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‘Wicked’, el poder verde conquista España con mucho ‘brilli-brilli’ y un mensaje antifascista: “Ojalá hoy no siguiera siendo relevante”

La superproducción teatral musical basada en las brujas de ‘El mago de Oz’ aterriza en Madrid, pocas semanas antes de la segunda parte de la versión cinematográfica

En el centro, Cristina Picos (de verde como Elphaba) y Cristina Llorente (Glinda), en el musical 'Wicked' en Madrid.Foto: Samuel Sánchez

Si Wicked hubiera sido como originalmente planeaba su autor, este viernes se habría estrenado en Madrid un musical sobre Hitler o Sadam Husein. Al final, por suerte para su éxito, el escritor del libro que ideó lo que hoy es un fenómeno global transmedia decidió contar la misma historia sobre propaganda y el origen de la maldad que tenía en mente, pero situada en el mundo de El mago de Oz, creado por el escritor estadounidense L. Frank Baum e ilustrado por W. W. Denslow a principios del siglo XX.

Por eso no es casualidad que el nombre Wicked suene similar a Hitler. Es lo que buscaba Gregory Maguire cuando en 1995 publicó su novela, aunque parte de esa metáfora se perdió cuando en 2003 se transformó en una superproducción teatral repleta de canciones, brilli brilli, efectos especiales y el ya icónico maquillaje verde de la Malvada Bruja del Oeste. Hoy, 22 años después del estreno del musical en Broadway, Maguire desafía la gravedad otra vez, ahora en español. “Que siga siendo trascendente es un sentimiento maravilloso, pero sinceramente ojalá fuera menos relevante políticamente. Ojalá vivir en un mundo donde viéramos su metáfora como pasado y que la realidad no se pareciera cada vez más”, reconoce el compositor original, Stephen Schwartz (Nueva York, 77 años), este miércoles en Madrid.

Los musicales ofrecen comunión y lugares felices, y ese es, también para Maguire (Nueva York, 71 años), el centro de su cuento de hadas: “Me criaron junto a seis hermanos en una casa de clase media, donde ver la tele no estaba bien visto. Sin embargo, una vez al año, mi familia se reunía para ver la repetición de El mago de Oz”, recuerda el escritor por correo electrónico a EL PAÍS, ahora que la popular versión cinematográfica de 1939 con Judy Garland ha vuelto con fuerza, incluso convertida en espectáculo inmersivo en Las Vegas (a 200 euros por entrada): “Su historia tomó la importancia de un mito y, en cierto modo, era mi texto sagrado”.

El mundo de Oz se convirtió, además, en nostalgia hogareña cuando echaba de menos su casa estadounidense al trasladarse al Reino Unido. “Cuando estás solo, revisitar los terrenos seguros de tu infancia sirve de terapia”, cuenta sobre su obra, que hoy reúne alrededor de su cautivadora historia a miles de fans del musical que conocen las canciones y cada peripecia vocal al dedillo, y que muchas veces se disfrazan de sus personajes favoritos. Un nutrido grupo de seguidores que seguramente aumentará con el estreno de la versión en español, dirigida y adaptada por David Serrano (Matilda, The Book of Mormon), en el teatro Nuevo Alcalá de Madrid este viernes, semanas antes de que el 21 de noviembre llegue a cines la segunda parte de su adaptación cinematográfica, que desarrolla el segundo acto de la función y corre en paralelo a la película de 1939.

La versión española, producida por ATG Entertainment, no es una réplica del musical de Broadway, sino que tiene coreografías, escenografía y trucos de magia originales, con una magnitud que abarca 1.000 piezas de vestuario, 150 pares de zapatos, 103 altavoces o 100 pelucas por función. “Es una producción de mucha inversión, y se agradece el tiempo y dinero que nos han dado”, explica Serrano: “Además, hace 20 años era difícil encontrar actores y bailarines que cantaran, pero hoy el nivel es altísimo”. “Desde el origen tenía que ser enorme para retratar Oz, aunque aquí el diseño es completamente original e imaginativo. Queremos que cada cultura aporte su visión”, explica Schwartz, que echa de menos que, llegado a tal punto de fama, se hayan perdido las sorpresas argumentales: “Antes pedíamos que no se compartieran los spoilers, incluso dejé fuera canciones en los discos, pero ahora salen hasta en fotos promocionales. Me encantaría que la gente supiese lo menos posible, que solo vieran la película de 1939″, aunque pronto se dio cuenta que eso tampoco hacía falta.

La producción mantiene, por supuesto, lo que cautiva a los fans en libros, cine y teatro: esa calidez que evoca la nostalgia del hogar en una historia sobre persecuciones injustas. También sus pegadizas canciones. Y por supuesto, la trama de amistad inesperada, “de amor”, corrige Schwartz, entre las dos futuras brujas opuestas, Glinda y Elphaba, que mientras conforman sus propias identidades descubren que el mundo de Oz no es tan utópico como imaginaban. O quizás lo que atraiga sea la idea de que hay más de lo que el ojo ve, y que el mal siempre tiene un origen en la represión y la violencia. O que las hadas perfectas pertenecen al pasado. Eso es lo que enganchó a Schwartz, que empezó a leer el libro con la idea de adaptarlo a las tablas: “Quería examinar qué es la bondad y cuán reales son las historias que contamos sobre otros. Hoy no habría cosas como Maléfica o Cruella sin Wicked”.

