‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’: la posguerra civil española también puede ser cosa de risa (negra)

Una anomalía en el cine español siempre es bienvenida, pese a las caídas de la película, que las tiene. Ya desde su título, respondón respecto a los tiempos que corren.

Carmen Machi y Diego Anido, en 'Tratamos demasiado bien a las mujeres'.

Una anomalía en el cine español siempre es bienvenida. Pese a las caídas de la película, que las tiene. Ya desde su título, respondón respecto a los tiempos que corren, aunque su explicación sea, naturalmente, irónica, Tratamos demasiado bien a las mujeres es una rara avis, un bonito desconcierto, una celebración de todo lo contrario de lo que muchos querrían para nuestro cine.

Primero, por su origen: una novela del francés Raymond Queneau publicada bajo seudónimo femenino (Sally Mara) en el año 1947, pero...

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Una anomalía en el cine español siempre es bienvenida. Pese a las caídas de la película, que las tiene. Ya desde su título, respondón respecto a los tiempos que corren, aunque su explicación sea, naturalmente, irónica, Tratamos demasiado bien a las mujeres es una rara avis, un bonito desconcierto, una celebración de todo lo contrario de lo que muchos querrían para nuestro cine.

Primero, por su origen: una novela del francés Raymond Queneau publicada bajo seudónimo femenino (Sally Mara) en el año 1947, pero ambientada en 1916 en Irlanda, en los prolegómenos de la Guerra de la Independencia tras el Alzamiento de Pascua, que ya había sido adaptada al cine en una olvidada película, On est toujours trop bon avec les femmes (1971), de Michel Boisrond. Segundo, por el traslado de la acción desde la lucha del Ejército Republicano Irlandés contra las fuerzas británicas hasta la inmediata posguerra española, en 1944, con la fracasada tentativa de reconquista del Valle de Arán por parte del maquis. Tercero, por tratar esas acciones en tono de chanza, de disparatado humor negro con espíritu pulp de la época, cargado de sexo sucio y violencia desesperada. Y cuarto, porque la encargada de dirigir el evento ha sido precisamente una mujer, y debutante tras la cámara, Clara Bilbao, prestigiosa veterana del cine con tres premios Goya en su haber, pero procedente de un departamento artístico en el que no es nada habitual dar el salto hasta la dirección: el diseño de vestuario (Gerardo Vera y quizá poco más).

En su huida a Francia tras el fiasco del ataque, un pequeño grupo de guerrilleros antifranquistas queda atrapado entre los pueblos de las montañas, sin saber muy bien dónde está y a qué distancia de la frontera, y se refugia en una oficina de correos en la que, entre otras personas, queda como rehén una mujer que se estaba probando su vestido de novia. Una aguerrida fascista dispuesta a todo por su ideal de país y por la celebración de su día de fiesta conyugal. En su roña, su antiheroísmo y su risa negra, sobre todo en la primera mitad del relato, la película entronca con La vaquilla (1985), de Luis García Berlanga. Como en aquella, y en buena parte de las películas del maestro valenciano, habitan en Tratamos demasiado bien a las mujeres sus habituales ecos de un fracaso colectivo. Y en las conversaciones entre los republicanos, pronunciadas por sus estupendos intérpretes con jocoso tempo cómico, hay mucho de las desventuras del hatajo de soldados berlanguianos que encabezaban Alfredo Landa y José Sacristán.

Los maquis de 'Tratamos demasiado bien a las mujeres'.

Antonio de la Torre, Isak Férriz, Julián Villagrán, Óscar Ladoire, Ayax Pedrosa y el ruso Oleg Krikunoff despliegan su gracia mientras el torrente habitual que es Carmen Machi se los come con patatas en la ficción, adaptada desde la novela por Miguel Barros, con unos improbables aires de mantis religiosa. Como es natural viniendo de donde viene Bilbao, el arte de la película (vestuario y dirección artística) está muy cuidado y, salvo algún detalle suelto (¡ese fuego digital!), la acción está resuelta sin alardes pero con suficiencia. Sin embargo, el principal contratiempo es que la historia va claramente de más a menos. Conforme van desapareciendo soldados del grupo, la risa colectiva se va perdiendo y, en lo íntimo con matices amargos, la película se diluye un tanto pese a algún matiz tarantiniano (también en la música de Mastretta) y a un bonito anacronismo con la canción de Los Enemigos Desde el jergón.

Pocos trabajos se han atrevido a mostrar el absurdo de nuestra guerra civil desde la desprejuiciada carcajada (La vaquilla; Posición avanzada, de Pedro Lazaga; partes de ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura; Malnazidos, de Javier Ruiz Caldera, que compartía el espíritu pulp, aunque este fuera más contemporáneo), y en ese sentido el debut de Bilbao tiene todo nuestro respeto. Y, por si hay pejigueras que, como ocurrió con La vaquilla, la acusan de equidistante, queda una frase para enmarcar: “Nosotros no somos mejores por matar a estos o aquellos, pero ellos sí son peores por ponernos en esta situación”.

Tratamos demasiado bien a las mujeres

Dirección: Clara Bilbao.

Intérpretes: Carmen Machi, Antonio de la Torre, Isak Férriz, Luis Tosar. 

Género: comedia. España, 2024.

Duración: 93 minutos.

Estreno: 15 de marzo.

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