Javier Marías en el recuerdo de quienes trabajaron con él
Tres años después de la muerte del escritor se editan sus últimos textos de ‘La zona fantasma’, título habitual de su sección en EL PAÍS Semanal, en el libro ‘Así que pasen treinta años’
“Pertenezco a ese grupo de personas que después del fatídico 11 de septiembre del 2022 se levantan todos los domingos con la desazón de no poder leer a JM en el PS”. JM es Javier Marías y PS es EL PAÍS, el diario en el que, desde febrero de 2003, escribió el autor de Corazón tan blanco, muerto el día de 2022 que evoca ahora uno de sus grandes amigos.
La frase, que se amplía al final de esta página, es de Agustín Díaz Yanes, cineasta. Tres años después de la muerte del autor de Negra espalda del tiempo, la editorial Alfaguara, con la que publicó sus libros desde 1996, edit...
“Pertenezco a ese grupo de personas que después del fatídico 11 de septiembre del 2022 se levantan todos los domingos con la desazón de no poder leer a JM en el PS”. JM es Javier Marías y PS es EL PAÍS, el diario en el que, desde febrero de 2003, escribió el autor de Corazón tan blanco, muerto el día de 2022 que evoca ahora uno de sus grandes amigos.
La frase, que se amplía al final de esta página, es de Agustín Díaz Yanes, cineasta. Tres años después de la muerte del autor de Negra espalda del tiempo, la editorial Alfaguara, con la que publicó sus libros desde 1996, edita los últimos textos de La zona fantasma, que fue el título habitual de su sección en El País Semanal. La presente entrega, la última del escritor, se titula Así que pasen treinta años.
Marías murió el día que evoca Díaz Yanes, uno de sus mejores amigos. Tenía 70 años. Poco antes, el 7 de enero de 2021, publicó la columna Aún lejos de mil, en la que le explica a su editora de entonces, Belinda Saile, por qué adelantaba el deseo que el periódico tenía de conmemorar las 900 columnas que llevaba escritas. ¿Qué tal, le dijo él, si esperamos a la columna mil? Y en seguida recapituló: “Pero como para alcanzarla faltarían unos años más, e ignoro si voy a durar ese tiempo sin moverme ni en el mundo (aprovecho para desearle a Almudena Grandes una rápida y total recuperación de la dolencia de la que nos habló), me decido a ‘celebrar’ estas 900, que en realidad son 1.309 si les sumo las de la anterior etapa”.
Fueron, y lo siguen siendo, muchos los que acudían a EL PAÍS en busca de los textos, y de las controversias, que procuraban las consideraciones que Marías hacía acerca de la vida nacional e internacional. Y de aquello que él consideraba que, siendo no solo testimonio sino resultado de su imaginación, suscitaba controversia, pasión o alegría. Su muerte fue inesperada, llorada por legiones de lectores en España y en el mundo.
Tres años después de su muerte, Alfaguara saca a la luz lo que fue esencia de su talento para ayudar a entender, a través de este periódico, el mundo que vivimos. Vino a EL PAÍS en circunstancias que ahora recuerda el director que aquí lo acogió, Jesús Ceberio, que ocupó ese cargo entre 1993 y 2006. Desde su nombramiento quiso incorporarlo al equipo de colaboradores habituales. “Él escribía en el dominical de Abc y yo estimaba que este sería su sitio. Se lo dije, acompañado de Ángeles García, su amiga, entonces redactora jefa de Cultura, en el restaurante que siempre transitaba, Julián de Tolosa. Él ya publicaba en Alfaguara. Parecía natural que viniera con nosotros, que éramos del mismo grupo que su editorial. Al contrario, me dijo: era mejor que estuviera en la competencia: ‘No hay que poner todos los huevos en la misma cesta’. Él se sentía cómodo en Abc. Seguimos teniendo una relación habitual, a la que se sumaba Ángeles. Fue él quien se pondría en contacto conmigo luego para venir a EL PAÍS. Abc le había rechazado una columna y quiso venir con nosotros y con esa misma columna. Abc sintió que era anticlerical. Él lo sintió como una censura y decidió cancelar sus colaboraciones allí. Su incorporación fue rápida, casi inmediata. Era alguien que defendía sus puntos de vista de manera radical. Era muy vehemente en sus posiciones y no cultivaba el halago”.
