Tom Gauld saca risas hasta de Kierkegaard o la física cuántica
El viñetista, colaborador habitual de medios como ‘The Guardian’ o ‘The New Yorker’, elige y comenta sus mejores creaciones con ocasión de la publicación de su último libro
El filósofo danés Søren Kierkegaard sabía bastante de ironía. Hasta le dedicó una obra, donde la celebraba como una de las claves para una existencia auténtica. Las paradojas ―¿ironías?― de la vida han querido, sin embargo, que su recuerdo no les haga ninguna gracia a generaciones enteras de estudiantes: se le considera autor de uno de los conjuntos de pensamiento más célebres, y a la vez densos y complicados de entender. En el último libro de Tom Gauld, el intelectual recupera su antigua pasión: protagoniza uno de los chistes que llenan Física para gatos (Salamandra Graphic), nueva antología de tiras cómicas del dibujante escocés. Hace años que el viñetista, colaborador de medios como The Guardian o The New Yorker, ha demostrado su maestría para sacar sonrisas de los asuntos a priori menos humorísticos: física cuántica, bioquímica, existencialismo, clásicos literarios. O Kierkegaard. A continuación, él mismo explica cómo lo consigue: selecciona y comenta sus creaciones favoritas del libro.
Una gata en el espacio. “Mi familia recientemente ha acogido a una gata. Se llama Luna e inspiró algunas viñetas del último libro, así como su título. En casa, tiene una trampilla especial para ella, pero generalmente prefiere que uno de nosotros le abra la puerta para dejarla pasar. Coger una experiencia tan ordinaria y colocarla en un contexto extraordinario, como una Estación Espacial Internacional, puede crear una buena viñeta. Normalmente trato de mantener mis imágenes lo más claras y sencillas posibles, pero aquí me lo pasé en grande dibujando todos los detalles de la estación. Espero que la complejidad visual sugiera que abrir la compuerta de aire para dejar regresar a la gata supondrá un buen lío para el desafortunado astronauta”.
El viaje al revés del hombre y el perro. “Siempre llevo conmigo un cuadernito donde garabateo notas, bocetos y cualquier cosa que pueda ser el comienzo de una idea para una viñeta. No recuerdo dónde leí esta frase de Kierkegaard, pero supe inmediatamente que la idea del movimiento hacia adelante y hacia atrás podría tener gracia en una tira. El friki de los cómics que hay en mí disfrutó del reto de hacer que el observador leyera al revés el viaje del hombre y entonces el del perro de la forma habitual”.
Un ratón al volante. “A veces leo una noticia real de ciencia y siento que simplemente tengo que hacer una viñeta sobre ella. Esta empezó con un artículo en New Scientist sobre unos científicos que construyeron un coche minúsculo y enseñaron a un ratón a conducirlo, lo cual ya es bastante divertido de por sí. A partir de ahí, una forma de hacer viñetas es preguntarme ‘¿qué ocurre después?’ y continuar la historia de forma graciosa, pero lógica. En ese momento, había un meme muy popular de una rata en Nueva York arrastrando un gran trozo de pizza por las escaleras del metro, así que pensé que podría ser un final apropiado”.
El gran desastre. “Me preguntan a menudo si pienso antes en las palabras o las imágenes. La verdad es que suelen llegar a la vez: tengo una idea en la cabeza que no es exactamente texto o imagen, y la traslado a mi cuaderno lo mejor que puedo como una mezcla de ambos. Otras veces pienso en una frase divertida y tengo que entender cómo ilustrarla, como en la viñeta de Kierkegaard que comentaba arriba. Esta tira, en cambio, vino del modelo menos habitual: se me apareció la imagen, sin ninguna pista de un chiste. Dibujé una pequeña explosión en mi cuaderno, luego una más grande, y otra más, y estaba disfrutando simplemente de los dibujos, jugueteando con el lenguaje visual de las explosiones. Sabía que el texto tendría que añadir algo inesperado, y se me ocurrió un científico que mirara un inmenso desastre sintiendo envidia, en vez de miedo”.
La tristeza y la bronca. “El reto de esta viñeta era mostrar que Mike se siente castigado y un poco triste por la bronca, sin que podamos ver su cara. Me gusta solucionar este tipo de problemas y me pasé mucho tiempo haciendo ajustes minúsculos en el ángulo de su casco para sugerir exactamente el nivel correcto de abatimiento”.
Materia oscura tumbada en el diván. “Hay algunas escenografías clásicas para las viñetas que parecen haber estado siempre ahí y aparecen regularmente en el tipo de gag que ves en The New Yorker: soledad en una isla desierta, la parca tocando a la puerta, en el diván del terapeuta. Se podría pensar que hay que evitar a toda costa los clichés, pero más bien disfruto intentando sacar algo nuevo e interesante de un tópico. Darles personalidad a objetos inanimados es un buen arranque para una viñeta, pero dediqué la mayoría del tiempo a pensar en cómo retratar a la materia oscura y luego tumbarla de forma convincente en el diván”.
Hablemos de ovnis. “Disfruto jugueteando con el lenguaje de diagramas e infografías en mis viñetas. Me resulta interesante aprovechar un formato concebido para ser metódico, serio y objetivo para hacer algo gracioso. En este caso, empecé mirando todas las fotos borrosas e inconcluyentes de ovnis que se han sacado a lo largo de los años y leyendo sobre la gente que está convencida de que son reales y los otros que dicen que eran simplemente globos meteorológicos o cualquier otra cosa”.
La meta-viñeta. “Leí un artículo fascinante sobre la realidad y cómo podemos saber si vivimos en una simulación. Me dio la idea de una meta-viñeta donde los personajes investigaran su realidad y descubrieran que están en una tira. Como sucede a menudo, escribí muchos diálogos pero tuve que cortar para que cupieran en el espacio reducido que tengo. Espero que un físico cuántico aprecie el cierre, que supone a la vez el remate del chiste y su ausencia”.