El milagro de llevar a San Mamés a una persona que no le gusta el fútbol
Katia Sarralde: “El primer regalo de mi marido fue una entrada para ver al Athletic, a mí que no me gustaba el fútbol”
El fútbol no me interesaba cuando era una niña. Me fijaba en mi padre y en mis tres hermanos en los días de partido, hinchas del Real Madrid hasta la médula: nervios al principio, inmensa alegría si ganaba, y mucho enfado si perdían. Son mis primeros recuerdos de mi casa en Briviesca, un pueblo de Burgos a una hora en coche de Bilbao. Allí me fui a estudiar Publicidad y allí conocí a Juan Ángel, mi marido. Su primer regalo de novios fue chocante, la verdad. Me sorprendió con una entrada para ver jugar al Athletic Club. “Menudo regalo”, pensé entonces.
Para él era muy importante. Heredó el carné cuando murió su padre, que era socio desde los 12 años. Una tradición familiar de la que me terminé contagiando y que le hemos transmitido a nuestros dos hijos. Ahora soy la más futbolera de mi familia. La única, de los cuatro, que siempre va al campo, haga frío o calor, llueva o haga sol.
Mi estreno fue contra el Real Racing Club de Santander a finales de los 90. El estadio me pareció inmenso, sentía la emoción de la gente por ver jugar a su club en San Mamés, tenía la sensación de estar en un lugar fantástico. Sin embargo, había pocas mujeres y eso me sorprendió. Solo recuerdo a unas pocas señoras de unos 60 años, muy desperdigadas por la grada, pero ni rastro de chicas más jóvenes.
Ahora, en el nuevo estadio, el panorama es muy distinto. Se ven muchos grupos de mujeres de distintas edades. Mi hija Marina, de 17 años, queda con sus amigas en los alrededores del campo, al igual que muchos grupos de chavalas de su edad, para ver el partido juntas.
Cuando ella viene conmigo tenemos un pequeño ritual. Siempre vamos con las bufandas para, en el inicio de los partidos, cumplir con el rito de San Mamés de cantar a toda voz el himno del Athletic. Y, por supuesto, nuestra bolsa regaliz (rojo, claro) y de pipas para los nervios, dos tentempiés que no fallan nunca.
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