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Nunca tanta gente vio películas, pero nunca tan poca fue al cine

En 2024 cada español fue 1,5 veces a una sala, y las dos últimas semanas de taquilla subrayan la caída. En cambio, el 15% de la población ve filmes en casa diariamente y el 60,7% al menos una vez por semana. Ha cambiado la manera de consumirlo

Nochevieja. Reyes Magos. El cumpleaños. Fechas muy señaladas, por únicas. Casi como ir al cine en 2024, cuando cada español compró apenas 1,5 entradas de media, según el Anuario estadístico recién publicado por l...

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Nochevieja. Reyes Magos. El cumpleaños. Fechas muy señaladas, por únicas. Casi como ir al cine en 2024, cuando cada español compró apenas 1,5 entradas de media, según el Anuario estadístico recién publicado por la SGAE. Supone la asistencia más baja que se haya registrado jamás, salvo en la crisis de la covid. Y coincide, a la vez, con un crecimiento inédito: el 15% de la población ve filmes en casa diariamente y el 60,7% al menos una vez por semana, en porcentajes aportados por la Encuesta de Hábitos y Prácticas del Ministerio de Cultura. Nunca el público ha consumido más cine. Nunca, sin embargo, ha acudido tan poco a disfrutarlo en una sala. Una maldición que bien resume Frankenstein, de Guillermo del Toro, el estreno más esperado de este viernes: Netflix ni siquiera ha accedido a detallar a EL PAÍS los cines donde se proyecta, antes de pasar a su catálogo digital en dos semanas. Y eso que ofrece un espectáculo fílmico hecho aposta para una pantalla colosal.

El célebre monstruo tampoco rescatará la taquilla, en caída libre continuada: el pasado fin de semana las 20 películas más vistas en España sumaron 3,4 millones de euros, una recaudación como solo se vio en 2020 tras la pandemia... Si no fuera porque el anterior, en realidad, resultó aún peor: 3,3 millones, lo que sugiere que no se trata de mera anécdota. Sin embargo, durante el mes de octubre aterrizan en las salas 69 títulos, una cantidad que llega a su apogeo este viernes, con 13 lanzamientos, Frankenstein incluido. Más que casualidad, parece tendencia. En 2023 se estrenaron en cines 728 películas, de las cuales 288 eran españolas: de media, 14 nuevas cada semana (no todas se estrenan los viernes, y muchos son estrenos minúsculos). La cifra de exhibición anual ―la suma de lanzamientos y reposiciones― se ha disparado hasta 2.645 filmes, la más alta desde 1989. Del total de largos exhibidos, 782 fueron españoles: prácticamente el doble que hace 15 años. A falta de asistentes, las salas se llenan de películas.

Álvaro Postigo, director general de MK2 en España y presidente de Federación de Cines de España (FECE), que agrupa al 80% de las salas españolas, no regatea la cuestión: “Antes teníamos una época muy mala, mayo-junio. Los estrenos de verano garantizaban una temporada estival estupenda, igual que el final de año, de octubre a diciembre. Eso se acabó. Las películas, ahora, se están estrenando de una forma errática, cargando la mano en los lanzamientos digitales, que no siempre es la mejor estrategia... Hay un desorden provocado por las plataformas”. Los datos confirman que julio, agosto, noviembre y diciembre siguen siendo, por ese orden, los meses con más tirón. Y que la asistencia se concentra en el fin de semana. Justo cuando, por otro lado, no hay descuentos.

De ahí que el cine tenga otra peculiaridad: la razón principal para no ir, según el informe de Cultura, es la falta de tiempo, igual que en casi todas las disciplinas artísticas. Pero el precio supone el segundo obstáculo más relevante: lo cita uno de cada cuatro. Van más los jóvenes que los mayores: de 15 a 54 años, acuden más que la media nacional; de 55 en adelante, mucho menos. Influyen también estudios, poder adquisitivo o residencia en poblaciones más grandes, igual que en otros ámbitos culturales. Pero exclusiva del séptimo arte es otra respuesta de la ciudadanía: un 11,6% no elige un filme en sala porque “prefiere verlo en televisión, vídeo o internet”.

Guillermo del Toro dirige a Oscar Isaac en 'Frankenstein'.

En este intento porque esa audiencia vuelva a los complejos cinematográficos, a priori, los estrenos del fin de semana pasado tenían incluso cierto tirón: la comedia La cena, con Mario Casas, que es la que mejor ha salido parada en su lanzamiento (465.669 euros, que tampoco es una gran alegría); el drama La deuda, de Daniel Guzmán; la ganadora de la Palma de Oro Un simple accidente, de Jafar Panahi; La vida de Chuck, adaptación de una historia de Stephen King por Mike Flanagan; y Caza de brujas, drama de Luca Guadagnino con Julia Roberts. Ninguna lideró la taquilla: ese honor, con 767.142 euros, recayó en La casa de las muñecas de Gabby, que lleva al cine el universo de la serie infantil de televisión que mezcla animación con actores de carne y hueso. El top 20 acumuló los mencionados 3,4 millones de euros.