Esa mezcla de ingredientes lleva ya 22 años triunfando, desde que la producción de Broadway lanzara al estrellato a dos divas de teatro musical como Idina Menzel y Kristin Chenoweth, a las que entonces todas replican. En España, Cristina Picos se pinta de verde para interpretar a Elphaba, la Malvada Bruja del Oeste (en un proceso que tarda dos horas cada función), mientras que Cristina Lorente se viste de hada rosa en el papel de Glinda (o Galinda). Dorothy queda en las sombras, porque esta es otra historia.

Tal vez el secreto del renovado éxito de esta historia resida también en un mensaje social con más vigencia que nunca en un mundo polarizado y cargado de fake news. “La propaganda se ha vuelto un problema mayor. Cuando escribí el libro no imaginaba el poder que tendría internet para expandir la maldad, la desinformación y el cabreo. No es que fuera profético, simplemente observaba otros regímenes, incluyendo épocas de la historia estadounidense. Solo estuve atento a lo que puede pasar. Los engaños para establecer el totalitarismo son reconocibles para cualquier joven estudiante de historia. Son universales y atemporales”, cuenta Maguire, que dio con su idea leyendo un artículo que comparaba al entonces dictador de Irak, Sadam Husein, con Hitler. Empezó a interesarse por el origen de la maldad y el uso constante del nombre del führer para categorizar el mal absoluto. Entonces pensó que la Bruja Malvada del Oeste era, después del austriaco, la mayor villana en el subconsciente estadounidense. Una que simplemente era villana por serlo. O quizás no.

Maguire cita a David Stone, productor en Broadway y de su adaptación cinematográfica: “Hay una pequeña niña verde en todos nosotros”. Ese mensaje está en el centro de las razones por las que Wicked sigue funcionando: “Mi libro es demandante y largo. El musical lo ha hecho más accesible y global. Pero ambos demuestran que todos queremos contribuir a dar valor a vivir en este planeta. Wicked habla de los beneficios de la bondad y de lo admirable de querer contribuir, de tener deseos y aspiraciones”. Schwartz apunta que no querían editorializar, “enseñar una moralina”, y que todos los lados políticos se han sentido identificados con su historia: “Hoy desafortunadamente es más actual por la ficción que quieren crear los poderosos y la demonización del contrario. Pero me gusta hacer musicales que sean sobre algo social. Crearlos lleva seis años, y no me merece gastar ese tiempo en hacer solo números de claqué”.

Enganchando a la generación alfa

Esa idea no solo sigue rentando, sino que su obra está más viva que nunca: en un estudio reciente de la National Research Group sobre los gustos de la generación alfa en el cine, Wicked estaba entre las 10 franquicias destacadas de un ranking donde priman los videojuegos. Lo hacía por su capacidad de inspirar a los seguidores a participar escribiendo sus historias, disfrazándose como las protagonistas y cantando en el cine, explicaba el responsable de la investigación en el podcast The Town.

Al final y al cabo, esta obra nacida como fan fiction (novelas escritas por los seguidores tomando universos y personajes de obras asentadas) de El mago de Oz contaba con la participación de los seguidores en su mismo origen. “No fui el primero en jugar con los juguetes de otro. Podría decirse que incluso Shakespeare lo hizo, y también T. H. White con su magistral Camelot, sobre el Rey Arturo. Esa era mi inspiración. La ambición es sumar, no corregirlo. Una obra de arte puede tolerar homenajes, y es un acto de gratitud hacia los libros”, explica. Esos fan fiction hoy son una piedra más de Hollywood. La productora Legendary acaba de invertir, por ejemplo, más de tres millones en comprar la novela Alchemised, que nació para expandir la relación de Draco y Hermione de Harry Potter. Maguire ya ha escrito cinco novelas de la saga Wicked Years: “Los derechos no musicales de la obra están en televisión. Podría convertirse en telenovela”.

La película también dio en su promoción con la tecla de la participación: Wicked se convirtió en un fenómeno cinematográfico gracias al carisma que trasmitía la conexión de Ariana Grande y Cynthia Erivo, así como el enfrentamiento de sus colores, el rosa de Glinda y el esmeralda de Elphaba, similar a lo que logró Barbie y adaptable además a vender cualquier merchandising. Wicked aprovechó las tendencias y bailes en TikTok y la popularidad entre esas generaciones Z y alfa que viven los estrenos de cine como eventos culturales, donde pueden sentirse cocreadores. “Siempre intento escribir canciones pop contemporáneas que puedan ser cantadas, pero creo que es la esencia de los personajes la que sigue enganchando. Todas pueden ser esas jóvenes, y tener una de las personalidades”, explica el triple ganador del Oscar por Pocahontas y El príncipe de Egipto y compositor también de El jorobado de Notre Dame, que ahora ha escrito dos nuevas canciones para la secuela, si bien reconoce que ya no necesita más estatuillas: “Simplemente tienen sentido para hacer evolucionar a los personajes”.

La primera película recaudó 644 millones de euros, la quinta más taquillera de 2024. Tras unos años de pequeño bajón en teatro, además, su adaptación en cine ha hecho que Wicked vuelva a ser la obra más taquillera de Broadway casi cada semana. Ese es el hito a repetir ahora en Madrid: competir como iguales, como lo hace allí, con la gran superproducción familiar El rey león. Schwartz, que este miércoles en un primer pase con público tomaba notas en un cuaderno con ideas para mejorar la función española, tiene otro anhelo: “Espero que en cinco años no sea tan políticamente relevante en EE UU”.

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