Las consecuencias de dar una entrada a un escocés vestido con ‘kilt’
Scott Meechan: “Me planté solo, sin billete, a ver una final del Atléti. Andrés me la proporcionó y me ha costado 13 años volver a verle para decirle que gracias a aquello me enamoré del equipo”
Andrés González se convirtió hace 13 años en mi ángel de la guarda y en la persona que me hizo ser quién soy hoy: un escocés de 55 años enamorado locamente del Atlético de Madrid.
Mi historia como aficionado del Atleti había comenzado un poco antes, en 2008. Estaba de viaje en Madrid con mi familia y decidí llevar a mi hijo al Vicente Calderón. Fue un partido extraordinario, con un trepidante 6-3 en el marcador. Ahí, vibrando con el ambientazo, nuestro corazón (habitualmente azul, por el Glasgow Rangers) se tiñó un poco de rojiblanco.
El momento decisivo para hacernos colchoneros convencidos tuvo lugar en 2010. Ese año me planté en Barcelona, esta vez solo, para ver la final de Copa del Rey que nos enfrentó al Sevilla FC. Viajé sin entrada ni nada, pero con la esperanza de llamar la atención de algún aficionado con mi kilt, la típica falda escocesa a cuadros, para que me ayudara. Ese aficionado fue Andrés. Aunque yo no hablaba casi español ni él tampoco inglés terminamos entablando una conversación sobre España y Escocia, sobre la familia, sobre nuestro equipo. Me dijo que unos amigos estaban de camino en un autobús, desde Madrid, y que tenían una entrada de sobra para mí. Me la acabaron cediendo, sin cobrarme de más y sin conocerme de nada.
Tanto ese gesto como la actitud de los aficionados del Atleti, que a pesar de perder la final se quedaron animando una hora más después del pitido final, fue lo que me acabó convenciendo de que ser atlético es de las mejores cosas que te puede pasar en la vida. Desde entonces he viajado muchas veces para estar al lado del equipo: en otras finales y en partidos menos importantes, como un duelo contra la SD Eibar, allí en la ciudad del País Vasco, en 2019, donde me pude hacer una foto con mi gran ídolo, Fernando Torres.
Sin embargo, tenía una espina clavada. El día de la final de 2010, después de darme la entrada, ya no volví a ver a Andrés. Sentía que necesitaba agradecerle todo lo que hizo por mí. No sé por qué tardé tanto tiempo en intentarlo, pero el caso es que hace unos meses viendo las fotos de ese día recordé el nombre de la peña a la que pertenecía, Peña Atlética Alcobendas, y me animé a escribirles por Twitter. ¿Seguiría siendo socio Andrés? No solo obtuve respuesta, sino que además esta fue positiva. Podría volver a ver a Andrés y a los otros miembros de su peña.
Nos reencontramos el pasado enero, en la previa del partido del Atlético contra el Real Valladolid CF. Estuvimos hablando más de una hora, y eso que mi español y su inglés no han mejorado nada en todo este tiempo. Le obsequié con unas galletas y un whisky escocés y le enseñé un álbum de fotos de todos los partidos en los que había estado todo este tiempo con mi hijo.
De eso, al final, es de lo que se trata ser del Atlético de Madrid: no cuenta tanto los trofeos que tenemos en la vitrina, sino las relaciones y la amistad que se forja entre una afición compuesta de gente extraordinaria.
Si quieres descubrir más historias como esta, entra en… Canal del fan