Tribuna:

Una eficaz política de exposiciones

Permanecer en el mismo puesto de director general con cuatro diferentes ministros es en este país ,todo un récord, que ha convertido a Javier Tusell en un mito de la supervivencia. No es que haya encanecido en el cargo, pero, entre tanto trajín, mantenerse en el mismo puesto desborda las posibilidades del maquiavelismo político, si éste no va acompañado de cierta imagen de eficacia. La de Javier Tusell, catedrático de Historia y procedente de otros campos de la Administración ajenos al mundo de las artes, ha sido indudable, sobre todo, en el terreno de la política oficial de exposiciones, dond...

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Permanecer en el mismo puesto de director general con cuatro diferentes ministros es en este país ,todo un récord, que ha convertido a Javier Tusell en un mito de la supervivencia. No es que haya encanecido en el cargo, pero, entre tanto trajín, mantenerse en el mismo puesto desborda las posibilidades del maquiavelismo político, si éste no va acompañado de cierta imagen de eficacia. La de Javier Tusell, catedrático de Historia y procedente de otros campos de la Administración ajenos al mundo de las artes, ha sido indudable, sobre todo, en el terreno de la política oficial de exposiciones, donde ha desarrollado una labor sin precedentes. En efecto, durante estos tres años de gestión se han producido diversos acontecimientos culturales, que nos hicieron pensar que, por una vez, la línea oficial no estaba divorciada necesariamente de la realidad social.Cuando hablo de una política oficial de exposiciones adecuada a la realidad española actual, pienso, en primer lugar, en su función normalizadora. En este sentido, aunque sin democracia poco se, podía hacer para contar con la colaboración de nuestros grandes creadores plásticos, no se puede olvidar que Tusell no ha sido el primer director general de Bellas Artes del nuevo régimen y que, sólo tras tener acceso él a la citada responsabilidad, se han organizado las exposiciones de Saura, Chillida, Tápies, Equipo Crónica o esas otras anunciadas como inminentes de Eduardo Arroyo y Rafael Canogar, por citar sólo algunos casos en los que la vanguardia artística y el compromiso político iban a la par. Pero, junto a estos casos más espectaculares, hubo, en realidad, otros muchos que parecían demostrar que la Administración no consideraba ya sospechosa la labor de nuestros mejores artistas, tradicionalmente ignorados, aunque no plantearan especiales problemas. Entre estos últimos, sin ánimo de hacer un recuento exhaustivo, me vienen a la memoria Clavé, Sempere, Guinovart, Manuel Rivera, José Guerrero, López Hernández.

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Por otra parte, en cuanto a la recuperación de la imagen histórica del pasado prohibido, tampoco el balance es desdeñable. Dejo de lado el fenómeno Picasso, no porque la venida e instalación del Guernica y la estupenda exposición conmemorativa del centenario me parezcan poca cosa, sino porque estarán más fácilmente en la mente de todos, lo que quizá no ocurra tanto con María Blanchard, Pablo Gargallo, Alberto Sánchez, Manuel Angeles Ortiz o la espectacular muestra que se está preparando, en colaboración Con el Guggenheim, de Nueva York, sobre Julio González, por no citar la ya anunciada sobre Salvador Dalí. Pero no sólo se trabajó con lo nuestro, pues también por primera vez de forma sistemática, se exhibieron aquí antológicas de grandes artistas internacionales, desde la colectiva de los americanos del MOMA hasta las individuales de Max Bill, Henry Moore, Appel, Soto o Fontana.

Todo este reencuentro con el arte de nuestro siglo se hizo además sin dejar de Cumplir con los compromisos de nuestro riquísimo pasado, que estuvo presente con las exposiciones de Juan de Juanes, Antonio Rafael Mengs, el Greco, Pinazo, Nonell o la que se prepara de Murillo, así como las panorámicas de Cien años de cultura catalana, Tesoros del Ermitage, El dibujo español del Siglo de Oro, El arte europeo en la corte de España durante el siglo XVIII, El arte español en las colecciones de los museos centroeuropeos, La imagen romántica de España, etcétera. Por último, sin aire tan relumbrón, pero con eficaz carácter didáctico, me parece injusto olvidar las calas hechas en temas como la arquitectura, ingeniería, fotografía, grabado, diseño y, en general, las que recreaban problemas históricos o ambientes, entre las que la de la guerra civil destacó por el éxito popular alcanzado.

Junto a estos aciertos en las exposiciones, que hicieron que nuestra política oficial fuera por primera vez homologable con la de las grandes capitales europeas, pueden criticarse otros fallos de responsabilidad más o menos directas del director general cesado, ya que en nuestro país culturalmente está casi todo por hacer y al tema artístico -pasado y presente- le corresponde la parte del león. Con todo, desde un punto de vista comparativo, el único válido en este terreno, lo que ha organizado Javier Tusell abrió una esperanza de gestión oficial eficaz, que no puede echarse en saco roto. A pocos meses de las elecciones generales y en un campo donde lo normal ha sido hasta hace poco la esterilidad o el disparate, espero que se sea consciente donde corresponda de la gravedad de un retroceso, pues no cabe duda que, a estas alturas, y sin conocerse públicamente la razón que lo motiva, un cambio sólo es tolerable para mejorar.

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