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De ‘Expediente X’ a ‘Bugonia’ y ‘Pluribus’: por qué los alienígenas de ahora no son como los de antes

Las nuevas fábulas extraterrestres explican más de la soledad contemporánea que de la vida que podría habitar ahí afuera

Emma Stone, en 'Bugonia'.

Animados por la teoría conspirativa de un youtuber, dos primos secuestran a una alta ejecutiva de una farmacéutica creyendo que es una alienígena venida de Andrómeda para destruir la vida humana. Dos científicos que han convertido en virus el mensaje encriptado de una señal extraterrestre provocarán una epidemia de bondad en la que todas las mentes se conectarán al unísono, sintonía contra la que luchará una mujer inmune a esa vírica felicidad global. El observ...

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Animados por la teoría conspirativa de un youtuber, dos primos secuestran a una alta ejecutiva de una farmacéutica creyendo que es una alienígena venida de Andrómeda para destruir la vida humana. Dos científicos que han convertido en virus el mensaje encriptado de una señal extraterrestre provocarán una epidemia de bondad en la que todas las mentes se conectarán al unísono, sintonía contra la que luchará una mujer inmune a esa vírica felicidad global. El observatorio chileno del Sistema de Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS) detecta el tercer objeto interestelar de la historia e internet entra, durante varios meses, en un delirio colectivo creyendo que lo que se acerca a la Tierra es una nave alienígena.

En el anterior párrafo solo era verídica la historia de la locura viral con la supuesta nave alien del 3I/ATLAS. Los primos secuestradores de extraterrestres son los coprotagonistas de Bugonia, la última película de Yorgos Lanthimos en cartelera, una sátira de alienígenas que en realidad trata sobre la alienación política de una población perdida entre la desconfianza al sistema, la conspiranoia y las noticias falsas. Y la mujer inmune al virus marciano de la felicidad que ha transformado a la población mundial no existe, pero sí está interpretada por Reha Seehorn en la serie Pluribus, el nuevo proyecto del creador de Breaking Bad y guionista de Expediente X, Vince Gilligan, que tuvo la idea original hace unos años sin que los extraterrestres mediaran: mientras rodaba Better Call Saul se imaginó qué pasaría si, de repente, el resto del mundo fuese increíblemente amable con una sola persona. La serie de Gilligan habla mucho más de nosotros que de lo que pasa ahí fuera.

Hay que olvidar el I want to believe (Quiero creer) del icónico póster que el agente Mulder tenía colgado en su despacho en Expediente X. Las nuevas fábulas de vida extraterrestre ya no son como las que hipnotizaron al siglo pasado. Aunque se sigan usando hasta en los emojis, en el imaginario ya no habitan esos platillos plateados avistados en noches despejadas. La mutación narrativa tiene lógica: si nuestros miedos ya no son los mismos, la paranoia extraterrestre también será distinta.

“La gente ve algo, pero no sabemos qué es”, aclaró el psiquiatra Carl Jung al publicar Un mito moderno sobre cosas que se ven en el cielo en 1958, donde exploró la naturaleza simbólica de los encuentros extraterrestres. Para el también psicólogo, la fábula del ovni, sea en el tiempo que sea, no debe ser interpretada literalmente, sino como expresiones simbólicas del inconsciente colectivo y de la psique individual. Para Jung, el contacto extraterrestre, en realidad, es una manifestación de la sombra y de los aspectos más oscuros de la personalidad del individuo, como el miedo a lo desconocido o la tendencia a la proyección. Varios libros y ensayos recientes, además, refuerzan esa teoría. ¿Qué ha cambiado ahora?

Con Franco se veían mejor

¿Por qué la censura franquista convivió plácidamente y sin poner peros a todas las noticias sobre avistamientos de platillos volantes por España? Porque le convenían. Así lo desarrolla en su tesis la doctora en Filosofía y profesora en la Universidad de Columbia Ana Fernández-Cebrián. En Fábulas del desarrollo: capitalismo e imaginarios sociales en España (1950-1970), una investigación que se ha publicado en inglés y se editará próximamente en castellano, pone contexto a por qué el franquismo no inventó los ovnis, pero sí aprovechó la proliferación de relatos porque encajaban con sus intereses propagandísticos. Interesaban porque reforzaban la alianza con Estados Unidos, creaban imaginarios de progreso y modernidad, actuaban como distracción social, permitían canalizar miedos y deseos colectivos sin politizarlos y se integraban bien en la retórica providencialista del Estado.

