El carnicero que hizo el camino contrario a Figo
Francisco José Jover: “De niño era el único madridista de mi familia pero la llegada de Cruyff me hizo cambiar de colores”
En mi casa todos eran aficionados del FC Barcelona. Mis hermanos; mis primos, que vivían con nosotros, y por supuesto mi padre, que fundó la peña barcelonista de Novelda (Alicante). Todos menos yo, que me decidí por el Real Madrid. Recuerdo que, en unas fiestas de Navidad, mi padre, Víctor, les regaló a todos camisetas blaugranas de Antoni Torres y Gallego, futbolistas de los 60 y 70. A mí me trajo una de Pirri, entonces mi ídolo madridista. Yo era un niño, pero me quedé muy sorprendido porque no me lo esperaba. La pasión de mi padre era tal que mandó pintar un escudo del Barça en la puerta de nuestro negocio familiar: una carnicería en el mercado municipal de Novelda. Esto fue alrededor del año 1956, o puede que en 1957. Ahora tengo 58 años y las cosas han cambiado bastante.
Cuando fui creciendo me volví cada vez más del Barça. Fue a raíz del fichaje de Cruyff para la campaña 73/74. Me encantaba cuando lo veía jugar con aquella camiseta naranja de la selección holandesa. Al principio todo fueron inconvenientes: tuvieron problemas para nacionalizarlo e inscribirlo en LaLiga, y el equipo perdió muchos de los primeros partidos de esa temporada. Después de eso, se llevaron el campeonato liguero de calle. Incluso le marcaron un 0 a 5 al Real Madrid en su estadio. Reconozco que, tras haber sido fan del equipo blanco, ahora soy muy culé.
Ahora llevo la carnicería que heredé de mi padre, uno de los puestos más antiguos del mercado de Novelda. Lo inauguró su abuelo en 1885. Él pintó el escudo, y yo lo he seguido decorando con los años. Ahora, en el obrador en el que hacemos embutidos caseros y el resto de nuestros productos, lo tengo repleto de carteles y recuerdos del Barça. En 2000 me llevé un disgusto: Figo, nuestro capitán entonces, fichó por el Real Madrid. Me dolió, no lo puedo negar. Me gustaba tanto que me quería parecer al portugués e, incluso, me dejé las mismas patillas que solía llevar él. En 2001, viajé con mi cuñado y un amigo a Madrid y pasamos por la ciudad deportiva del club. Ahí estaba Figo, y recuerdo que no me hizo gracia verle con la camiseta del Real Madrid, aunque fueran de entrenamiento. Mi venganza me la tomé un rato después: visité el museo del Real Madrid con mi elástica del Barça puesta. Mis dos acompañantes parecían, más bien, mis dos guardaespaldas, ya que ellos sí llevaban puestas sus camisetas blancas.
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