El mercado del arte sortea la crisis en Art Basel Miami Beach
La feria más importante de América respira aliviada ante las buenas ventas de sus galerías, aunque a un ritmo más lento, en un escenario de incertidumbres geopolíticas y económicas
La casualidad quiso que Art Basel Miami Beach (ABMB), la feria de arte más importante de las Américas, inaugurara su vigésimo primera edición el pasado miércoles, cuando se cumplían dos meses del brutal ataque de Hamás en Israel, cuyo ejército desató después una devastadora campaña militar en Gaza. La guerra en Oriente Próximo ha provocado cancelaciones de exposiciones, enfrentamientos públicos y dimisiones en revistas y museos. Un terremoto tal vez mayor en el mundo del arte que en ningún otro orden de la cultura que se coló veladamente en la apertura de ABMB en ...
La casualidad quiso que Art Basel Miami Beach (ABMB), la feria de arte más importante de las Américas, inaugurara su vigésimo primera edición el pasado miércoles, cuando se cumplían dos meses del brutal ataque de Hamás en Israel, cuyo ejército desató después una devastadora campaña militar en Gaza. La guerra en Oriente Próximo ha provocado cancelaciones de exposiciones, enfrentamientos públicos y dimisiones en revistas y museos. Un terremoto tal vez mayor en el mundo del arte que en ningún otro orden de la cultura que se coló veladamente en la apertura de ABMB en unas palabras de Noah Horowitz, consejero delegado de la multinacional suiza de ferias con sedes también en Basilea, Hong Kong y París. “Es importante reconocer que esta celebración llega en el contexto de crisis globales y de un sufrimiento humano devastador en todo el mundo”, dijo a la prensa Horowitz, que ha cumplido ya un año en el puesto. “Espero que, en tiempos difíciles como este, ABMB pueda ser un espacio en el que nos unamos, que sea una plataforma no solo para los negocios, sino también para construir puentes”.
Cupo interpretar esas palabras como un llamamiento a tener la fiesta en paz, una fenomenal fiesta llena de invitados VIP: coleccionistas ultrarricos, famosos como Shakira o Jared Leto, artistas, comisarios y galeristas en la cresta de la ola. O quizá había que leerla en la clave que proponía una pieza de la artista holandesa Lily van der Stokker, un letrero naif algo escondido en la galería Kaufman Repetto. Decía “Nothing happening here”, y la frase recordaba a ese “nada que ver aquí, disuélvanse” con la que la policía ahuyenta a los curiosos de la escena de un crimen. “El arte no puede vivir, y, de hecho, no vive en una burbuja”, aclaró Horowitz el jueves en una conversación con EL PAÍS. “Confío que la feria nos permita recuperar de ciertos vínculos, y suponga un reinicio tras la intensidad de los últimos dos meses”.
Por más que las visiones enfrentadas sobre un conflicto que polariza enormemente Estados Unidos quedaran aparcadas fuera del centro de convenciones de Miami Beach, donde el viernes hubo una protesta de un centenar de personas en favor de Palestina, no hubo manera de evitar que la sombría situación geopolítica ―no solo en Gaza, también en Ucrania, así como en América y Europa― y los nubarrones que proyecta sobre la economía sobrevolaran la inauguración de la cita.
El mundo del arte lleva un tiempo conteniendo la respiración ante esos estímulos externos y ante los signos de desaceleración, temiéndose un frenazo en seco tras la fenomenal recuperación que trajo el final de la pandemia. Así que los galeristas afrontaron el miércoles, jornada de acceso exclusivo para coleccionistas, profesionales y miembros de la prensa, con una aprensión que se fue disipando según pasaron las horas. El día se dio bien, después de todo. Al menos, a juzgar por la lista de ventas facilitadas por algunas galerías a la feria. Se colocaron piezas importantes, como una pintura de Philip Guston de 20 millones de dólares (18,5 millones de euros) en Hauser & Wirth, que saldó sus primeras ocho horas con una facturación de 28,3 millones. En los demás espacios dominaron por lo general números más modestos, más por debajo que por encima del millón.
