Sale a la luz un concierto perdido de Pavarotti en 1995 en el pueblo de Gales donde decidió ser cantante
Decca celebra el 90 aniversario del tenor con los archivos descatalogados del Concurso de Llangollen, que ganó en 1955 como miembro de un coro ‘amateur’. ‘The Lost Concert’ incluye además las dos primeras grabaciones de su carrera
Luciano Pavarotti nació en Módena en 1935, pero su primera hazaña como cantante tuvo lugar lejos de Italia. Concretamente en Llangollen, un pintoresco pueblecito del oeste de Gales que aún mantiene activa una línea de tren de vapor. Hasta allí viajó en julio de 1955 para participar en el Concurso de Coros Masculinos del Eisteddfod. Tenía entonces 19 años y su ...
Luciano Pavarotti nació en Módena en 1935, pero su primera hazaña como cantante tuvo lugar lejos de Italia. Concretamente en Llangollen, un pintoresco pueblecito del oeste de Gales que aún mantiene activa una línea de tren de vapor. Hasta allí viajó en julio de 1955 para participar en el Concurso de Coros Masculinos del Eisteddfod. Tenía entonces 19 años y su nombre figuraba entre los miembros de la Società Corale Gioachino Rossini de Módena, una agrupación amateur integrada por trabajadores de una fábrica de coches, oficinistas, estudiantes y un panadero, Fernando, su padre y, como él, tenor aficionado. “Papá, es imposible cantar mejor de lo que lo hemos hecho”, le dijo después de interpretar el In nomine Jesu de Jacobus Handl que les valió la medalla de oro. Hacía tanto calor bajo la carpa donde se celebró la final que, cuando se dio a conocer el fallo del jurado, el director de la formación se desmayó sobre el escenario.
De vuelta a Italia, Pavarotti abandonó los estudios de magisterio y empezó la carrera musical que lo llevaría a convertirse en uno de los tenores más famosos del siglo XX. Se apuntó a clases de canto con Arrigo Pola. En los años sesenta su Rodolfo de La bohème entusiasmó al público a su paso por el Covent Garden londinense, la Scala de Milán (con Karajan en el foso) y el Met de Nueva York. De ahí y en adelante, cuando los periodistas le preguntaban por el momento más decisivo de su carrera, su memoria lo llevaba siempre a Gales. “Aquella victoria lo cambió todo”, solía decir. “Porque surgió de la nada y me infundió una mezcla de fuerza y confianza en mí mismo”. Su tantas veces anunciado regreso a Llangollen se produjo por fin en 1995, cuatro décadas después de su debut, acompañado por la Corale Rossini (con su padre, de 83 años, en primera fila) y la Filarmónica de la BBC dirigida por Leone Magiera. En el Pabellón del Eisteddfod lo esperaban las cámaras de la cadena pública galesa y más de 4.500 espectadores.
El pasado 12 de octubre Pavarotti, que murió en 2007, habría cumplido 90 años y para celebrar la efeméride el sello Decca ha recuperado las cintas originales, hasta ahora perdidas, de aquella memorable actuación de 1995. “Todo surgió a raíz de una conversación entre un productor de la cadena y un consultor de la discográfica”, cuenta Amy Greer, responsable del catálogo clásico del sello. “Pensamos que la remasterización del concierto, que no se volvió a emitir ni se editó comercialmente, aportaba un gran valor simbólico”. The Lost Concert incluye arias, coros y oberturas de óperas de Verdi y Puccini, entre otros autores, canciones napolitanas (como O sole mio), el Ave Maria, dolce Maria de Benvenuti (con letra del propio Pavarotti), además de las primeras grabaciones conocidas del tenor como miembro de la Corale Rossini durante el concurso de 1955: las obras renacentistas Bonjour mon cœur de Orlando di Lasso y el citado In nomine Jesu de Handl.
Era habitual que las familias del pueblo ofrecieran alojamiento gratuito a los coros venidos de todos los rincones de Europa. Pavarotti y su padre, que no hablaban una sola palabra de inglés ni sabían que existía una lengua llamada galés, se hospedaron en casa de Alice Griffiths, a la que décadas después la prensa dedicó varios reportajes. “Fui a verlos cantar a Llangollen”, le contó a unos reporteros. “Tenían unas voces maravillosas, pero nunca pensé que aquel joven llegaría a ser tan famoso”. Curiosamente, dentro del programa de artistas invitados del Eisteddfod de 1955, actuaron la soprano Joan Sutherland, quien poco después se convertiría en inseparable aliada de Pavarotti en sus gestas belcantistas, y el barítono Tito Gobbi, otro de sus referentes. “No tenemos constancia de que llegara a conocerlos personalmente, pero está claro que lo que vio y escuchó lo animó a seguir sus mismos pasos”, apunta Greer.
“Luciano me hablaba con frecuencia de aquel primer viaje a Gales”, recuerda Nicoletta Mantovani, la heredera del tenor y madre de la menor de sus cuatro hijas. “Fue una experiencia inolvidable y formativa: nunca había salido de la Italia de posguerra y, de repente, se encontraba en un concurso internacional, con otra comida, otros hábitos, otro idioma... Todo le parecía nuevo y fascinante”. A su llegada a Módena, hubo un desfile en honor de los coristas vencedores. “Me decía que, si un pequeño coro de una ciudad de provincias podía ganar una competición mundial, quizá él también podría hacer carrera”. Su familia lo apoyó desde el principio: “Luciano admiraba profundamente a su padre. Se divertían mucho en los ensayos de la Corale Rossini. Fernando tenía una voz increíble, pero no el valor de cantar solo. Una vez le dijo en broma a su hijo: ‘¿Te imaginas la carrera que habrías hecho con mi instrumento?”.
Desde el fallecimiento del cantante en 2007, a causa de un cáncer de páncreas, Mantovani gestiona su legado y vela por el funcionamiento de la Casa Museo de Módena, que recibe más de 50.000 visitantes al año. “La misión de Luciano era llevar la ópera a todo el mundo, por eso sacó la música de los teatros y actuó en estadios, plazas y parques de la mano de estrellas del pop”, añade la viuda. “Jamás se olvidó de las nuevas generaciones: enseñaba gratis, quería devolver la ayuda que había recibido y ofrecía oportunidades a los jóvenes. Siempre decía que el momento decisivo llega después de las aulas, cuando han de enfrentarse al público”. Y asegura que Pavarotti habría querido celebrar sus 90 años “con otra de sus grandes fiestas sorpresa”, como cuando ella misma le organizó un baile de máscaras diseñadas por Umberto Tirelli en su septuagésimo aniversario. “Casi le da un infarto al ver a tantos amigos juntos”.
Su regreso a Gales en 1995 no estuvo exento de complicaciones. “Hubo que convencer a Tibor Rudas [su manager en aquellos años], que inspeccionó las instalaciones antes de aprobar la visita”, explica Greer. Para entonces Pavarotti ya era una estrella mundial: a sus triunfos en los grandes templos operísticos, de San Francisco a la Ópera de París, se sumaba el concierto multitudinario de Hyde Park, el fenómeno de los Tres Tenores surgido de las Termas de Caracalla y sus apariciones con Gloria Estefan, Mariah Carey, B. B. King, Sting y Bono. “¿Quién iba a imaginar entonces que Nessun dorma llegaría al número dos de las listas de pop y vendería cientos de miles de copias? Nada parecido había sucedido antes ni ha vuelto a ocurrir”, continúa la responsable del proyecto The Lost Concert, que se publica el viernes. “Fue el momento en que Pavarotti trascendió la ópera y llevó la música clásica al gran público”.