Los once viajes de Murakami de Tokio a Bilbao y otras seis pasiones insólitas por el fútbol español
La expansión de LaLiga, de la mano de la televisión, ha enamorado a millones de aficionados de todo el planeta. Son los seguidores fieles que hacen de sus ciudades un nuevo hogar para los equipos españoles y que vibran cada fin de semana al ritmo de la competición
Masami Murakami es un japonés de 53 años que cambiaría Tokio por Bilbao. Carlos Machado, argentino de 48, vive en la Patagonia, pero sueña con Sorvilán, un pueblo de 500 habitantes en la costa granadina. Hans Lange, noruego de 40 años, siente fascinación por las Fallas. Los tres están enamorados de España. Pero en la distancia solo tienen una forma de mostrar su pasión. Murakami no se pierde un partido del Athletic Club. Machado convirtió a toda su familia en hinchas del Granada CF. Y Lange creó una peña valencianista en Oslo para la que ya ha reclutado a 80 escandinavos. Cientos de millones de aficionados de todos los rincones del mundo vibran cada fin de semana con los partidos de LaLiga Santander, que se retransmiten en 178 países. Pero para muchos de estos aficionados, el torneo es algo más que fútbol. Estas son sus historias.
Un 'txoko' en Tokio
Murakami, que trabaja en una empresa de construcciones efímeras, tuvo que viajar a Bilbao en 2005 para montar dos cubos gigantes que formaban parte de una intervención del artista japonés Hiro Yamagata en el Museo Guggenheim. Era la primera vez que visitaba la ciudad vasca sin sospechar que le deparaba un flechazo. Este viernes estará de nuevo en San Mamés para asistir a su 11º derbi consecutivo. “He viajado por más de 40 países, he conocido cientos de ciudades, los vascos son las mejores personas del mundo”, afirma Murakami, que preside la peña Athletic Tokiotarrak. En Tokio, cerca de Shibuya, el cruce de peatones más concurrido del planeta, donde vive, Murakami montó un txoko, donde ofrece pintxos, y que se ha colado en el itinerario obligatorio de los turistas del Athletic. A veces ve allí los partidos de su equipo, con los otros nueve miembros de su peña, todos japoneses. Las retransmisiones se siguen streaming gracias al acuerdo de LaLiga con la plataforma DAZN. Los partidos, en Japón, suelen coincidir con la madrugada. “El mejor horario para nosotros es el de las 12 del mediodía de España”, dice. La victoria contra el FC Barcelona en la primera jornada la vieron en una casa porque era a las cuatro de la mañana. “¡Hizo el gol Aduriz!”, exclama. “Yo era jugador y también usaba el 20 como él, antes de conocer al Athletic. Fue un milagro”.
LaLiga en un campo de refugiados
Baba Abdahalí nació en Auserd hace 35 años, uno de los campos de refugiados saharauis en la provincia argelina de Tinduf. A los 10 años, formó parte del programa de acogida Vacaciones en Paz (que cumplió 40 años este verano), y le tocó “una familia muy futbolera” en Puçol (Valencia), que al final le acogió. Pero lo de “muy futbolera” se queda corto para definir el hogar de Gumer Claramunt, hermano de Pep, una leyenda del Valencia. “Tenemos mucho en común con España, claro, y una de esas cosas es el fútbol”, dice Baba. Cuando los niños vuelven de España, los campamentos se llenan de camisetas de LaLiga. “El torneo se sigue día a día”, afirma.
Baba llevó la pasión por el balón de los Claramunt a su pueblo. Promovió la creación de la Federación Saharaui de Fútbol y hace dos meses ha creado la Penya Valencianista en Dajla, uno de los asentamientos, que pretende que sirva para desarrollar el deporte. Los niños de la peña jugarán un torneo de fútbol contra otras peñas de equipos españoles de los campamentos. El Levante UD y el Villarreal CF tienen también seguidores organizados. “Queremos desarrollar nuestro fútbol. También haremos cursos de entrenadores y de árbitros en la peña”, asegura Baba, que aún está coordinando los últimos retoques para que la sede luzca de la mejor manera.