Javier Moreno (director del diario en dos etapas, 2006 a 2014 y de 2020 a 2021) fue, como Ceberio, comensal de Marías en Julián de Tolosa, su lugar en las noches y en los mediodías. “Siempre comíamos allí… Él pedía un chuletón, y yo, que no comía carne, pedía también un chuletón. Tomábamos vino, y había grandes conversaciones, a las que venía también muchas veces Goyo Rodríguez Ramos, entonces al cargo de El País Semanal. A veces amenazaba con dejar de escribir la columna. Decía que no tenía más que contar, que a los lectores no les interesaba ni un carajo lo que él escribiera... Lo que él decía era fundamental para la discusión pública. Él se resistía a sentir lo mismo, pero aquella amenaza nunca se concretó. Él en realidad buscaba cariño, y el periódico nunca fue pródigo en repartir cariño. Las nuestras eran conversaciones de amigos: le contaba problemas del periódico y él me contaba problemas suyos, en ambos casos se hablaba también de la salud respectiva. Acabé entendiendo que mi papel era el de escuchar. Hablaba muchas veces como en sus columnas, criticando lo que sucedía y criticando al periódico, lo que también se refleja en lo que aquí publicaba. Representaba lo que el periódico quería ser: una voz crítica, independiente. Era como un editorial que el diario podía asumir. Y era muy divertido, tenía mucha curiosidad y era querido por los lectores de EL PAÍS. Era el columnista más importante que teníamos en aquella época, con Mario [Vargas Llosa]”.
Julia Luzán trabajó con él, desde EL PAÍS, de 1994 a 2009. “Todos los lunes me llegaba el fax con su columna nada más sentarme. Era una persona educadísima, hasta cercana… Se le rompió una vez la máquina de escribir. ¡Ni por nada del mundo quería una máquina eléctrica, ni un ordenador! Yo bajaba a talleres para impedir que hubiera intromisiones en la corrección de sus textos. Una vez se peleó con [el periodista] Bonifacio de la Cuadra porque este veía un lo donde debía haber un le. Iba a comer con una solapa que parecía una flor. Era tan detallista, lo fue cuando murió mi marido, cuando escribía recuerdos de su madre… Y no menospreciaba el trabajo de los demás. Una vez le dije que me habían gustado Los enamoramientos, su novela. ‘¿De verdad? ¿Te gustó de verdad?’ Yo era la única que tenía el teléfono de su casa en Soria, por si pasaba algo. Nunca lo usé”.
Belinda Saile fue su última interlocutora en El País Semanal. “Era muy metódico, disciplinado… En contadas ocasiones le sugerimos temáticas, como aquella vez que se cumplían sus 900 columnas. Otra ocasión fue cuando la revista se dedicaba a repasar los acontecimientos del año, como a finales de 2020, el año de la pandemia. Aquella columna arrancaba así: ‘Hace no demasiado —quizá en 2018— establecí una comparación entre los años transcurridos de este siglo y los correspondientes del pasado, y, admitiendo cuán mal nos pintaba todo, me daba con un canto en los dientes por no haber padecido nada equiparable a la Primera Guerra Mundial y a la gripe de 1918-20, que mató entre 50 y 100 millones de personas. No podíamos imaginar que algo semejante a aquella epidemia se iba a abatir sobre el mundo en 2020′. Sus columnas eran mezcla de temas de interés general y de asuntos que a él le interesaran personalmente. Elevaba los temas de actualidad”, dice Saile. Marías tenía la costumbre, señala, de enviar el primer texto de septiembre en el mes de julio. Fue el caso de su última columna en EL PAÍS. Su muerte acaeció el 11 de septiembre.
Pilar Reyes, su editora, dice que el columnismo de Marías nacía “desde la persona (el ciudadano, el escritor) que era. Una conciencia lúcida, muy original, que hablaba desde la libertad más radical, y que ayudaba a ver el mundo con otros ojos. Hizo de todo en la columna: conocíamos sus filias y fobias, nos dio sus opiniones políticas y sociales, escribió relatos… Si para él la literatura era imaginación, el articulismo era un espacio de pensamiento, estilo y crítica, no simplemente de reflejo inmediato de la actualidad. Sabía que era ampliamente leído (fui testigo de la gratitud de la gente por La zona fantasma) y era consciente de su responsabilidad. Nunca hubo banalidad ni tópicos en sus textos, se obligaba a pensar algo distinto siempre y con grandes dosis de humor… Reservaba un día de la semana para escribir la columna y siempre tenía alguna guardada, por cualquier cosa. Ese día era sagrado para él... Cada dos años publicábamos un volumen recogiendo todos los textos de ese periodo. Este fue más corto y no quisiéramos que así hubiera sido. Javier Marías falleció el 11 de septiembre de 2022, cuando se publicó su última columna titulada El más verdadero amor al arte, sobre otra de sus grandes pasiones y oficios: la traducción”. La cubierta del libro es un cuadro de C. Eckesberg, de 1845. “Hemos querido seguir su estética, pensando lo que le hubiese gustado a él. Lo vimos con mucho detalle con Carme López Mercader, su pareja. Era nuestra manera de rendirle homenaje”.
La muerte de Javier Marías fue una devastación para la literatura, para los lectores, para sus innumerables amigos, para su mujer, Carme... Agustín Díaz Yanes lo dijo así: “Pertenezco a ese grupo de personas que, después del fatídico 11 de septiembre del 2022, se levantan todos los domingos con la desazón de no poder leer a JM en el PS. La única posibilidad de rellenar ese vacío es, en mi opinión, releer cada domingo uno de sus artículos ya publicados”.