Ni tele ni vídeo, sino el rabillo del ojo
El árbitro desatiende al juez de línea, a las protestas unánimes del público y a la tecnología e invalida un gol de España en el último segundo, que le condena ante Croacia (7-8)
Hay partidos que se eternizan y, sin embargo, el marcador queda inamovible de por vida. No hay nada más frío ni despiadado que una decisión arbitral refrendada en un acta. Ya puede arder Troya, igual da que 5.000 aficionados canten “¡goool, goool, goool!”, todos a una como Fuenteovejuna, como en el Waterpolo Arena. No importa que el video marcador de la piscina repita la jugada en que se aprecia cómo la pelota atraviesa la raya, después que el reverso de Iván Pérez pase por debajo de la palma de la mano de Josip Pavic, hasta que los miembros de la mesa, ruborizados, ordenan: “Ya basta de imágenes. Paren máquinas”.
Croacia, 8; España, 7
Croacia: Josip Pavic, Damir Buric (1), Miho Boskovic (1), Niksa Dobud (2), Maro Jokovic, Ivan Buljubasic, Petar Muslim, Andro Buslje (1), Sandro Sukno (2), Samir Barac, Igor Hinic (1), Paulo Obradovic.
España: Dani Pinedo, David Martín, Xavi Vallés, Iván Pérez, Balazs Sziranyi, Mario García, Blai Mallarach, Marc Minguell (1), Xavi García, Guillermo Molina, Felipe Perrone (2) y Albert Español (4).
Tampoco sirve de nada que los jugadores, el entrenador, el delegado y cuantos forman parte de la expedición española, desfilen ante el colegiado, para invitarle a que consulte con el juez de línea, que ha dado gol. Ni vale el papeleo ante la federación, reivindicando justicia, ni las influencias. No hay marcha atrás: Croacia, 8-España, 7. La decisión del árbitro es inapelable, por más instintiva, precipitada o caprichosa que haya sido. El esloveno Boris Margeta ha decidido que no ha sido gol y no da gol por tutasis. Ni quiere mirar nada, ni hablar con nadie, solo y dichoso ante el peligro, sheriff de la piscina.
Ahora mismo, Margeta se siente el hombre del partido, más importante que Albert Español, que acaba de marcar cuatro tantos. No necesita constatar su decisión con los auxiliares habilitados expresamente para jugadas como la sucedida, imposible discutir su criterio, nada de mirar la televisión, que se ha pasado la mañana recordando la normativa del waterpolo. Nadie se desdijo antes en un momento tan extremo. El rabillo del ojo se impone a la tecnología, también en el waterpolo, un deporte cada vez más profesionalizado y, sin embargo, pendiente de arbitrariedades como la de Margeta.
Los partidos no se rearbitran y los aficionados se preguntan a qué viene marcar para los espectadores la línea del fuera de juego y del penalti si después un gol no es gol, por más que lo diga la televisión
No hay vuelta de hoja. Las decisiones de los árbitros son irrevocables, no se sabe de ninguna reconsideración, salvo en el pasado Europeo, cuando se modificó una sanción. Los partidos, sin embargo, no se rearbitran y los aficionados se preguntan de qué sirve tanta pedagogía, a qué viene marcar para los espectadores la línea del fuera de juego y del penalti si después resulta que un gol no es gol, por más que se vea en la televisión, simplemente porque al árbitro no lo ha visto o no le ha dado la gana darle validez. No le den más vueltas porque de momento el videoworld sirve para la propaganda y no para la rectificación. Horas más tarde, como era de esperar, la FINA rechazó el recurso.
“Yo he celebrado el gol porque el juez de línea lo ha dado”, afirmó Iván Pérez, cuyo remate de espaldas, a tres segundos del final, sorprendió a Croacia. “Nos sentimos robados”, terció Xavier Vallés. “El resultado puede ser decisivo para los cruces. Puede ser la última ocasión de ganar medalla para una generación que lleva ocho años compitiendo. Lo vio todo el mundo. No se puede permitir”. También el seleccionador Rafa Aguilar se quedó estupefacto: “Es una de las cosas más sorprendentes que he visto en una piscina. ¿De qué sirven los auxiliares? El árbitro no quiso saber nada. No puede ser que todavía no se utilice la tecnología”.
“Juegos Olímpicos, siglo XXI, y todavía pasan estas cosas; da rabia”, coincidieron todos. “Había 5.000 tíos gritando gol y el árbitro no se ha dado por enterado”, subrayó Felipe Perrone. “Todos nos equivocamos, pero ellos podrían rectificar”. “Ha sido un escándalo”, insistió Blai Mallarach: “¿Por qué no se utiliza la tecnología? Aquí solo va a misa lo que dice el árbitro”. “Ahora nos ha tocado a nosotros, pero otro día puede ser que le pase a otros”, reflexionó el portero Daniel López Pinedo. “Lo que hay que hacer es mejorar nuestro deporte con la innovación por el bien de todos y nos ahorraremos disgustos como el de ahora”
Ahora mismo, Margeta se siente el hombre más importante que Albert Español, que acaba de marcar cuatro tantos
Los mejores partidos se deciden por detalles y el árbitro fue decisivo para suerte de Croacia, campeón de la Liga Mundial, un equipo muy físico, de gran envergadura, tan complicado de enfrentar que se hace difícil sacar ventaja de las superioridades numéricas. España se defendió excelentemente, incluso en las situaciones de inferioridad, y atacó mal: “Jugamos muy bien con uno menos y no tanto con uno más”, sentenció Aguilar, que apostó como portero por López Pinedo, excelente durante la mañana. La capacidad agonística de los muchachos de Aguilar fue estremecedora hasta que apareció Margeta.
A remolque, tres goles abajo a veces (6-3 y 7-4), después de comenzar 1-0, fallar un penalti y rematar dos veces a la madera, los españoles dispusieron de tres ocasiones para ponerse por delante en el último periodo. Habían estado finos y rápidos, agotaron a Croacia con su dinamismo y contragolpe y se disponían a rematar el partido. Las jugadas episódicas resolvieron entonces a favor del equipo de Rudic: palmeó sin éxito Minguell, convirtió un penalti Sukno y en el último ataque Margeta le negó el gol a Iván Pérez. Aunque todo el mundo está convencido de que el partido acabó en empate, el acta dice: 8-7 para Croacia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.