclamar al comandante Daniel Ortega, coordinador de la Junta de Reconstrucción que su país ya no tiene más iniciativas que presentar y que corresponde ahora a Estados Unidos dar respuestas específicas y, en última instancia, elegir entre la paz negociada o la guerra.En las manifestaciones públicas de los comandantes sandinistas se sigue pensando en el fantasma de una eventual intervención norteamericana, en gran parte porque los políticos de Washington se han preocupado de mantener en pie esa hipótesis de trabajo, sin llegar a descartarla nunca.

Pero esta posibilidad, que algunos consideraron como inminente después de la ocupación de Granada, parece haber sido aplazada de momento, según opinión generalizada en círculos diplomáticos de la capital mexicana. A pesar de los recelos que subsisten, se diría que la Administración norteamericana ha decidido en la práctica abrir un compás de espera.

Con la guardia en alto

Ambos contendientes mantienen, a pesar de todo, su guardia en alto. Nicaragua vive todavía bajo un régimen de economía de guerra y sigue en pie el estado de emergencia.

Tampoco Washington ha cerrado su apoyo financiero y logístico a los grupos armados antisandinistas, al mismo tiempo que dice respaldar las gestiones del grupo de Contadora.

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Esta contradicción permanente ha llevado a su embajador en Managua, Anthony Quainton, a admitir en un programa de radio que le resulta "un poco difícil" explicar la política de su Gobierno respecto a Nicaragua.

Este representante de la diplomacia dura justificó la asistencia estadounidense a los grupos guerrilleros con el sorprendente argumento de que Washington busca con ello la reconciliación de todos los nicaragüenses. Decretos limitados

El diplomático norteamericano expresó interés por los recientes decretos del Gobierno sandinista sobre elecciones y amnistía, aunque los consideró limitados, "porque no será una amnistía total, y en cuanto a las elecciones es poco lo que sabemos sobre lo que piensa realizar".

Garantizó que Estados Unidos no desea el retorno del somocismo y que aceptará cualquier Gobierno que surja de unos comicios, "siempre que éstos sean libres. y con la participación de todos los nicaragüenses".

La línea maestra de la política estadounidense no ha variado a este respecto. Managua no tendrá garantías de estabilidad ni pactos de no agresión mientras no se comprometa a realizar un proceso electoral sin exclusiones y con igualdad de oportunidades. Washington tiene la convicción de que las urnas eliminarán del poder a los sandinistas.

Mientras no se convoquen tales comicios, las relaciones tendrán carácter de guerra, sea encubierta o declarada.

Para los sandinistas, las elecciones son una cuestión secundaria -les preocupa fundamentalmente la seguridad-, pero en aras de esa seguridad aceptan realizar una convocatoria a las urnas en la que están seguros de lograr su ratificación en el poder.

La fecha elegida¿Por qué, entonces, prolongar la provisionalidad hasta 1985? Managua dice que ésa fue la fecha elegida desde el comienzo y que no van a cambiarla por tal o cual presión exterior. Recelan de que una victoria electoral sandinista pueda ser desconocida, por transparente que pueda ser el proceso. Washington teme, en fin, que todo sea una maniobra para aflojar la presión y ganar tiempo. Pero entre estos recelos mutuos, la amenaza de la guerra parece haberse alejado. Y eso ya es bastante.

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