Escandinavos locos por las Fallas
La realidad del noruego Hans Lange es bien distinta. O no. Lange visitó España por primera vez a los 3 años, cuando sus padres lo llevaron de vacaciones a Albir, cerca de Valencia. “Mi padre es un aficionado al fútbol. Era de equipos de Inglaterra, como la mayoría en Noruega en los años ochenta o noventa, pero me regaló una camiseta del ídolo valencianista Mario Kempes”, cuenta. Entonces, el pequeño Hans comenzó a interesarse por el conjunto che y a seguir la clasificación y los resultados por los periódicos. Regresó a Valencia en 2001, con 20 años, para cumplir su sueño de ir a Mestalla. “Fue un partido difícil. 1-0 contra el Mallorca con gol de Mista. Tantos años jugando a los videojuegos con el Valencia y por fin estaba allí. El tanto fue en el minuto 86”, recuerda. “Y ya sabes cómo se pone el Mestalla. Me enamoré”.
Empezó a contactar con gente a través de foros futbolísticos. “Muchos suecos, muchos noruegos y también daneses”, dice. Después de dos años hablando, crearon en 2007 Chescandinavia, una peña que cuenta ya con 80 miembros, que “buscaban algo diferente al Madrid o al Barça”. Todos los años organizan un gran viaje durante las Fallas. “Este año hemos ido 25 personas”, cuenta. La primera jornada liguera de esta temporada la vieron en un bar en Oslo, “con dos o tres aficionados de la Real Sociedad”. “Antes los partidos no se emitían aquí y no podía verlos”, dice. Ahora cuenta con un abono en Strive, una plataforma de streaming que se hizo con los derechos de LaLiga en Noruega.
Mucho más al sur que Granada
Carlos Machado se mudó hace dos décadas desde Buenos Aires a la Patagonia, lejos de todo. Sabía que tenía familia en España y poco a poco, desde la distancia infinita, fue reconstruyendo su “árbol genealógico”. No reunió la documentación suficiente de sus parientes de Lugo, aunque sí averiguó que una de sus bisabuelas era de Sorvilán, un pueblo de 555 habitantes de la costa granadina. Y acudió. “La mitad del pueblo tenía su apellido”, recuerda de su primera visita en 2014, además del guiso del choto, “el arroz de Graná” y un ron casero que aún le hace agua la boca. Planeó volver la primavera siguiente pero buscó otra manera de apuntalar su vínculo con la tierra de sus antepasados. Machado, técnico amateur, apasionado por el fútbol (jugó hasta los 16 años, pero un accidente automovilístico lo alejó de las canchas) se pasó el año contactando con las peñas del Granada para hacer lo que no pudo conseguir en la primera visita, conocer el Nuevo Los Cármenes.
Las peñas hicieron su trabajo. Fue invitado a un almuerzo organizado por LaLiga Experience, antes de un partido, para recibir a una familia israelí en el partido liguero ante el FC Barcelona. De regreso, en enero de 2016, fundó la peña Patagonia Rojiblanca, que cuenta con 16 granadistas, mayormente miembros de su familia y que tienen un grupo de Whatsapp donde comparten cuestiones de actualidad del equipo. En 2017 regresó con su esposa y dos de sus cuatro hijos para asistir al congreso nacional de peñas, que se celebró en Granada.
Machado vive en Rada Tilly, una ciudad de la Patagonia, 1.800 kilómetros al sur de Buenos Aires, la capital argentina. Todos los fines de semana ve a su equipo por ESPN, pero para estar presente en el último ascenso salió “como un relámpago” a Buenos Aires, visitó a sus hijos que están estudiando allí, hizo 70 kilómetros hasta el aeropuerto de Ezeiza, voló a San Pablo (Brasil), donde tuvo una escala de horas, partió a Madrid, donde aterrizó un sábado a las dos de la tarde. El partido era a las 20.30 y le cambiaron el horario del último avión Madrid-Granada. “Jaime Tortosa, del departamento de eventos del club, ¡vino a buscarme a Barajas! y me llevó directo al palco de honor”, dice. Cinco días de viaje para estar en el hogar de su alma durante dos y medio.
