El capitán de la Armada que siguió al Barça por los siete mares
Luis Mollá: “He visto derrotas a bordo de portaaviones y victorias metido en el agua en una playa venezolana”
El último partido entre FC Barcelona y Real Madrid lo vi en casa de mi hermano Enrique, un fiel barcelonista como yo, en Hoyo de Manzanares, en la sierra de Madrid. Pese a la derrota, seguramente fue ElClásico que he seguido con mayor comodidad y tranquilidad. He sido durante 45 años capitán de navío de la Armada española (nueve de ellos en la OTAN). Me he pasado media vida viajando y muchos de estos partidos señalados me han pillado en lugares insólitos.
Uno de los recuerdos más felices que tengo es la victoria frente al Madrid por 2-1 en 1991. Estaba en una playa venezolana a las doce del mediodía bebiendo cervezas con medio cuerpo en el agua. El más triste, la final de la antigua Copa de Europa frente al Steaua de Bucarest en Sevilla, a cuyo dramático desenlace por penaltis asistí a bordo de un portaaviones. In illo tempore, en los barcos de la Armada el fútbol no podía verse, aunque si se trataba de un partido relevante hacíamos todo lo posible por acercarnos a la costa.
A mis 67 años estoy jubilado y ya solo navego por afición. Además de escribir novelas históricas, de las cuales tengo ocho publicadas. Nací en Cartagena en 1955 y mis primeros colores no fueron los azulgranas. Mi tesoro era un cromo de Didí, futbolista brasileño del Real Zaragoza que había entrado en casa en un tambor de detergente. Cuando me preguntaban de qué equipo era, contestaba con aplomo que del equipo aragonés. Pero un día mi hermano mayor me llevó a ver un amistoso entre el Cartagena y el Barça. Era la primera vez que veía un partido en el campo y salí maravillado. Ganó el Barça 1-3. Cayetano Re, un delantero paraguayo de la época, metió dos goles y yo, claro, me hice culé.
Más tarde mi familia se fue a vivir a Madrid, justo al lado del Bernabéu. Como me gustaba el fútbol, no tuve más remedio que hacerme socio del Real... aunque seguía apoyando al Barça. Recuerdo en concreto un partido en 1977 que terminó 1-1 porque celebré con una alegría indescriptible el gol del empate en los últimos minutos de Asensi, para disgusto de los aficionados que me rodeaban. Alguien me recomendó que escapara de allí y así lo hice, corriendo hasta casa como alma que lleva el diablo. Yo era un niño y tal vez esté sobredimensionando las cosas, además de que en aquellos tiempos raramente llegaba la sangre al río, pero cuando llegué a casa y el conté a mi madre lo sucedido pidió el carnet y lo rompió delante de mis narices.
- A partir de hoy los domingos te vas al cine si quieres, pero el fútbol se ha acabado, sentenció. Y así fue.
Unos años después aprobé la oposición a oficial de la Armada y marché a Galicia, a la Escuela Naval, dónde aterricé con mi barcelonismo intacto. Y así se ha mantenido hasta hoy.
Si quieres descubrir más historias como esta, entra en… Canal del fan