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Cómo un pimiento o un retrete pueden parecer un cuerpo humano: la fotografía rotunda y sensible de Edward Weston

La Fundación Mapfre en Madrid dedica una retrospectiva al autor estadounidense que recorre las cinco décadas de la obra de un clásico de la primera mitad del siglo XX

Hay que tener un gran dominio de la técnica fotográfica y mucha sensibilidad para que la imagen de un pimiento o de un inodoro puedan parecer un torso u otra parte del cuerpo humano. El estadounidense Edward Weston (Illinois, 1886-California, 1958), un clásico de la fotografía de su país de la primera mitad del siglo XX, lo logró con sus tomas en blanco y negro, como puede comprobarse en la retrospectiva con 177 fotos que le dedica la Fundación Mapfre, en Madrid, ha...

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Hay que tener un gran dominio de la técnica fotográfica y mucha sensibilidad para que la imagen de un pimiento o de un inodoro puedan parecer un torso u otra parte del cuerpo humano. El estadounidense Edward Weston (Illinois, 1886-California, 1958), un clásico de la fotografía de su país de la primera mitad del siglo XX, lo logró con sus tomas en blanco y negro, como puede comprobarse en la retrospectiva con 177 fotos que le dedica la Fundación Mapfre, en Madrid, hasta el 18 de enero de 2026.

La exposición fotográfica que abre la temporada de la fundación, titulada Edward Weston. La materia de las formas, comienza con un autorretrato del fotógrafo de 1908, que posa con una de las cámaras de placas con las que desarrolló toda su obra. Básicamente autodidacta, abrió un estudio en 1911 y experimentó en sus comienzos con la fotografía pictorialista, la que intentaba asemejarse a la pintura. Son fotografías de paisajes bucólicos y situaciones escenificadas. Sin embargo, como explica el comisario de la muestra, Sérgio Mah, “pronto vio que la fotografía no debía mirar a la pintura, sino enfatizar en sus propias características, por lo que amplió su imaginario”.

Paisajes urbanos, objetos y desnudos pasaban, con sobriedad y nitidez, por la cámara de Weston, que comienza a hacerse un nombre. Lo que busca con su mirada son las formas, su rotundidad, como si se tratara de un escultor. En especial con los desnudos, que parecen van a desbordar el papel. Era el camino a lo que se llamó la fotografía directa, una nueva estética surgida en los Estados Unidos de entreguerras, que buscaba una representación de la realidad con sencillez y claridad.

Mah llama la atención sobre la fotografía que se llama Excusado (1925), que Weston tomó en México: “Ese receptáculo brillante y esmaltado de una belleza extraordinaria. Ahí estaban las curvas sensuales de la forma humana divina”, escribió el fotógrafo. Por eso, junto a este retrete blanco, un torso desnudo constata que para Weston lo importante eran los volúmenes, las formas, las curvas, los pliegues, más allá de que formasen parte de una sensual espalda femenina o de un váter.

El comisario apuntó el día de la presentación a la prensa, el 16 de septiembre, que el vasto legado de este autor se encuentra fundamentalmente en el Center for Creative Photography de la Universidad de Arizona, en Tucson. En ese corpus tienen un peso significativo las fotografías de mujeres, muy importantes en su vida y obra, aunque el comisario rechaza que Weston fuera “un don Juan, como en ocasiones se le ha presentado en su país, incidiendo demasiado en cómo esa cuestión personal influía en su trabajo”. Eso sí, Weston dejó a su familia y se marchó a México en 1923 con la fotógrafa y actriz italiana Tina Modotti, que había sido su modelo antes de amante. Mientras Modotti y otros artistas y escritores participaban de la efervescencia del México posrevolucionario, Weston permaneció ajeno, dirigiendo su cámara a temas antropológicos.

En cualquier caso, la experiencia mexicana abrió su mente y fue decisiva en su trayectoria. Como se explica en la exposición, Weston se da cuenta entonces de que tiene la capacidad “para transformar lo trivial en algo sugerente”. “Su forma instintiva de ver, que aísla el asunto que le interesa y elimina lo innecesario, se convierte en la esencia de su talento”. Tras cuatro años de relación con Modotti, regresó a su país en 1926, donde retomó las series de desnudos junto a trabajos comerciales. El desnudo más conocido de su obra lo hizo en 1936 a la que entonces era su modelo, luego esposa, Charis Wilson, sentada con los brazos alrededor de las piernas y ocultando su rostro y la zona púbica.

La exposición, que como es habitual en la Mapfre, cuenta con un extraordinario catálogo (300 páginas), continúa con bodegones de calabazas, pimientos, alcachofas, setas o conchas marinas... que bajo la meticulosa lente de Weston hacen volar la imaginación para convertirlos en masas abstractas, misteriosas, que en otras ocasiones se asemejan a cuerpos que se retuercen. Como dijo el fotógrafo, quería “hacer que un pimiento fuera más que un pimiento”. Ese sello sigue en trabajos sobre plantas, árboles y rocas. Y llama la atención la poesía de su serie sobre dunas, de 1936, de extraordinaria belleza, en un blanco y negro de gran pureza.

En 1937, en el gran momento de su carrera, con 55 años, ganó la primera beca concedida por la Fundación Guggenheim a un fotógrafo, que le sirvió para financiar su libro emblemático, California and the West. “Atrévete a ser irracional”, afirmaba, “mantente alejado de las fórmulas [...] Nuestro tiempo está cada vez más atado a la lógica, a la mediocridad del pensamiento de masas ¡una peligrosa camisa de fuerza”.

Cuatro años después recibió un gran encargo, el retrato visual para una edición de lujo del clásico Hojas de hierba, del poeta Walt Whitman. Sin embargo, el resultado de los miles de kilómetros y varios Estados recorridos durante casi dos años —un largo viaje en el que lo acompañó Charis, de la que se divorció en 1945—, no gustó al editor, que quería algo más literal que ilustrase los versos. Weston había ido por libre, con una mirada más melancólica y decadente. En los negativos que llevó de vuelta a casa, unos 800, había muchos de cementerios de Luisiana y Georgia, de casas abandonadas o destruidas, de basura. “Por primera vez en su obra hay desilusión y crítica hacia la realidad estadounidense”, apunta el comisario. Solo se publicaron medio centenar de sus imágenes en el libro. Con los años y las dificultades económicas, a pesar del reconocimiento de los críticos, Weston dotó a muchas de sus fotografías de ese sentimiento de desencanto.

De lo que le interesaba de la fotografía y de la vida, de las mujeres y de sus viajes, dejó escritas muchas páginas en sus numerosos diarios: “La fotografía como expresión creativa debe ser algo más que ver. Ver solo significa registrar hechos. La fotografía no es en absoluto ver en el sentido que ven los ojos. Nuestra visión es binocular, está en un estado continuo de flujo, mientras que la cámara solo capta una única condición aislada del momento”.

Lo indiscutible es que tras más de medio siglo de trabajo, Weston “había contribuido decisivamente a que la fotografía se consolidase como medio artístico”, subraya Mah. Weston, enfermo de párkinson, que le había retirado de la fotografía a finales de los años cuarenta, falleció el día de Año Nuevo de 1958.

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