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LIGA | SEVILLA 1 - ATLÉTICO DE MADRID 0

El Sevilla se cuelga de Navas

La velocidad y la picardía del extremo sevillista desencaja a un Atlético que se hundió en el tramo final

El Atlético estrenaba ayer ante el Sevilla un tramo de la temporada que puede acabar siendo crucial para su devenir. A la visita del Oporto en Champions de la próxima semana, se le añaden las del Barça, el Madrid y el Villarreal en la Liga, ante los que sólo consiguió un punto en la primera vuelta. El Sevilla salió airoso y triunfante de un encuentro tan alocado como imprevisible, sin más partitura que la de Jesús Navas.

Y sin embargo, el conjunto de Jiménez y el de Abel dieron la impresión de haber escrutado al milímetro a su rival. Sus virtudes y sus defectos. El análisis previo condujo a una primera parte en la que la pizarra prevaleció sobre cualquier atisbo de juego. Pocas ideas y mucha lucha en el fango. Sonó el silbato inicial, y poco tardó en aparecer la adrenalina con la que están cargados los partidos entre el Sevilla y el Atlético. Romaric midió mal sus fuerzas en un salto con Perea mientras el balón caía del cielo. Un testarazo involuntario del sevillista en la cabeza del defensa atlético acabó con éste tumbado en el césped, noqueado, y camino de un hospital con un traumatismo craneoencefálico. Tras el choque, Seitaridis ocupó el lugar del colombiano. Y Diego Capel entró por el marfileño, con una brecha sangrante en su cabeza.

Los cambios trastocaron los esquemas iniciales. Renato retrasó su posición y cedió la media punta a Perotti. La presencia del brasileño poco cambió la situación en el círculo central, abandonado, sin dueño, huérfano de alguien que tomara las riendas. Ni el Sevilla ni el Atlético mostraban la menor intención de imponerse en la zona.

El juego del Sevilla lleva un tiempo sustentado en la arquitectura de los castillos de arena. Mucha arena y poca solidez. En la línea divisoria, al cuadro andaluz se le apagan las luces. Tampoco el Atlético andaba muy lúcido. Maniche, por momentos, se desconectó del partido. Y Assunçao está para otros menesteres. El Sánchez Pizjuán se encontró con un partido rocoso, de rompe y rasga, cada vez más orillado. Simao se marcó una carrera en la banda derecha, pero Forlán estrelló en el larguero el centro del portugués.

La reacción del Sevilla también corrió pegada a la cal. Y con un nombre propio que ha cogido la responsabilidad de alegrar el juego del equipo de Nervión. La figura de Jesús Navas, delgado él, casi se diría que enclenque, no le supones excusa para cargarse con todo el peso que sea necesario. Ayer lo volvió a demostrar.

El partido seguía por los mismos derroteros tras el descanso. Sin guión establecido, parecía el momento de las individualidades. Abel dio entrada a su artillería. Primero Maxi, y más tarde Agüero y su recién paternidad, fueron la apuesta fallida del Atlético. En el Sevilla, Jiménez movió las piezas, y reapareció Acosta. Pero el técnico andaluz tenía a su mejor baza en el césped desde el inicio.

Navas había avisado en el primer tiempo con un latigazo que detuvo Leo Franco. Y en los estertores, demostró porque se ha convertido en un indiscutible. A su velocidad, suma ahora la picardía y la experiencia de los minutos acumulados en las piernas. El extremo vio con el rabillo del ojo como Fazio buscaba un pase interior a Kanouté. La zaga rojiblanca dio un paso adelante para invalidar el envío, pero no contó con el eléctrico Navas. Llegó desde atrás, recogió el cuero y con el exterior de la bota, lo cruzó hacia el palo izquierdo de Leo Franco.

Un toque sutil que desencajó la cara de la defensa atlética iluminó la de los locales, cada vez más dependientes de un joven que tras una apariencia frágil esconde toda la fortaleza del Sevilla.

Forlán salta con Adriano y pierde el equilibrio en una acción del partido.
Forlán salta con Adriano y pierde el equilibrio en una acción del partido.AP

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