Ni las hasta hace poco consideradas películas-evento, que arrastraban a más público y que beneficiaban por su tirón a otros filmes, están funcionando. También es cierto que Netflix, que este año ha producido varios títulos con posibilidades de llegar a los Oscar y llenar salas, ha decidido realizar estrenos físicos casi testimoniales dos semanas antes del aterrizaje digital. Una casa llena de dinamita, de Kathryn Bigelow, un thriller sobre los 18 minutos en los que un misil nuclear vuela rumbo a destruir Chicago, se estrenó en la Comunidad de Madrid —la única con una media de asistencia anual de 2,1 veces por ciudadano— en un cine en Coslada, otro en Leganés y en las dos primeras sesiones de tarde de un complejo comercial en el barrio de Ciudad Lineal.

Netflix ha declinado informar sobre en cuántas y qué salas podrá verse Frankenstein, y ha preferido no participar en este reportaje, remitiéndose a declaraciones de su consejero delegado, Ted Sarandos, en medios estadounidenses. Este jueves, en varias webs de preventa, se podían adquirir tickets para el largo de Del Toro en una veintena de complejos cinematográficos.

Postigo advierte: “Nos tenemos que olvidar de vender 100 millones de entradas al año. Se acabó. Nos quedaremos en 75 millones. Con una buena temporada, 80. Y espérate si al final Netflix adquiere Warner-HBO. La compra de Fox por parte de Disney ya fue un error clarísimo de concentración y pérdida de identidad. Esto sería peor”. Y subraya: “Solo las salas de cine independiente o en versión original subtitulada están en cifras prepandemia. El resto no, y pronto varios complejos cerrarán”.

Ya está sucediendo: el año pasado desaparecieron 39, todas independientes, lo que hizo descender el total de salas en España a 3.569, el dato más bajo en una década. A la vez, está cambiando su estructura: la más habitual sigue siendo el cine monopantalla, que representa el 44,9%. Acoge, sin embargo, solo el 2% de las sesiones y el 4,6% de las entradas. Nueve de cada 10 espectadores, al revés, acuden a los complejos de al menos seis salas. Del cine de barrio al del centro comercial. Con exitosas excepciones como los Embajadores de Madrid, cuyo éxito les permitió abrir un segundo espacio en la capital y otro en Oviedo.

Sobredosis de producción

“Hay una sobredosis de producción provocada por las ayudas y porque hay una demanda en las plataformas y en las televisiones de contenidos. Los cines no son capaces de asumir todos esos estrenos y las empresas que los distribuyen no son capaces de lanzarlos adecuadamente”, reflexiona Postigo. Puesta a escoger ante tamaña marea, la ciudadanía elige un rumbo seguro: el año pasado, las 10 películas más vistas se llevaron el 36% de las entradas vendidas. El resto del pastel, así, se pelea entre cientos de títulos. Suelen ganar los de EE UU: representan el 61% de las proyecciones, el 68% de los espectadores y reciben la mejor valoración, con un 7,3. Detrás queda el cine español: 21,7% de sesiones, aunque 18,4% de las entradas vendidas. Su nota media es un 6,8. Las películas de Francia y Reino Unido resisten, mientras que las latinoamericanas agonizan: apenas atraen a un 0,4% de espectadores, y reciben una valoración media de 4,8.

Ni siquiera las estrellas llenan las butacas. Los estrenos de Margot Robbie, Colin Farrell, Dwayne Johnson, Emily Blunt, Channing Tatum, Kirsten Dunst, Jennifer Lopez, Julia Roberts, Andrew Garfield y Keanu Reeves no han recaudado lo esperado en todo el mundo. Apenas un 19% de la población escoge qué ver por los actores. La clave, en el cine, igual que en teatro o literatura, es el tema: en eso se basa el 36,4%. La opinión de familiares y amigos cuenta para 1 de cada 10, y aún menos la publicidad (7,4%), el guion (6,1%), la dirección (4,9%), las críticas profesionales y la opinión en redes sociales, con un 3,3% cada uno. Los premios recibidos resultan casi irrelevantes. Sí parece influir, en cambio, el género: películas de acción y aventura y comedias son las opciones favoritas de la ciudadanía. Como indicio, en el listado de las películas españolas más taquilleras en lo que va de 2025, no hay dudas en la primera posición: Santiago Segura prolonga su conexión popular con Padre no hay más que uno 5, con 13,3 millones recaudados. El primer filme de autor entre las españolas más taquilleras de este año es Sirât, de Oliver Laxe, en séptimo lugar, con 2,8 millones.

