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25 años de la Ley Bosman, la anterior gran revolución

En 1995 se aprobó la libre circulación de futbolistas en la Unión Europa y originó más desigualdad entre los clubes y mayores problemas para nutrirse de la cantera

Jordi Quixano
Jean-Marc Bosman, exjugador que provocó el cambio del panorama futbolístico en 1995.
Jean-Marc Bosman, exjugador que provocó el cambio del panorama futbolístico en 1995.

El novedoso y rompedor escenario que plantea la Superliga es toda una revolución en el planeta fútbol, una medida que sacude tanto a los estamentos reinantes como a las normas establecidas. “Si se alcanza un acuerdo entre esos clubes y con presidentes como Florentino, Agnelli… No se podrá regresar a lo que había antes”, conviene Angelo Cascella, abogado experto en derecho deportivo que trabajó durante una década como árbitro del TAS de Lausana. “El fútbol está en manos de unos pocos y ahora lo estará todavía más. Invita a pensar en clases sociales y es posible que se vea un fútbol y luego otro… mucho menos atractivo”, ahonda Albert Valentín, que estuvo en la secretaría técnica del Espanyol, Barça y Marsella, y ahora es el director deportivo de la Academia del Al-Ryyan catarí. “Pero esta revolución con el tiempo será buena porque se trata de evolucionar”, añade un exdirector deportivo de uno de los grandes clubes de Europa que prefiere mantenerse en el anonimato. Sucede, sin embargo, que no es la primera revolución balompédica porque en diciembre de 1995, hace ahora poco más de 25 años, se aprobó la Ley Bosman.

Todo empezó al inicio de la década de los 90, cuando el futbolista Jean-Marc Bosman se rebeló ante las leyes establecidas, pues acababa contrato con el Lieja belga y el club -que por entonces tenía la potestad de reclamar una cláusula aunque no hubiera ligazón contractual- le propuso renovar por un año con una rebaja salarial del 75%. El entonces centrocampista se opuso porque entendía que eso era contravenir el derecho de libre circulación de trabajadores en la Unión Europea (establecida en 1989) y porque no podía irse al Dunkerke, reacio a pagar dinero por el traspaso. Y aunque Bosman perdió su carrera en clubes menores, no así su legado, pues desde 1995 el Tribunal de Justicia de la Unión Europa dictó sentencia al declarar ilegales las indemnizaciones por traspaso si el contrato había finalizado, al tiempo que permitió el proceso migratorio global en la Unión Europea al erradicar los cupos de extranjeros por equipo, cuando antes estaban limitados a tres.

La medida tuvo otras consecuencias colaterales que han explicado el fútbol de las últimas dos décadas y media. “La sentencia del 95 cambió todo porque evidenció que los principios de la Unión Europea, que son la libre circulación, deben ser impuestos en el mundo del fútbol. El problema es que el fútbol debe respetar los principios básicos de la Unión Europea…”, señala Cascella; “y es de resaltar que estos clubes que se salen de la UEFA son los mismos que en los últimos años han tenido balance pasivo increíble y que han ido adelante con plusvalías ficticias, o incluso con violaciones del Fair Play financiero”. Algo similar entiende Valentín: “Se dio una globalización salvaje que nos llevó a la simbiosis con las sociedades anónimas y con la entrada de capitales extranjeros para dar con una pérdida de esencia e identidad de los clubes”. Y añade: “Los mejores fueron a los clubes más grandes cuando antes solo podían tener a unos pocos. Eso hizo que los más grandes fueran aún más grandes. Pero también ha llevado a una especulación y a un inflacionismo que ha provocado que unos pocos agentes dominen todas las operaciones importantes”. Opinión en la que ahonda el exdirector deportivo consultado: “La Ley Bosman aumentó el poder de los clubes, que antes no tenían a los mejores extranjeros, pero sí a los mejores internacionales que tampoco se podían ir…”.

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Todo eso provocó la falta de continuidad en las generaciones de la cantera de cualquier club, al punto de que ya es normal que un chico de más de 16 años opte por acabar su formación en una entidad extranjera porque le ofrecen un proyecto deportivo más interesante y sobre todo más dinero. Circunstancia que llevó a la UEFA a dictar una nueva regla por la que todos los equipos de la competición debían tener un mínimo de jugadores formados en el país. Cortapisa, sin embargo, que no varió las diferencias existentes entre los clubes, pues a cada temporada se acentúan más las diferencias y se repiten los ganadores. Y, como dato revelador, desde el año 2000, en España solo se han dado dos pichichis nacionales (Güiza en la 07-08 y Tristán en la 01-02); en Inglaterra solo aparece dos veces Harry Kane (15-16 y 16-17), aunque ahora lo lidera Vardy; en Italia es distinto porque Inmobile, Di Natale, Vieri, Luca Toni lo reivindicaron con sus capocannoniere; y en Alemania solo cuatro se han llevado la gloria: Meier (14-15), Kiessling (12-13), Mario Gömez (10-11) y Klose (05-06).

“Antes y ahora, ganan los de siempre. No hay que darle vueltas porque son mejores y porque seguirán teniendo mejor capacidad económica”, explica el director deportivo; “pero si ahora quieren hacer la Superliga es porque creen que la UEFA se lucra demasiado con las competiciones que organiza sin ser parte protagonista. Es un problema de hace años”. Pero la realidad es que no siempre ganan los mismos.... Desde 1996, la Champions solo la han conquistado equipos de las cuatro grandes ligas europeas a excepción del Oporto de Mourinho en 2004. Lo que supone un triunfo del 4% de las otras ligas… Muy lejano del 32,5% que se consiguió en los 40 títulos de la Copa de Europa que se celebraron antes de aplicar la ley, con campeones que difícilmente volverán a serlo como Benfica (dos veces), Celtic, Feyenoord, Ajax (4), Steaua de Bucarest, Oporto, PSV y Estrella Roja, además del Marsella en un título empañado por amaño de partidos en la liga francesa. Una tónica que también se ha visto en los Mundiales, toda vez que en este periodo de tiempo se han celebrado seis y solo Brasil ha pudo decir la suya en 2002 ante la pujanza europea, coronados Francia (dos veces), Italia, España y Alemania. “Ahora se verán todavía más las diferencias porque todos los jugadores que puedan querrán jugar en la mejor competición”, apunta Valentín. “Tiene que pasar un poco de tiempo para que los jugadores y agentes decidan qué hacer”, cierra Cascella. Pero lo que está claro es que está a punto de comenzar la segunda revolución futbolística.

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