Los grandes robos de arte de la historia: de la ‘Gioconda’ a un valiosísimo ‘vermeer’
El atraco este domingo en Louvre en el que una banda se ha llevado las joyas de Napoleón es el último de una larga lista de espectaculares sustracciones por todo el mundo
El robo este domingo de nueve joyas de la colección de Napoleón y de la emperatriz Eugenia de Montijo en el museo de Louvre es el último de una larga lista de increíbles atracos para sustraer obras de arte. De hecho, no es la primera vez que el Louvre sufre un hurto, empezando por la sustracción de la mítica Mona Lisa.
La ‘Gioconda’, también en el Louvre. En 1911 el Louvre ya sufrió un robo espectacular. Un exempleado, Vicenzo Peruggia, sabiendo que no había muchas medidas de seguridad, entró en el edificio a las siete de la mañana del lunes 21 de agosto, con la institución cerrada, se subió a una escalera y descolgó la Mona Lisa antes de salir de las instalaciones con el tesoro bajo su bata de trabajo. Los responsables no se dieron cuenta hasta el día siguiente. Más de dos años después, la policía pilló a Peruggia en Florencia tratando de vender el cuadro. Por cierto, este mes se celebra el centenario del fallecimiento de Peruggia.
En 2021 se recuperaron dos piezas de una armadura del siglo XVI robadas en el Louvre en 1983 y que ahora están expuestas en la sala de Objetos de Arte del ala Richelieu. Son un casco tipo borgoñota y una coraza de hierro con decoración en relieve e incrustaciones en oro, fabricados en la región de Milán en la segunda mitad del siglo XVI. Fueron sustraídas el 1 de mayo de 1983, cuando se descubrió destrozada la vitrina en la que ambas obras estaban expuestas. Se recuperaron en 2021, cuando un experto en antigüedades fue contratado para los trámites de una herencia en Burdeos, y en el lote estaban las dos piezas.
La ‘Natividad’ de Caravaggio en Palermo (sí, fue la mafia). Ocurrió en 1969. Dos sicarios de la mafia entraron en el oratorio de la parroquia de San Lorenzo de Palermo una noche lluviosa de octubre de 1969 y cuando salieron, de la Natividad con San Francisco y San Lorenzo, de Caravaggio, una obra valorada en 20 millones de dólares, solo quedaba el marco. Habían arrancado la tela con una cuchilla de afeitar. En 2018 un arrepentido del clan Badalamenti, Gaetano Grado, explicó ante la Comisión parlamentaria antimafia que la cúpula mafiosa al completo primero se reunió en torno a la pintura, en un ademán de ostentar el prestigio y el poder de los que era capaz, y después la llevó al extranjero, fragmentada en partes para venderlas en el mercado negro. Don Tano Badalamenti contó a Grado que había troceado la tela, de 2,68 metros por 1,97, en seis u ocho partes para darle salida en el mercado clandestino, según su versión.
‘El grito’, de Munch... dos veces (aunque no el mismo cuadro). El 12 de febrero de 1994 Paul Enger necesitó menos de un minuto para acceder a la Galería Nacional de Oslo y trepar hasta la sala Munch con una escalera de madera. Abrió la ventana, cortó el cable que sujetaba El grito y huyó. Aprovechó que se estaban celebrando los Juegos Olímpicos de Invierno y dejó un cartel para la policía: “Gracias por la falta de seguridad”. El ladrón fue detenido en un hotel con la obra.
El 22 de agosto de 2004 volvió a pasar con otra versión de El grito. A las 11 de la mañana dos ladrones accedieron a la sala abarrotada del Museo Munch de Oslo, donde colgaban El grito y una Madonna de Munch. Ambas se recuperaron en 2006, aunque para entonces los daños que la humedad había causado al gran icono expresionista –existen cuatro versiones– ya eran irreversibles. Edvard Munch pintó cuatro versiones de El grito entre 1893 y 1910. La primera es la pieza que posee el Museo Nacional de Arte de Noruega, y es la más reproducida. Dos versiones reposan en el Museo Munch de Oslo, una de las cuales fue objeto de este robo. La cuarta pintura, la única que no es propiedad del Gobierno noruego, rompió un récord en Sotheby’s al ser adquirida, en subasta, en mayo de 2012 por más de 98 millones de euros por el inversor estadounidense Leon Black.
‘La adoración del Cordero místico’, el retablo políptico de los hermanos Van Eyck, una de las piezas más robadas de la historia. Esta obra maestra de 1432, un retablo políptico de 3,5 metros de alto por 4,6 de ancho que se expone dentro de la catedral de Gante, ha sido objeto de pillaje, botín de guerra y robos. Primero, en 1794, cuando las tropas napoleónicas se llevaron el panel central para exponerlo en el Louvre. Lo devolvieron. En 1816, seis tablas se vendieron en extrañas circunstancias. El 10 de abril de 1934 volvió a sufrir un robo de dos tablas de unos hombres de negro que dejaron una nota: “Pris à l’Allemagne par le traité de Versailles”. Una de las tablas apareció, aunque la de Juan Bautista sigue en paradero desconocido (se expone una copia en el conjunto). Finalmente, en 1942 Hitler se llevó el políptico por capricho. Los nazis lo escondieron en una mina de sal, y de allí la rescataron los Monument Men, la brigada de militares expertos en arte del bando aliado que recuperaron lo que pudieron del expolio nazi.