No le sorprendieron los datos positivos a Vincenzo De Bellis, director global de ferias de Art Basel, responsable de facto de esta edición de ABMB mientras buscaban a alguien para el puesto (lo encontraron en septiembre: la galerista estadounidense Bridget Finn). “Teníamos esperanzas por datos de las últimas semanas que hablaban de un mercado muy sólido”, explicó De Bellis a EL PAÍS al final de la segunda jornada. “Lo vimos en [octubre, en Art Basel] París, y en las subastas en Nueva York. En primavera lo habíamos sentido estancado con respecto al bestial crecimiento de los últimos años. La jornada inaugural fue increíblemente buena para muchas, muchas galerías”.
Es imposible saber cuántas de esas operaciones surgieron del impulso de la visita a ABMB o se cerraron en tratos alcanzados antes de la feria, aunque Horowitz aclaró que muchos de los VIP confirmaron su asistencia a última hora. También es pronto para interpretar si esos números ―mejores en el ámbito del primero que en el del segundo mercado, arrinconado cada vez más por el arrollador poderío mediático de las subastas― probaron que no hay que preocuparse, que el negocio del arte es resistente. O si fueron la típica última e inconsciente ronda que te tomas, confiado en que esta vez no habrá resaca.
Los galeristas hablaban de compradores más lentos en sus decisiones, pero la tendencia positiva se prolongó durante el jueves, que sumó a menor ritmo otro buen montón de cifras mareantes. El día no se saldó, con todo, con la venta de la joya de la corona: una de las primeras pinturas negras de un joven Frank Stella, cuyos hijos ofrecen por 45 millones hasta el cierre el domingo de la feria en la galería Yaren Art.
Otra explicación a esa invitación al optimismo podría ofrecerla la misma Miami. La ciudad vive, especialmente desde el final de la pandemia, en un permanente auge que la está convirtiendo a golpe de gentrificación en un fenomenal patio de recreo para el 1%. No deja de sumar grandes fortunas (entre las últimas, las de Jeff Bezos y Lionel Messi), así como el dinero de otros ricos, más de andar por casa, llegados desde ciudades como Nueva York atraídos por el buen tiempo, la excepcionalidad fiscal (¿IRPF? ¿qué IRPF?) y por una escena cultural que lucha por sacudirse su imagen clásica de capital americana de la superficialidad.
El desembarco en 2002 de Art Basel ha tenido mucho que ver en ello, al fomentar una base de poderosos coleccionistas (Jorge Pérez, Rosa y Carlos de la Cruz, Matin Margulies, los Rubell...) que en estas dos décadas han competido en abrir museos y centros para exponer sus colecciones. La suma compone un ecosistema que en esta semana, “la semana del arte”, echa el resto con exposiciones de relevancia internacional, como las consagradas al creador conceptual afroamericano Gary Simmons o a la escritora Joan Didion en el PAMM, o la de Charles Gaines en el ICA, otro referente del arte negro.
Cómo lograr que el fogonazo de principios de diciembre se convierta en una hoguera que caliente culturalmente la ciudad todo el año es otro cantar, según admitió el miércoles Steven Meiner, el nuevo alcalde de Miami Beach (que tiene ante sí un reto más acuciante: poner coto al turismo de despedidas de soltero). De momento, Meiner se conformó con que los 80.000 visitantes llegados de todas partes del mundo disfrutaran de las decenas de citas que orbitan alrededor ABMB: de la de la playa (Untitled) o la de los jóvenes (Nada), a la de diseño, que estrena propietario.
Descubrir, olvidar
En la principal había mucho por descubrir enterrado bajo lo aún más por olvidar. Entre las 277 galerías seleccionadas, 25, como la joven mexicana Llano, se estrenaban en esta edición. El programa general, que suma 222 espacios, no impone más condicionantes que el espacio que puedan pagar y el lugar en el que el comité decida colocarlas. Obviamente, los grandes nombres (transatlánticos con una lista de sedes parece el índice del especial de viajes de una de aquellas revistas de tendencias) ocupan los mejores puestos. Algunas se distinguen colocando moqueta en sus espacios. El no va más parece ser contar con seguridad propia, como en Gagosian, un auténtico mini museo con warhols, basquiats o ruschas.