Con Franco (los platillos) se veían mejor. Y Fernández-Cebrián aporta pruebas: acaparaban portadas de diarios como Imperio (Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S.), sus historias eran habituales en programas de radio como Diego Valor de la Cadena Ser o películas como La lupa (1955). En plena Guerra Fría, los platillos volantes fueron nuestro espejo deformante, un laboratorio imaginativo para una sociedad sometida a la censura, atravesada por miedos nucleares y fascinada por la modernización tecnológica.

Otro colectivo que ha unido los puntos entre fascinación alienígena y represión social ha sido Wu Ming en la novela Ovni 78, traducida por Juan Manuel Salmerón Arjona para Anagrama. En esta ficción firmada bajo el seudónimo de un grupo de narradores italianos se explora por qué en su país en 1978, el año en el que Aldo Moro fue asesinado y el estado de excepción se apoderó de unas calles arrasadas por la heroína mientras se sucedían tres papas en el Vaticano, se produjo lo que se conoció como la “Gran Oleada”. Los avistamientos ovnis invadieron las noticias y las conversaciones por todo el país.

Un fenómeno de masas del que se hizo eco hasta este diario en un reportaje de Juan Arias: “En Italia, en este momento, están viendo platillos luminosos personas de todas las categorías: escuelas enteras con sus papás, camioneros poco propensos al histerismo, pescadores que no conocen el miedo y que están bien preparados para todas las sorpresas. Los han visto en las torres de control del aeropuerto y, sobre todo en los últimos días han sido protagonistas de esta fiebre de platillos un sinfín de policías”, escribió. En Ovni 78 se recuerda con personajes ficticios y reales aquel episodio, analizando cómo los platillos funcionaron como una proyección simbólica del miedo, un modo de dar forma externa a amenazas difusas.

Cuéntame otra conspiración

Mientras autores como Dan Schreiber analizan ahora la denominada panspermia, la teoría de que el origen de la vida en la Tierra ya era extraterrestre, en ensayos como La teoría de todo lo demás (con traducción de Francisco J. Ramos Mena para Capitan Swing), otros textos buscan resignificar el conspiracionismo que nos rodea.

“Las fábulas sobre alienígenas suelen tener que ver con la ansiedad que sentimos frente a los efectos imprevistos e indeseados del progreso tecnológico”, recuerda en un intercambio de correos el filósofo Pepe Tesoro, que publicó en 2024 el ensayo Los mismos malvados de siempre. Una teoría de las teorías de la conspiración, un texto que sacaba de la marginalidad al perfil del conspiranoico y en el que analiza las teorías conspirativas modernas como síntomas sociales cuando el presente nos hostiga. “Aunque en los ochenta se popularizó una versión más benigna de los alienígenas respecto a los cincuenta, marcados por el terror a la aniquilación de la Guerra Fría, parece que hoy ha regresado esa relación conflictiva con el espacio exterior”, aclara.

Para Tesoro, los tiempos actuales han hecho regresar a las fábulas alienígenas, pero para simbolizar nuestro propio aislacionismo. “Con esta enorme aceleración tecnológica e inestabilidad política, personajes como Elon Musk o Peter Thiel, compañías como Palantir, la crisis climática y el genocidio en Gaza han devuelto a nuestra imaginación el lado más oscuro del progreso técnico. Es natural que regresen las fábulas de alienígenas, pero ya no se representa a la especie humana como un sujeto colectivo heroico, unificado y que merece la pena salvar. Ni siquiera se enfrenta al alien el investigador guapo y competente, como Fox Mulder en Expediente X. Hoy el sujeto se representa directamente solo, desquiciado y abandonado”. De ahí, aclara, que sea en todas esas nuevas series y películas donde “el aislamiento, la confusión y la condición ansiosa del individuo es el punto de partida”. El encuentro, si se da, será porque el humano se siente más solo que nunca en el universo.

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