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MOSCU 80

El fútbol, una vergüenza olímpica

El fútbol español debe olvidarse para siempre de los Juegos Olímpicos. Para hacer el ridículo es preferible quedarse en casa. La federación podrá presumir de haber enviado a la URSS un equipo que ha finalizado la competición invicto, pero habrá que hacer constar para siempre que ha sido incapaz de vencer a Siria y Argelia. El resultado de su actuación ha sido vergonzante.

Defendí el pleito de la participación porque no me parecieron convincentes los argumentos de la profesionalidad. Sigo creyendo que contra la República Democrática Alemana la selección luchó con espíritu amateur, que es lo que debe exigirse en este tipo de competiciones, pero estoy convencido de que se mostró con todas las lacras del momento futbolístico nacional en los dos encuentros decisivos del torneo.España hizo bien en venir a los juegos porque ganó su clasificación, pero la federación, de ahora en adelante, deberá exigirse un mínimo de responsabilidades. La primera de ellas es el acuerdo de no participar jamás en las fases clasificatorias. De esta forma, se evitarán los compromisos posterriores. Si la presencia del balompié en las Olimpiadas es más que dudosa, la española en concreto es repudiable. No ganar a Siria y Argelia más que un revés deportivo es una vergüenza. El argumento de que el fútbol de todos los países ha mejorado notablemente no sirve. En Argelia y Siria no hay jugadores suficientes para formar un equipo de la Primera División española.Si se ha hecho el ridículo ha sido, entre otras cosas, por la falta de planificación del trabajo. Santamaría tuvo que hacer una selección condicionada a las conveniencias de los clubes, no contó con el tiempo necesario para preparar a sus hombres, y, entre estos, probablemente, no existió la suficiente mentalidad para competir en un torneo de tan singulares características. El fútbol español da pena, pero hay que comenzar a pensar en que no conviene demasiado exhibir fuera de casa ciertas vergüenzas.

En la nómina de despropósitos olímpicos no está sólo el fútbol. Mientras en unos casos se ha exigido austeridad, en otros se han consentido participaciones que a priori se sabía que iban a resultar lamentables. Estuvo bien. Camacho en saltos. Llegó a competir entre los mejores y aún hay pendiente una reclamación de cuatro países que podría permitirle repetir el tirabuzón que realizó en malas condiciones ambientales y, por tanto, intentar mejorar el octavo puesto. Pero no se explica la nueva participación de Carmen Belén Núñez. Quienes lograron el pasaporte para la saltadora son, en definitiva, los responsables del desaguisado.

Por no se sabe qué extrañas influencias ha venido un equipo de esgrima cuya clasificación ha sido de echarse a llorar. Cuando se niegan inscripciones a deportistas que han superado mínimas establecidas, porque se sabe que no van a poder llegar a una semifinal, no tiene sentido enviar a un equipo que en la mejor de las circunstancias nunca podría colocar a sus hombres entre los veinte mejores.

La Federación de Lucha, que preside el inefable señor Compte, trajo para la gregorromana a San Isidro. El luchador, a la hora de la verdad, renunció a combatir. Arguyó que se encontraba más seguro en la libre que en la greco, para la que fue inscrito. Gracias a la influencia del presidente de la federación pudo cambiar la modalidad, una vez descalificado en su disciplina.

Como cada cuatro años, al cabo de una semana de Juegos nos hemos enfrentado al muro de las lamentaciones. Como siempre, los pecados serán perdonados. Hay tradición en ello, y, como es habitual, dentro de poco tiempo todo será olvidado, y de cara a los próximos juegos tendremos los mismos planteamientos.

El tiempo de aprender ya pasó. No se puede venir a unos Juegos a hacer acto de presencia. Lo importante no es participar. El tópico debe ser desechado de una vez por todas. Acudir a unos Juegos cuesta demasiado dinero. Los despilfarros inútiles deben ser evitados. España no es una potencia mundial y, por tanto, no debe exigirse a los deportistas más que aquello que son capaces de realizar. Pero esa capacidad debe ser sopesada debidamente. Quienes no estén en condiciones de realizar un digno papel deben quedarse en casa. El Consejo de Deportes, a través de sus federaciones, conserva intactas todas las costumbres de la ex delegación nacional. Hemos avanzado bien poco.

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