Viva el peor disco de los Rolling Stones
El grupo reedita, con material inédito, ‘Black and Blue’, un álbum que se engendró hace 50 años en un ambiente crítico y que a pesar de su mala acogida entonces hoy es reivindicado
Keith Richards dedica en sus extensas memorias (Vida, 504 páginas) apenas 20 líneas al disco de los Rolling Stones de 1976 Black and Blue. Y en ese pequeño espacio se centra, más que en el contenido del álbum, en lo traumática que fue la salida del grupo del guitarrista Mick Taylor, justo antes de entrar a grabar el álbum, y en su dependencia de la heroína. Así describió el ambiente de la grabación de aquel trabajo: “Al carajo con todo. Es el mono, tío. Pero me disculpé con los Stones. Hey, id calentando, empezad a sacar el sonido, dadme otras 24 horas. Hasta que no esté en condiciones no aparezco”.
Cuando el guitarrista conseguía el material, ya podía comenzar de verdad la sesión de grabación. El corrosivo crítico musical Lester Bangs sentenció al grupo en su crítica del disco: “Con los Rolling Stones todo ha terminado”. El especialista de NME no fue más benévolo: “Una decepción de proporciones gigantescas”. Durante mucho tiempo, Black and Blue fue tildado como “el peor disco de los Rolling Stones”. Pasado este tiempo, las opiniones han cambiado y muchos stonianos perciben indudables fortalezas. Incluso lo ensalzan, quizá debido al maltrato que recibió. El grupo también ha querido ponerlo en valor ya que acaba de reeditarlo con material inédito.
Rubén Pozo, que acaba de publicar el disco 50town y formó parte de Pereza, tiene el doctorado en los Rolling Stones. Se lo sabe todo de la banda inglesa. “Nunca entendí esas listas donde Black and Blue aparece como su peor disco. Creo que es injusto. Es un trabajo extraño, sí, pero con el tiempo los stonianos lo hemos sabido valorar e incluso hemos acabado amándolo. Vivían una etapa convulsa. En realidad, no se sabía qué iba a pasar con ellos. Richards estaba muy metido en la heroína, Jagger andaba coqueteando con la jet set y todavía estaban noqueados por la marcha de Mick Taylor. El mismo título del disco, Black and Blue, moratones, es raro”, cuenta el músico.
En la Navidad de 1974, Mick Taylor comunicó que se marchaba. El compañero de Richards en la construcción del sonido de los discos más gloriosos del grupo (Sticky Fingers, Exile on Main St.), se bajaba del barco pirata. Taylor no expuso las razones claramente a los jefes, pero en entrevistas posteriores lo dejó caer: la frustración que le producía que Jagger y Richards no le significaran como autor de algunos temas en los que él aportaba cosas, y su intención de desengancharse, asunto que no veía plausible dentro de un ecosistema donde las drogas campaban a sus anchas.
Pero los Stones no podían frenar. Necesitaban insuflar dinero a su cuenta corriente: seguían perseguidos por la Hacienda inglesa y estaban enfurecidos por las artimañas contables de su exrepresentante, Allen Klein. Llevaban años huyendo, más en esta época con Richards cercado por la policía, ansiosa por encerrarle por degenerado drogadicto. “Habíamos descubierto a policías con prismáticos subidos a los árboles. Nos vigilaban todo el tiempo, estábamos rodeados”, cuenta el guitarrista en Vida sobre él y su pareja de entonces, Anita Pallenberg.
El listón para sustituir a Taylor se puso alto. Hablaron con Steve Marriott (Small Faces), Peter Frampton, Jeff Beck, Rory Gallagher e incluso con Eric Clapton. Ninguno quiso dejar sus ambiciones como solistas. Ronnie Wood encajaba perfectamente, porque además de buen guitarrista aportaba un crápula carácter stoniano para hermanar con Richards. Era un corsario más y además eludía el cartel de primera figura que encarnaban Clapton o Beck, lo que garantizaba sumisión a Jagger y Richards. Pero Wood no quería dejar a su grupo, los Faces, que lideraba junto al vocalista Rod Stewart.
