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El asesinato de Michele y Rob Reiner: relato de días de horror en Hollywood

Las muertes del director y la fotógrafa a manos de su hijo mediano, con un largo historial de adicciones, han paralizado a Hollywood, donde eran muy queridos. Nick será juzgado por dos asesinatos en primer grado y puede enfrentar cadena perpetua

Flores en la estrella del Paseo de la Fama de Hollywood dedicada a Rob Reiner.Foto: Ted Soqui (EFE/EPA) | Vídeo: Reuters

Los Reiner eran, como diría Tolstoi, una de esas familias felices que se parecen entre ellas, una más, como todas. Pero cargaban con un peso que, efectivamente, las hacía infelices a su manera. El hijo mediano de Rob y Michele, Nick, tenía muchos problemas. De adicciones, de salud mental. A sus 32 años, vivía con sus padres. Ellos estaban más que preocupados, lo comentaban con sus amigos más cercanos: los Obama, los Crystal. Pero probablemente nunca imaginaron que sería Nick quien pusiera fin a sus vidas.

Hollywood no sale del shock. Los Ángeles entera está paralizada, estremecida con la historia de un matrimonio que, además de ser personas famosas y muy queridas por la comunidad, eran simplemente los vecinos de al lado. Los asesinatos del director Rob Reiner (78 años) y su esposa, Michele Reiner (68 años), cuyos cuerpos se encontraron mortalmente heridos por arma blanca el domingo por la tarde, han impactado enormemente a la ciudad. Y más al conocerse que, presuntamente, fue su hijo mediano quien acabó con sus vidas. La Fiscalía anunció el martes, en una multitudinaria rueda de prensa, que presentará sendos cargos por asesinato en primer grado con el agravante de usar un cuchillo, lo que podría acarrearle cadena perpetua o incluso la pena de muerte. Hasta el jefe de policía, Jim McDonnell, apareció quebrado al calificar el caso como “sobrecogedor y profundamente personal”.

Las primeras informaciones apuntaron con mucha rapidez, incluso demasiada, a Nick como el supuesto asesino. El domingo, minutos antes de las siete de la tarde, los medios empezaron a informar de que había dos cuerpos en la casa de los Reiner. Por edad, coincidían con los de los propietarios. Eso no se confirmó hasta casi una hora después. Poco después, más allá de tabloides, medios de confianza como People señalaron al culpable: antes de las ocho de la tarde ya publicaban que Nick era el autor del crimen.

La policía fue mucho más cauta. Con precaución, pero también ocultando cierta información, el subjefe de la policía dio una rueda de prensa el domingo a las nueve de la noche. No desvelaron cómo, o gracias a qué llamada, habían encontrado los cuerpos. A las preguntas de la prensa sobre Nick, solo dijeron que estaban entrevistando a “muchos miembros de la familia”. Afirmaron que también habían hablado con los vecinos como parte de la investigación, y que estos no tenían miedo. “No hay nadie en custodia ni sospechosos identificados”, llegó a decir Alan S. Hamilton, vicerresponsable de la oficina de detectives, a las puertas de la casa familiar de la avenida Chadbourne. “No buscamos a nadie”. 15 minutos después, Nick Reiner era detenido.

La búsqueda tardó unas seis horas en completarse. Los hechos arrancaron mucho antes. La investigación y la autopsia darán más datos al respecto, pero todo parece indicar que una pelea la noche del sábado fue un punto de fricción. Rob, Michele y Nick acudieron a una fiesta navideña ofrecida por el cómico Conan O’Brien en Los Ángeles. En la misma, varios invitados vieron cómo Nick se comportaba de manera extraña, errática (“Nick puso nervioso a todo el mundo, actuando raro, preguntándole a la gente si era famosa”, afirmaba en la prensa uno de los presentes), y cómo surgía una acalorada discusión entre padre e hijo. La cosa se calentó de tal manera que el matrimonio decidió marcharse de la celebración.

Ahí, por el momento, hay un salto temporal. Eso ocurrió el sábado por la tarde-noche. Lo siguiente que se sabe —siempre con información de la prensa local, no de fuentes policiales, que apenas han dado explicaciones por el momento— es que más tarde, esa noche, Nick Reiner se instaló en un hotel de Santa Mónica. Llegó sobre las cuatro de la madrugada y pidió una habitación, solo para una noche. Testigos presenciales afirman que estaba “muy alterado”. Se marchó sin hacer el check out, y los servicios de limpieza descubrieron mucha sangre en la ducha y también manchas en la cama.

