Importantes hallazgos históricos y arqueológicos en la catedral de Lugo

Importantes hallazgos históricos y arqueológicos han sido realizados en la catedral-basílica de Lugo, durante los trabajos de limpieza y restauración llevados a cabo en el templo, en los que fueron destapiados algunos, de los arcos existentes.En estas obras de restauración la Dirección General del Patrimonio Artístico ha invertido cerca de tres millones de pesetas para obras de apuntalamiento definitivo en parámetros completos, arcos y bóvedas y la apertura de vanos que dará mayor luminosidad al templo. Con las tareas que ahora se realizan quedan definidas las diferentes etapas arqueológicas, ...

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Importantes hallazgos históricos y arqueológicos han sido realizados en la catedral-basílica de Lugo, durante los trabajos de limpieza y restauración llevados a cabo en el templo, en los que fueron destapiados algunos, de los arcos existentes.En estas obras de restauración la Dirección General del Patrimonio Artístico ha invertido cerca de tres millones de pesetas para obras de apuntalamiento definitivo en parámetros completos, arcos y bóvedas y la apertura de vanos que dará mayor luminosidad al templo. Con las tareas que ahora se realizan quedan definidas las diferentes etapas arqueológicas, históricas y arquitectónicas de esta catedral.

Además de varios capiteles, han sido descubiertas pinturas murales en las arcadas románicas que guardan por los laterales el coro de la catedral. Pero quizá el descubrimiento más importante sea el del sepulcro de don Pedro I, obispo de Lugo en la primera mitad del siglo XI, y cuyo entierro permaneció en el completo olvido desde el año 1320 hasta la actualidad.

Según opiniones de los especialistas, las pinturas descubiertas en los arcos formeros de la nave del Evangelio pertenecen a la época intermedia entre el cierre que se verificó para aislar en la nave central el coro primitivo del siglo XIII, y en la otra época en que éste fue demolido para instalar el de Moure, en el año 1624. Las propias pinturas vienen a corifirmar esta teoría y no la dada por otros especialistas en las que aseguraban que datan del año 1624.

Las pinturas murales se encuentran en un estado de desigual conservación. Al lado de partes en las que la pintura se conserva en excelentes condiciones, existen otras en las que su aspecto es bastante deficiente. La fijación de estos frescos no parece fácil, y fuentes cercanas a la catedral aseguraron a EL PAIS que es muy posible que desaparezcan en poco tiempo, al estar en contacto directo con el aire.

En su parte floral aparecen reminiscencias románicas en sus elementos antropomórficos, pues su colocación radial de las imágenes de serafines cuyas alas establecen contacto con sus puntas externas y superiores, creando una ondulación rítmica luciente y colorista de doce rostros que convergen en su mirada hacia la clave, aunque separados ostensiblemente por una flor invertida. El otro arco varía del anterior en la ausencia de esta orla angélica, reemplazada por otra de argumento floral en tallo serpenteante, coronado en la clave por un busto humano inscrito en un círculo al que acosan dos figuras zoomórficas, a la izquierda, en forma de ave de gran pico y lengua bífida, y a la derecha, un cuadrúpedo serpentiforme arrojando llamaradas por sus abiertas fauces, lo cual parece hacer alusión al acoso de las tentaciones o pecados.

En torno a los capiteles descubiertos se ha planteado el debate de si son románicos o visigóticos, aunque la mayoría de los especialistas se inclinan por el criterio de que proceden de la antigua catedral visigótica de Lugo.

Los capiteles se encuentran ligeramente torturados, pero no por ello han perdido nada de su primitiva condición, de clara estirpe visigótica.

Entre ellos destaca uno sobre el que el historiador Narciso Peinado asegura que, juntamente con el que existe en la sacristía de la basílica, procede de la antigua catedral destruida. La escultura tiene como tema las gallináceas, en las que se descubren con facilidad los detalles de sus plumas, sus garras y sus tendones, adivinándose perfectamente la anatomía de las pétreas aves.

La minuciosidad con que han sido realizadas es una de sus notas más importantes.

Quizá el descubrimiento más importante, realizado en el transcurso de estas obras, sea el del sepulcro de don Pedro I, obispo de Lugo en la primera mitad del siglo XI y cuyo enterramiento permaneció olvidado durante 659 años.

Los historiadores creían que Pedro I había fallecido en 1058, fecha inexacta según la inscripción de la lápida de enterramiento, en la que puede leerse, en latín: «Este túmulo contiene en este lugar el cuerpo del humilde pontífice Pedro, obispo. Tú, que eres el que salvas a todos los hombres del infierno, lava las culpas al yacente. Terminó sus días el décimo antes de las calendas de septiembre en la era 1094 (23 de agosto de 1056). »

Esta fecha no concuerda con la que hasta ahora fue aceptada como la del óbito del prelado lucense, insigne varón. Del tiempo de este prelado, el primero de su nombre, sólo se conservaba, con la data del año 1024, un pergamino existente en el Archivo Histórico Nacional, Tumbo V, f.º 36, v.º, sin día ni mes, resolviendo ciertas desavenencias entre el rey don Bermudo y este obispo, el XXII de la sede, que ocupó durante más de 36 años.

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