González Duro: "Se puede hablar de una psiquiatría franquista"

Autor de "Psiquiatría y sociedad: 1936-1975"

Enrique González Duro, jefe del hospital de día de la Residencia Sanitaria Francisco Franco y representante de la psiquiatría más avanzada que se practica en España, ha realizado un análisis ideológico de la psiquiatría durante el franquismo que se acaba de publicar en Akal con el título Psiquiatría y sociedad: 1936-1975.

Dicho estudio, referido a los textos de los psiquiatras que monopolizaron la psiquiatría en ese período, evidencia la endeblez de sus fundamentos científicos y la existencia de un pacto tácito entre la ciencia psiquiátrica y el régimen franquista.«Sí, se puede hablar d...

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Enrique González Duro, jefe del hospital de día de la Residencia Sanitaria Francisco Franco y representante de la psiquiatría más avanzada que se practica en España, ha realizado un análisis ideológico de la psiquiatría durante el franquismo que se acaba de publicar en Akal con el título Psiquiatría y sociedad: 1936-1975.

Dicho estudio, referido a los textos de los psiquiatras que monopolizaron la psiquiatría en ese período, evidencia la endeblez de sus fundamentos científicos y la existencia de un pacto tácito entre la ciencia psiquiátrica y el régimen franquista.«Sí, se puede hablar de una psiquiatría del franquismo», asegura González Duro, con quien conversamos en torno a su libro.

«Una psiquiatría basada en un concepto teológico del hombre e inspirada en las directrices de la peor psiquiatría alemana de los años treinta, que justificaba los tratamientos exclusivamente biológicos.»

«Para suavizar la contradicción entre la concepción teológica del hombre y la agresiva terapéutica utilizada -a base de lobotomías o electroschoks- se recurrió a un vitalismo irracional impregnado de nacionalcatolicismo y a un existencialismo de derechas y cristianizado. Todo se explicaba en función de la vitalidad, término ambiguo definido poéticamente como la sutura entre el cuerpo y el alma.»

«No se admitía la existencia del conflicto -matrimonial, generacional, etcétera-, ni la influencia de los factores exteriores -familiares y sociales- en la génesis de la enfermedad. Así, la psiquiatría actuaba como defensor del sistema establecido. Las causas de la locura eran sólo biológicas y genéticas sin relación alguna con el contexto que la existencia de la locura podría poner en cuestión.»

Uno de los temas que trata González Duro es el intento fustrado de crear una psiquiatría nacional, desligada del psicoanálisís y apoyada en la formulación del arquetipo del carácter español, que debería inspirarse en las figuras de la historia como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, el Quijote, o los generales vencedores.

Psicoterapia nacional

«Para los que abogaban por esta psiquiatría era imprescindible que el médico fuera un buen cristiano; sólo así podrían ayudar al loco, ya que se partía del principio de que el hombre español, sano y vertical, era religioso y de derechas por naturaleza. Los ateos y republicanos eran victimas de una neurosis o del virus marxista, como decía el doctor Vallejo Nájera, padre, quien llegó a proponer la reinstauración de la Inquisición para extirpar de raíz el peligroso mal.»

Hacia otra psicología: factores del cambio

A finales de los sesenta se inició el giro hacia una nueva concepción de la psiquiatría. Para González Duro influyeron en esta evolución el regreso de los médicos que se habían formado fuera de España, la llegada de la primera literatura psiquiátrica y la resonancia de corrientes como la antipsiquiatría, de Laing, o la crítica institucional, de Basaglia.«El desarrollo económico fue otro factor de cambio: el país no podía permitirse el lujo de tener manicomios tan medievales. Así, se comenzó a fomentar la creación de centros para enfermos mentales y a contratar a personal. La salarización consiguiente de los médicos que se dedican en exclusiva a la asistencia psiquiátrica ha favorecido la toma de conciencia en sectores profesionales.»

«Todos estos factores provocaron la serie de conflictos que desde el año 1971 estallan con relativa frecuencia en los centros manicomiales. Los representantes de la psiquiatría nacional se resisten a aceptar las nuevas corrientes, pero, pese a su actitud inmovilista, hay algo que se mueve, y cada vez más rápido.»

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