De nuevo, aquí hay otro salto. Se desconoce dónde o con quién estuvo Nick esa mañana. Pero sí que sobre las tres y media de la tarde los servicios de emergencias recibieron una llamada desde el interior de la casa. La hizo la hija menor del matrimonio, Romy, de 28 años. Ella, que vive cerca, acudió a casa de sus padres y allí descubrió sus cuerpos ya sin vida. También avisó a otro matrimonio íntimo de la familia: el formado por Billy Crystal y su esposa Janice, que llevan casados 55 años y casi los mismos de amistad con los Reiner. Ellos acudieron a la casa y vieron los cadáveres de sus amigos. No había señales de fuerza en puertas y ventanas. A partir de ese momento, la policía empezó a buscar a Nick.

Tardaron unas cinco horas y media en dar con él. El departamento de policía de la ciudad unió sus fuerzas a las del cuerpo de élite de los U.S. Marshals Task Force, que busca a fugitivos tanto a nivel local como federal, y finalmente fue detenido por la Unidad de Pandillas y Narcóticos de la policía angelina.

Lo arrestaron a más de 25 kilómetros del hotel (y más o menos a la misma distancia de su casa), en el centro de la ciudad, en una zona cercana a la Universidad del Sur de California, la conocida USC, y al llamado Parque de Exposiciones, donde se celebrarán los Juegos Olímpicos de 2028. Esa unidad de la policía llegó a colgar unas fotos en Instagram —ahora borradas— donde mostraban la detención. Nick pasó a disposición judicial a las 5.04 de la mañana ya del lunes y está en un correccional de la ciudad llamado Twin Towers. Se desconoce cuándo aparecerá en la corte porque, según su abogado, Alan Jackson, que ha representado a Harvey Weinstein o a Kevin Spacey, no tiene autorización médica, un procedimiento habitual y necesario.

Los jueces, forenses e investigadores tratarán de desembrollar qué pasó esa noche, pero también qué causó que Nick Reiner matara a sus padres. Sus problemas eran muchos, pero su relación con su familia era fuerte. Compartía la casa de 1.000 metros cuadrados que sus padres tenían en el acomodado barrio de Brentwood. Iba con ellos a fiestas y eventos; igual que estuvo con ellos en la de O’Brien, acudió al estreno de la última entrega de su saga de falsos documentales de rock Spinal Tap junto a sus hermanos, Romy y Jack, y su cuñada, Maria, en septiembre en Hollywood.

“Eran una familia absolutamente unida, hacían todo juntos”, afirmaba una fuente muy cercana a People estos días. “Nunca lograron la estabilidad con Nick, lo probaron todo, darle espacio, mantenerle cerca, pero su sufrimiento era muy profundo”. Los problemas de Nick Reiner con las drogas empezaron desde su adolescencia más temprana, y con 15 años entró en rehabilitación. Allí estuvo hasta los 19, entrando y saliendo una veintena de veces. Vivió sin techo por todo el país, de Texas a Maine. Sobre 2015, a los 22 años, parecía haberse recuperado: salió de las calles, escribió lo que luego sería el guion de Being Charlie junto a su padre, volvió con ellos, estaba centrado. Como dijo en una entrevista en 2016, “hubo mucha oscuridad en esos años”. Pero las adicciones nunca desaparecieron. En 2018, por ejemplo, contó en el pódcast Dopey cómo el año anterior, hasta arriba de cocaína y metanfetaminas, había destrozado la casa de invitados de sus padres.

Sus hijos eran el mayor orgullo de los Reiner. A menudo cenaban juntos, veían partidos de baloncesto en casa, recibían a amigos. Pero también eran su mayor preocupación. El director contó en varias charlas y entrevistas que su relación siempre fue compleja, que nunca terminaron de entender qué era lo mejor para él, que hicieron caso a todos los expertos, a ciegas. “Estábamos desesperados, y como esa gente tenían diplomas colgados en la pared, les escuchábamos, cuando deberíamos haber escuchado a nuestro hijo”, contaba el director de La princesa prometida a Los Angeles Times en 2015.

Pero nunca imaginaron este final. La ex primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, contaba el lunes en el programa de Jimmy Kimmel que ambos matrimonios eran “amigos de hace muchos, muchos años”. “Debíamos habernos visto esa noche. Anoche”, desvelaba con enorme tristeza, alzando la voz por sus queridos amigos: “Rob y Michele están entre las personas más decentes y valientes que jamás conocerás. Se preocupaban por su familia, por su país, por la justicia y la igualdad”.

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