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Alberto Rodríguez, el director que retrata a España: del 23-F a un ‘thriller’ sobre un alijo de droga

La película ‘Los Tigres’ y la serie ‘Anatomía de un instante’ subrayan el talento de un creador que siempre trabaja con el mismo equipo

A inicios de 2015, durante el sprint final de los premios Goya, ceremonia en la que La isla mínima ganó diez trofeos, su director, Alberto Rodríguez (Sevilla, 54 años), pasó muchos días en Madrid. Hizo toda la promoción y la campaña que le mandaron, pero quienes le conocen señalaban que su cabeza estaba en Sevilla, atento a sus hijos y a sus posibles barrabasadas. La anécdota ejemplifica el cuidado del cineasta por su gente y su equipo, al que ha permanecido fiel película tras película, serie tras serie. Y ese desarrollo profesional ha estallado en este festival de San Sebastián, donde presentó ayer sábado en la competición la película Los Tigres y el viernes que viene estrena la serie Anatomía de un instante. Es el primer director que afronta tamaño doblete en el Zinemaldia (también suya fue la primera serie programada en el certamen, La peste), resaltando una vez más el talento de Rodríguez. Él, tímido, solo apunta: “Voy, como siempre, encantado de la vida a San Sebastián. Particularmente creo que vamos con una buena película y una serie muy interesante. Eso es lo que voy a tratar de disfrutar”.

Con todo, no es de los cineastas más populares, a pesar de su impecable carrera y de tener hasta tres premios Goya en su mano: dos por los guiones de La isla mínima y El hombre de las mil caras, y otro por la dirección de La isla mínima. Puede que por mantenerse en Sevilla o por su coherencia creadora, que le aleja de aventuras más vistosas. A cambio, tiene el respeto de toda la industria y de la prensa y el cariño de su equipo, que jamás dice nada malo de Rodríguez.

Su aparición en el Zinemaldia con dos trabajos tan distintos, que llegaron a solaparse por las fechas en las que el Congreso de los Diputados permitió al equipo grabar su recreación del golpe de Estado del 23-F, también confirma que a través de la obra de Rodríguez se explica España. Si en Los Tigres el motor narrativo es la relación entre dos hermanos buzos (Bárbara Lennie y Antonio de la Torre, el título hace referencia al mote familiar) que no levantan cabeza ni en lo económico ni en lo emocional, y a los que un alijo de coca les puede salvar la vida o reventársela; en Anatomía de un instante se adapta la novela homónima de Javier Cercas, que disecciona el 23-F y desacraliza a quienes vivieron aquel momento. Rodríguez empieza por el largo, nacido de lo que veía de niño cuando iba de vacaciones a Mazagón (Huelva). “Incluso ahora, cuando aún voy en verano, me fascina la petroquímica. A veces casi he tenido un accidente porque me quedo enganchado mirando. Pensé que había una historia, pregunté, nos dejaron visitarla y allí me enteré de los buzos”. Rodríguez se refiere a que las descargas de los petroleros gigantes se realizan en alta mar, y los problemas y las averías se afrontan allí, por buzos especializados. “Hablamos con algunos de ellos y nos pareció tan alucinante que empezamos a escribir el texto”.

Por “nos” se refiere a su compañero creativo, el guionista y ahora director Rafael Cobos. El también sevillano colabora con Rodríguez desde su tercera película, 7 vírgenes (2005). “Alberto es dos años mayor que yo. Yo tenía 29 años cuando nos conocimos en un bar mítico de Sevilla, La sirena, donde un amigo común nos presentó porque sabía que encajaríamos. Yo venía de hacer un proyecto parecido al proyecto que él quería desarrollar, y nos vamos toda la noche hablando”, recuerda Cobos, que ha trabado con otros directores, aunque siempre vuelve a Rodríguez. “Con los años, como director, Alberto ha perdido pudor. Antes tenía muchas reticencias cuando entraba en el lado emocional de los personajes, y ya ha descubierto que les favorece y le beneficia al revés, que es el mal a favor de la emoción porque creo que es más favor de su forma de tener el cine. ¿Y cada persona? Como persona creo que como todos nos vamos haciendo viejos, nos vamos perdonando, aceptando. Ese viaje es importante y él lo ha hecho”.

En Los Tigres, Cobos y Rodríguez construyeron muy rápidamente el personaje del hermano mayor, para el que no se comieron la cabeza: le llamaron Antonio porque sería para Antonio de la Torre. Según Rodríguez, “es un personaje que hace todo va al revés. Y todo lo hace mal. Eso nos pareció muy atractivo. Y compensamos la balanza con alguien que estuviera viendo tan claro que se estaba equivocando y que aun así le quisiera, una hermana, Bárbara Lennie”.

De la Torre bromea con qué imagen tienen de él sus dos amigos si le escriben un personaje tan desastroso en la vida. Malagueño mudado a Sevilla, entró a formar parte del clan Rodríguez con un fracaso. “Hice una prueba con Juanjo Ballesta para hacer de su hermano en 7 vírgenes, y Rafa y Alberto me dijeron que buscaban otra cosa... pero que se quedaban con mi matrícula. Yo salí de subidón, viví con ello un proceso de sanación, valía para eso". Se acordaron. Y le llamaron para Grupo 7, y para La isla mínima, y han escrito para él este buzo. “Alberto siempre ha sido exigente y obsesivo, pero con buenas maneras. Sigue igual con sus ensayos con el guion, con su constante ‘menos es más’. Aunque creo que donde antes era muy cañero, ahora hay cierta calma. Hace lo mismo, pero más relajado”, explica.