Trece obras maestras sustraídas en Boston, entre ellas un ‘vermeer’. Está considerado el mayor robo de la historia. A mediados de los ochenta comenzó en Boston una oleada de asaltos, vinculados con dos bandos de la mafia local. Un miembro de uno de esos grupos trató de perpetrar un robo a pleno día a mitad de esa década en el museo de Isabella Stewart Gardner, pero no lo consiguió, aunque sí puso en evidencia los problemas de seguridad de la institución. Así se llega al 18 de marzo de 1990, cuando en el museo se sustrajeron 13 obras maestras firmadas por Vermeer, Rembrandt, Manet o Degas. Un par de individuos disfrazados con uniforme de policía y bigotes postizos irrumpieron de madrugada en el centro. Maniataron a los guardias y durante 81 minutos pasearon por las salas. El robo del siglo en el mundo del arte podría no haber ocurrido si no se hubieran dado una serie de terribles coincidencias. La principal, que el vigilante nocturno de más edad no trabajaba aquella noche. “Él no habría dejado entrar a la pareja de policías [disfrazados]”, contaba una trabajadora en Esto es un atraco: El mayor robo de arte del mundo, una serie de Netflix sobre aquella sustracción. Entre las piezas se llevaron El concierto, de Vermeer, considerada aún hoy la obra de arte perdida más valiosa del mundo. La recompensa que se ofrece por devolverlo es de nueve millones de euros, la mayor de la historia. El museo mantiene los marcos vacíos expuestos.
La escultura de Henry Moore desaparecida al norte de Londres. En una noche de diciembre de 2005, una banda robó A Reclining Figure (Una figura tumbada) (1969-1970), de Henry Moore. El robo es sorprendente porque la pieza medía 3,5 metros de longitud y, sobre todo, pesaba 2,1 toneladas. La escultura en bronce fue sustraída de los jardines de la Fundación Henry Moore (en la ciudad de Much Hadham, condado de Hertfordshire, al norte de Londres) por tres ladrones-operarios. Tardaron 10 minutos en hacerse con la pieza, con ayuda de un camión y una grúa. La obra nunca se ha recuperado y se cree que fue fundida.
Los ‘bacons’ robados en Madrid. El robo se produjo en verano de 2015 en el domicilio de José Capelo, amigo de Francis Bacon, en la plaza de la Encarnación, junto al Senado, en una de las zonas más seguras de Madrid. Los ladrones se llevaron cinco retratos que el pintor irlandés había regalado a su amigo en herencia y que decoraban su dormitorio principal. Los óleos están valorados en 30 millones de euros. Tres de ellos se recuperaron en 2017 y un cuarto, en 2024. La banda que protagonizó el robo la componían un marchante de arte, peristas y joyeros del Rastro de Madrid, además de un conductor de Uber. Desde 2015, los cinco cuadros fueron pasando por distintas manos en intentos fallidos para su venta. Y así se pudieron ir recuperando poco a poco. El último se encontró tras la detención en febrero de 2024 de dos personas responsables de guardar los dos cuadros robados que quedaban por localizar. El quinto sigue desaparecido.
El casco de oro de Cotofenesti y otras tres piezas dacias, en Holanda. El pasado mes de enero, en concreto el viernes 24, fueron robadas cuatro obras maestras arqueológicas procedentes de Rumanía en el Museo Drents, de Assen. El robo, además, añadió un detalle espectacular: se usaron explosivos. Las piezas sustraídas fueron el casco de oro de Cotofenesti (descubierto en 1928, es de oro macizo, pesa unos 770 gramos y está casi intacto excepto por la calota, la parte que recubre la bóveda craneal) y tres brazaletes femeninos del mismo metal, que formaban parte de una muestra de más de 50 piezas dedicada al antiguo reino de Dacia, que estaba a punto de clausurarse. Hacia las 03:45 de la madrugada, hubo fuerte explosión. La onda expansiva rompió los cristales de varias ventanas y los edificios circundantes también fueron dañados. Según explicó la policía en una rueda de prensa a la mañana siguiente, hubo “varios implicados y el robo estaba bien preparado”. Desde Rumania, Ernest Oberlander-Tarnoveanu, director del Museo Nacional de Historia de Bucarest, esperaba entonces que los objetos fueran devueltos. “Es mi única esperanza. Son tan importantes que es imposible venderlos”. No se sabe nada más desde entonces.