Un ‘txuri-urdin’ en el desierto
Como un predicador en el desierto, Faris al Hathloul defiende los colores de la Real Sociedad en soledad. Este saudí de 24 años asegura que, aparte de él, no hay ningún otro txuri-urdin en Riad, la capital del país. Sus amigos son del Valencia, del Real Madrid o del FC Barcelona, así que le miran algo raro. Dice que hay gente que a día de hoy sigue sin creérselo, y no es porque no haya dado pruebas de su fe: ha llegado a recorrer dos veces los cerca de 6.000 kilómetros que separan su casa del Reale Seguros Stadium (antiguo Anoeta), donde vio ganar a su equipo contra CA Osasuna en 2017 y contra el RC Celta en 2018. Por correo electrónico insiste en una idea, que recalca hasta tres veces: “La Real es el mejor club, el más grande de LaLiga”.
Al Hathloul se enamoró del equipo en una de sus épocas más brillantes, cuando compitió por el título con el Real Madrid en la temporada 2002/2003. Era la época de los Nihat, Kovecevic, Xabi Alonso, Karpin o De Pedro. Hoy su jugador favorito es el delantero hispanobrasileño Willian José, segundo máximo artillero del equipo la temporada pasada. Para este curso, fichajes como los de Portu o Aleksander Isaak le dan esperanza de inaugurar nuevos tiempos de grandeza. “Sería un sueño ver a la Real clasificarse de nuevo para competiciones europeas”.
El restaurante de los valencianistas de Panamá
Cuando comienza la temporada de LaLiga Santander, la panameña Lineth Rodriguez ya sabe que tiene una cita cada fin de semana el restaurante La Reina o en el Peskito Centenial con un número de comensales cada vez más grande. Comen paella o tapas, pero a veces desayunan porque allí son siete horas menos que en España. Y los partidos los miran por Sky "en televisión de cable". Rodriguez, periodista de 38 años, es la fundadora de la Peña Valencianista de Panamá, creada en 2006. Ella seguía ya al equipo desde 2001, cuando llegó su ídolo, el mediapunta argentino Pablo Aimar. En una clase de Opinión Pública en su universidad se usaban siempre casos de LaLiga y se hablaba mucho del Real Madrid y del FC Barcelona. “Me aburría e hice una convocatoria a fans del Valencia, pero llegó solo una persona y me dio tristeza”, recuerda. Pero al poco tiempo fueron más y más y el valencianismo se fue expandiendo por Panamá. “Algunos son familiares de valencianos, otros lo siguen desde Rommel Fernández, gloria panameña que jugó en el equipo”, explica Rodríguez. Para este año quieren tener una sede propia, montar un museo con recuerdos y seguir quedando para ver todos los partidos. “Tenemos una junta directiva que se reúne mes a mes para revistar detalles, organizar actividades entre los peñistas o convocar más gente”, cuenta. “Este año también ayudamos a promover un campus en Panamá que trajo a varios entrenadores del club para desarrollar el fútbol de los niños de aquí”.
Expectación sevillista en Bélgica
Hasta Bélgica viajó la pasión de Alfonso Monago, que vive en Bruselas hace 18 años. Este sevillano, que trabaja liderando proyectos de política regional en la Unión Europea, conoció a Jo Vanneke, un flamenco de Brujas que había visitado Sevilla en primavera y que se había quedado impactado con el ambiente en el Sánchez Pizjuán. “Hay mucha gente en Bélgica que prefiere ser de otro equipo que Barça o Madrid. Nosotros no ganamos muy seguido, pero cuando ganamos somos de morirnos”, dice Monago. “Recibo correos electrónicos todas las semanas de gente que quiere saber dónde ver el fútbol”, explica. Planificar los viajes aún se les hace difícil por la anticipación que ello requiere. “Nuestro objetivo para este año, que tenemos a Monchi, es hacernos todos socios para poder ir a ver algún partido importante”, afirma. Monago, a diferencia de quienes encontraron su hogar en el alma de los equipos españoles, de quienes se llevaron de España una pizca de pasión, hizo el camino inverso: “Encontré mi sitio en Bruselas y solo me faltaba el Sevilla”.