Porque los datos, entre tantas malas noticias, también dicen que el cine interesa. Es cierto que la población que fue al menos una vez en el último año ha bajado del 57,8% precovid al actual 48,5%. Pero las salas registran uno de los porcentajes más bajos en la categoría “no ha ido nunca o casi nunca”: un 17%. Aunque mucha gente al final no vaya, parece que a menudo, por lo menos, se lo plantea. Y existe un bloque muy asiduo, un 28% que visita los cines al menos 2,5 veces por trimestre. En general, un filme en sala es la tercera actividad cultural que más interés despierta, detrás de música y contenidos audiovisuales, una opción que en la práctica supone ver películas (o series y otros vídeos), pero en casa. Y que no para de crecer: el 86,4% de la población lo hizo en el último año y el 35,6% cada día. Entre los jóvenes, los porcentajes incluso aumentan.

Lara Pérez Camiña, de la productora y distribuidora BTeam Pictures (este año están detrás de Sirât y Los domingos) y copresidenta de Adicine, la asociación que agrupa a los distribuidores independientes cinematográficos, apunta que, aun siendo los resultados de taquilla malos, les va peor a las majors (las distribuidoras de Hollywood) que al cine de autor. “Pero los necesitamos. Las películas-evento atraen a la gente. Este verano ha habido sobredosis de cine familiar, se ha mareado al público, y nos ha repercutido a otros. Nos preocupa esa caída de audiencia, claro”, reflexiona.

Sobre la cantidad de estrenos, explica: “Cuidado, porque en España esto sucede desde hace años, no es reciente. Algunos de los miembros de Adicine sí creemos que hay un exceso, que con menos estrenos cuidaríamos y atraeríamos más espectadores. Sin embargo, cada empresa de distribución, pequeña, mediana o major, hace su política”. ¿Es cierto que esta cascada puede venir impulsada por ayudas al lanzamiento del cine europeo? “Eso es un bulo. Es como lo de que el cine español vive de la subvención. Nadie estrena un filme solo por eso. Esas subvenciones son solo parte del engranaje económico, y no saldrían las cuentas pensando solo en ayudas”.

Tras la pandemia, chocaron dos teorías: se volvería a las mismas costumbres de antes o algo había cambiado para siempre. Por ahora, la segunda acumula más argumentos. La caída de la taquilla ni siquiera es una cuestión de España: en Francia, Italia y países fuera de la UE como México también se ha reducido. En Francia las salas llevan nueve meses consecutivos a la baja (15% menos, y un decalaje de 20 millones de espectadores menos), tras un 2024 espectacular (1.360 millones de euros recaudados gracias a 181,3 millones de entradas vendidas).

Por eso, el Consejo Nacional de Cine francés (CNC) ha ideado un plan específico para proporcionar un flujo de caja inmediato a exhibidores independientes medianos y pequeños que encaran problemas de liquidez o, incluso, la quiebra. Ese dinero no provendrá del presupuesto nacional, sino de un impuesto sobre las entradas que el CNC recauda de los exhibidores y ahorra para ellos. Así que el CNC emitirá anticipos en efectivo a los dueños de salas que lo necesiten con sus ahorros y, a diferencia de los subsidios, esos anticipos deberán ser reembolsados por ellos. “Por eso en Francia van por delante, apoyando a quien más lo necesita”, incide Postigo. En Alemania esta semana, el Gobierno ha lanzado un programa de ayudas a salas que proyecte cine alemán, europeo en general o de autor. El fondo, anunciado por el ministro de Cultura, nace con siete millones de euros, y se ha creado por la promesa de que se prorrogue anualmente.

En España, tras no recibir ayudas estatales en 2024, las salas ahora dependen de las comunidades autónomas, encargadas administrativas de esos impulsos financieros. “Pero casi todas están un poco perdidas. No están trasladando bien y rápido los criterios. Estamos en octubre, y hay bastantes comunidades autónomas que todavía no han publicado las bases reguladoras para acceder a las ayudas. El Gobierno de Murcia ya las ha repartido. Otros, como el extremeño, ni las ha convocado. Madrid está en ello, aunque a fecha de hoy no están publicadas”, explica Postigo. “Tenemos un poco la sensación de abandono en la exhibición. Hay mucha preocupación con el contenido, que lo veo lógico y normal, y nosotros encantados, porque vivimos en las películas. Pero de nosotros no se acuerdan. Hemos pedido decenas de veces que nos habiliten líneas de crédito avaladas por el Estado para poder acometer la renovación de sistemas de climatización en las salas y adecuarnos a normativas de sostenibilidad. Y aún estamos pagando deudas del covid”.

Con todo, una iniciativa como la de Cine Senior, por la que las personas de 65 años o más pueden ir al cine por 2 euros los martes gracias a un impulso financiero del Ministerio de Cultura, funciona, y bien: en 2024 fueron 1.689.115 personas durante las 35 semanas de la campaña con una dotación de 12 millones de euros. “Habría que hacer algo similar con la gente joven”, explican desde la industria. Si no, el futuro se les escapa.

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