Eligieron un estudio de Múnich (Alemania) para dar forma a Black and Blue y convocaron a varios guitarristas: Harvey Mandel, de Canned Heat; Wayne Perkins, habitual de los estudios Muscle Shoals, y Ronnie Wood. Cada uno aportó su destreza, pero ninguno podía proclamarse el sustituto. Las cosas se precipitaron después de la grabación. Wood se marchó de gira con los Stones, Rod Stewart decidió dedicarse a su carrera en solitario, los Faces se rompieron y Ronnie ya quedó libre. Oficializaron su fichaje y apareció en las fotos del álbum. También importantes resultaron las aportaciones al piano y al órgano de Billy Preston y Nicky Hopkins.
Mariano Muniesa, autor de varios libros sobre los Rolling Stones (el último Eso no estaba en mi libro de los Rolling Stones) analiza el álbum para este reportaje: “La fortaleza principal del disco es que, aunque no lo parezca, es un trabajo muy propio de los Stones, porque es variado. A ellos siempre les ha preocupado, sobre todo a Jagger, no hacer siempre lo mismo, demostrar que pueden moverse en muchos terrenos musicales, y en este disco lo practican muy bien: tienen música disco y funk (Hot Stuff, Hey Negrita), rock guitarrero (Crazy Mama, Hand of Fate), baladas (Memory Motel, Fool to Cry), un experimento jazzístico con Billy Preston (Melody) y reggae (Cherry Oh Baby). La debilidad de Black and Blue es que ha tenido que pagar el peaje de estar en medio de dos discos muy grandes, It’s Only Rock and Roll y Some Girls. Y también porque es un disco de una banda en transición, sin segundo guitarra”.
“Para mí el tema del disco es Memory Motel, una balada larga (siete minutos), preciosa, que tiene la particularidad de que la cantan Jagger y Richards”, afirma Rubén Pozo. Muniesa coincide: “Creo que se encuentra entre las mejores baladas de los Stones, superior a Angie”. En realidad, algunas canciones de Black and Blue parecen casi producto más de improvisaciones que de un plan elaborado. Pero lejos de ser un defecto, este concepto de jam lo hace más interesante. Rubén Pozo habla de un trabajo “decadente, en el buen sentido, en los términos en los que se analiza la figura de Oscar Wilde”. Seguramente el más empeñado en que Black and Blue ofrezca una coherencia sónica fuera Charlie Watts, que con su batería impecable dotada de swing desenfadado va conduciendo el álbum por caminos acogedores. En los rankings de los discos de los Stones posteriores a 1982, Black and Blue abandonó la última posición para dejársela a álbumes discutibles como Undercover (1983), Dirty Works (1986) o Bridges to Babylon (1997)
“En Black and Blue son los Rolling Stones haciendo no solo rock and roll”, aporta desde Argentina Franco Fernández, conductor del programa y podcast Es solo Rolling Stones, ya por su décima temporada. “En este disco los podemos escuchar interpretando funk, reggae, baladas, toques de jazz, y también temas rockeros con poderosos riffs. Además, es una oportunidad para escucharlos con otros guitarristas que pocos recuerdan, pero que por un tiempo breve formaron parte de la banda para estas sesiones de grabación, como lo fueron Wayne Perkins y Harvey Mandel, que aportaron un sonido que en algunos momentos suena a galáctico y que no se volvió a repetir”, añade Fernández.
Black and Blue se editó en mayo de 1976 y alcanzó el número uno en ventas en Estados Unidos y el dos en Reino Unido. Nada mal para un disco de transición. Otro honor del álbum: en las sesiones se probó Star Me Up en una primigenia versión reggae, una canción que se recuperaría en versión rockera en 1981 y que supondría en último gran clásico de los Rolling Stones.