En la zona media de la tabla volvió a quedar demostrada la pujanza del arte latinoamericano de rescate, con nombres como el peruano Jorge Eielson (en la española Travesía Cuatro) o la exquisita Leonor Fini (argentina, surrealista, en la parisiense Minsky), y, especialmente, el brío del brasileño, con artistas como el escultor neoconcreto Amílcar De Castro (Almeida e Dale) o Helio Melo (en Gomide & Co).
La pintura lo domina casi todo (también la versión con piezas de lego de Ai Weiwei del famoso cuadro George Washington cruzando el río Delaware, vendida por 900.000 dólares). Y se volvió a comprobar el afán por continuar diversificando la representación de las minorías en la feria, en la senda iniciada tras el asesinato en 2020 de George Floyd , que supuso todo un examen sorpresa al sistema cultural estadounidense.
También se conversó mucho en los pasillos sobre cuál será la siguiente gran tendencia, the next big thing. Y la respuesta apunta al arte de los nativos americanos, dado, entre otras cosas, que Jeffrey Gibson, de la nación choctaw/cheroqui, ha sido escogido para representar a Estados Unidos en la Bienal de Venecia del año que viene. Gibson era el invitado de honor en el espacio más exclusivo, el del banco UBS, donde colocó un enorme mural. Una de sus piezas se vendió rápidamente el miércoles por 120.000 dólares en la galería de Los Ángeles Roberts Projects, mientras la veterana Jaune Quick-to-See Smith colocó sendas obras el jueves por 900.000 en Garth Greenan.
Otros dos artistas indios americanos, Julia Buffalohead y Saif Azzuz, están entre los elegidos por la mexicana Magalí Arriola, directora del Museo Tamayo, para la parte comisariada de la feria, Meridians, donde atrae todas las miradas un globo terráqueo del coreano Seung-taek Lee que se va deshinchando cada día como una metáfora del estado del mundo en apuros.
La oferta de ABMB la completan otras secciones que funcionan con reglas. Las 17 galerías de Survey se centran en proyectos históricos, como los presentados, una frente a la otra en un díptico de arte político (poético) latinoamericano, por la española 1 Mira Madrid, que puso el foco en la colombiana María Teresa Hincapié, y por la bonaerense Rolf Art y su recuerdo a la argentina Liliana Maresca. Positions está dedicado a las propuestas emergentes como la de en Cynthia Talmadge, que usa como lienzo las paredes del stand de 56 Henry. Y en Nova, aguardan 22 espacios con piezas creadas en los tres últimos años por uno, dos o tres artistas. Allí están la londinense Arcadia Missa, con las fotografías íntimas de la joven Rene Matić, y las delicadas telas con semillas que parecen abalorios de Sanaa Gateja en Afriart. En este universo de asombrosos récords, el conjunto de Gateja tiene el honor de batir su propia modesta marca: es seguramente la propuesta llegada a Miami Beach de un lugar más remoto a lo que esta feria y esta ciudad representan: Kampala (Uganda).
La embajada española y el fuerte de Basilea
Seis galerías españolas (Elba Benítez, Elvira González, Maisterra Valbuena, Travesía Cuatro, 1 Mira Madrid y Polígrafa Obra Gràfica) participan este año en Art Basel Miami Beach. Vincenzo De Bellis, director global de ferias de la multinacional suiza, explica que “España siempre ha sido importante en la cita de Miami, por la historia y también por la geografía de la ciudad. Y por la lengua, el español es la segunda lengua aquí”.
Más difícil les resulta a estos espacios entrar en la selección del evento madre, el de Basilea, cuya cuota española ha ido decreciendo con los años y el retiro de galeristas con solera. “Hay que tener en cuenta que los criterios de selección dependen en cada caso, y que varían de edición en edición”, aclara De Bellis. “La región ibérica es muy importante para nosotros. Y estamos interesados en que crezca más su presencia. Es una parte del mundo que produce una gran cantidad de arte excelente, tanto histórico como contemporáneo”.