En el clan Rodríguez hay más repetidores: el director de fotografía Álex Catalán (ahora, por fechas, ha hecho la serie; la película, con una espectacular y absorbente fotografía submarina, ha recaído en Pau Esteve Birba), el compositor Julio de la Rosa, el montador José M. G. Moyano, diversos responsables técnicos... y Yolanda Serrano y Eva Leira, responsables de los repartos de todos sus trabajos. Ambas subrayan que le quieren. Y continuación desgranan: “Ha madurado. Sigue siendo increíble como saca oro de cualquier cosa que le das, pero ha ganado en seguridad. Confía mucho en quien le rodea y escucha y debate, aunque la propuesta suene a loca. En eso es muy valiente”. Y apuntan una curiosidad: “Se le ve pensar. Cuando le sueltas una bomba, se pone a pensar, se hace el silencio, se toca los rizos, y medita. Posee una gran intuición, por eso construye con éxito grandes historias de grandísimos riesgos”. ¿Cómo le definirían? “Como un sosegado con contundencia”.

Las dos directoras de casting apuntan una idea antes señalada: a través de la filmografía de Alberto Rodríguez se explica España. El aludido se ríe: “Vale, puede. En anteriores ocasiones hemos hecho películas en las que el componente social o político era la cuestión central. Aquí, bajo el drama con toques de thriller ese retrato social está más enterrado... Aunque existe: los espacios que habitan, la precariedad laboral —brutal en el caso de los buzos, que por la salud se jubilan mucho antes y es una profesión con muchas muertes—, la mujer obligada a ser eterna cuidadora muy sutil, y además pretendidamente sutil. Todos los elementos, los espacios que está ocupando ella, que tienen que ver con el tiempo y con dedicar el tiempo a otro”.

Por supuesto, en Anatomía de un instante no hay regate posible: es historia de España. Acabada la película, muchos integrantes del equipo pasaron corriendo a la serie porque el Congreso solo les dejaba rodar en el parón de sesiones del pasado enero. Hubo que cerrar el reparto a la carrera. Solo un amigo hizo el viaje al revés. Rodríguez había llamado a Raúl Arévalo para que su voz fuera el narrador omnisciente seudoCercas que aporta toda su agudeza y subraya las contradicciones de lo que se ve, los choques entre la historia oficial y la verdadera. Y de añadido, hizo de padre (solo con la voz) en las grabaciones caseras que los hermanos buzos guardan de su niñez. Arévalo ya había trabajado con integrantes de este clan cuando se puso ante sus cámaras en La isla mínima, y tiene claro en qué ha cambiado Rodríguez: “Es más seguro. A cambio, no ha perdido esa pasión por luchar por cada cosa y cada detalle. Fíjate, cuando grabé la voz de la serie, Rafael y él debatían hasta los tiempos verbales las frases, porque hasta esos matices son importantes. Alberto mantiene las ganas, que suelen perderse con la edad”. Para él, “esa cosa tan obsesiva y meticulosa es muy bonita de ver; como si observas a un carpintero trabajando la madera”. Por eso, “Alberto es lo mejor que se puede ser: un artesano”.

Por eso Rodríguez, en la entrevista, recuerda cada frase de Anatomía de un instante, como la que incide de manera dolorosa en “la gratitud de España” con algunos de los prebostes de la Transición. “El libro de Cercas me fascinó por cómo crea una ficción con la historia con mayúsculas. Por eso acepté el encargo, porque veía claro el poder hipnótico de los tres traidores [Manuel Gutiérrez Mellado, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo] y que Rafael Cobos y Fran Araújo sabrían ponerlo en los guiones de los episodios”.

El repaso a su equipo acaba con la directora de producción (ganadora del Goya en esta categoría con Modelo 77) y ahora productora Manuela Ocón: no solo forma parte artística de ese clan, sino que es su esposa y madre de sus dos hijos. “Con la confianza que ha ganado en sí mismo, creo que ahora es más feliz. Siempre ha sido sólido, yo ahora veo 7 vírgenes y me parece un peliculón. Estoy de acuerdo con Yolanda y con Eva en que piensa, en que escucha y dialoga”. Hubo un momento en que la pareja, hace tiempo, se planteó mudarse a Madrid. No lo hicieron. “Fue arriesgado, porque temimos quedarnos fuera de la industria. Para la vida familiar nos ha ido muy bien, y para la laboral... No querer participar de cierto ruido ha ayudado en la creatividad”.

Los Tigres se estrena en salas el 31 de octubre; Anatomía de un instante, que se ha acabado justo para su proyección en el Zinemaldia, se verá en Movistar Plus+ a lo largo del otoño. Rodríguez explica que el camino ha sido extenuante: “Yo no quería saber dónde estaba mi límite y el del equipo. Pero es que por accidente, por cómo teníamos que encajar los calendarios, hubo que solapar ambas historias. Ahora toca, más que descansar, disfrutar”.

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