Teatro documental de la selva amazónica para buscar los orígenes

La compañía catalana La conquesta del Pol Sud lleva a las Naves del Español en Madrid ‘Guardianes del corazón de la tierra’, un viaje para una alternativa al mundo capitalista

Gabriela Olivera y Txana Bane, durante la actuación.

“En Occidente hace mucho tiempo que estamos desconectados de nuestros orígenes”. Lo recuerda Carles Fernández Giua, director y dramaturgo de Guardianes del corazón de la tierra (obra de teatro documental presentada en el Grec el año pasado y que se puede ver en las Naves del Español en Matadero de Madrid desde mañana miércoles al domingo). Junto con el escenógrafo y videoartista Eugenio Szwarcer (ambos forman la compañía ...

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“En Occidente hace mucho tiempo que estamos desconectados de nuestros orígenes”. Lo recuerda Carles Fernández Giua, director y dramaturgo de Guardianes del corazón de la tierra (obra de teatro documental presentada en el Grec el año pasado y que se puede ver en las Naves del Español en Matadero de Madrid desde mañana miércoles al domingo). Junto con el escenógrafo y videoartista Eugenio Szwarcer (ambos forman la compañía La conquesta del Pol Sud), llevan años buscando una visión alternativa “a este mundo que tenemos montado, del consumo, del mercado, de la oferta y la demanda, del razonamiento continuo...”. Sin entrar en si el mercado es bueno o malo, han dado con esta opción en la recóndita comunidad indígena de los Huni Kuin, en el Amazonas, entre Perú y Brasil.

Y lo que han hecho ha sido subir al escenario este viaje documental, poético, musical, tierno. Para ello cuentan con Txana Bane, miembro de aquella comunidad que vive buena parte del año en Hamburgo y otra entre su gente, los Huni Kuin. “Es realmente un puente humano entre los dos mundos”, explica Fernández. “Él quiere aportar al mundo occidental muchos aspectos de su cultura indígena y, a la vez, aportar aspectos del mundo occidental a su cultura”. Los autores plantean la obra con sus herramientas de trabajo: investigación, documentación, dramaturgia, danza, música, proyecciones... Y arman un auténtico viaje escénico y espiritual de la mano del propio Bane y de la actriz de origen peruano Gabriela Olivera. “El movimiento, la danza, las canciones, la música es en realidad el hilo conductor de la obra”, explica el director. “Bane Txana quiere decir ‘El que cura a través de la música’, por eso ellos siempre cantan”. Entre proyecciones, diálogos y canciones, Olivera aporta la mirada poética, se transforma sutilmente en mariposa, en jaguar... bailando los cuentos que narra Bane.

La obra está planteada como un diario de viaje de la mano de Bane, a quien conoció Szwarcer en un primer desplazamiento a la selva, en 2017: “Descubrí su pensamiento tan simple y aplastante”, explica el videoartista. “Descubrí cómo nosotros nos complicamos las cosas”. Y pone un ejemplo inapelable: “Bane aprendió a cazar, a pescar, a buscar sustento, en equilibrio con el medio. No necesita más de lo que caza, sabe perfectamente que si necesita muchas cosas se vuelve esclavo de esas cosas”.

El contraste entre un mundo y otro está servido pero, como remarcan los autores, las cosas, están cambiando. Muy poco a poco. Carles subraya: “En realidad, nos estamos globalizando desde el Homo sapiens, y el mundo de los Huni Kuin es tan frágil... pero esta comunidad es consciente de que se tiene que abrir, igual que nosotros tenemos muchas cosas que aprender de ellos”. Y Eugenio se plantea: “Igual que nosotros descubrimos que el secreto para salir de la crisis en la que nos encontramos está en nuestros ancestros... porque nosotros nos creemos que podemos tenerlo todo y resulta que hay civilizaciones que no saben ni que existimos. Y, de repente, nos sentimos vacíos”. De ahí surgen tantas preguntas que comparten con los espectadores.

El viaje en la obra (de 80 minutos de duración), que empieza en los contenedores de los barcos mercantes en el Báltico (”esas máquinas flotantes son toda una metáfora de hasta dónde hemos llegado”, dice Carles), es el tercero a la selva amazónica de Szwarcer y el primero de Fernández Giua: “Me ha marcado más que cualquier otro que haya hecho”. Ha sido duro y peligroso. “Cada día he sentido al menos una vez, que me quebraba. Con los pies mojados siempre, durmiendo doblados, a lo mejor, he sentido, sin embargo, que me vuelvo más fuerte”, le reconoce Carles a Eugenio.

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