David J. Skal, una vida analizando pesadillas
El crítico de cine presenta en España la reedición de su clásico ‘Monster Show’, un libro en el que analiza la historia cultural del terror y explica que cada época crea sus propios monstruos
En 1993, el crítico estadounidense David J. Skal (Garfield Heights, Ohio, 71 años) analizó en su libro Monster Show las criaturas surgidas del caldero de las histerias, amenazas y pesadillas colectivas de la humanidad a través del cine desde sus inicios hasta los años noventa. Desde su primera edición fue un éxito rotundo. Y sigue siéndolo. Tanto, que la semana pasada visitó España para presentar la reedición de esa obra por Es Pop Ediciones, celebrar las tres décadas del volumen y charlar con la prensa.
Al preguntarle a Skal sobre quién es, se define aún a sus 71 años como un ...
En 1993, el crítico estadounidense David J. Skal (Garfield Heights, Ohio, 71 años) analizó en su libro Monster Show las criaturas surgidas del caldero de las histerias, amenazas y pesadillas colectivas de la humanidad a través del cine desde sus inicios hasta los años noventa. Desde su primera edición fue un éxito rotundo. Y sigue siéndolo. Tanto, que la semana pasada visitó España para presentar la reedición de esa obra por Es Pop Ediciones, celebrar las tres décadas del volumen y charlar con la prensa.
Al preguntarle a Skal sobre quién es, se define aún a sus 71 años como un monster kid. “Niño monstruo” es también como se han autocalificado figuras como Stephen King, Guillermo del Toro, Peter Jackson, Joe Dante, John Landis, George Lucas, o J. J. Abrahams. Skal se entusiasma aún, como si fuera la primera vez, cuando habla de las películas glosadas en Monster Show, que sigue reeditándose por todo el mundo: “No ha estado agotado nunca desde que se publicó por primera vez en 1993″. Su ensayo recorre el terror década a década, empezando por los espectáculos franceses del Grand Guignol y su decadencia al volver los soldados del frente en 1918. Regresan vivos gracias a la penicilina, pero lo hacen mutilados y desfigurados por las armas de la era industrial. Skal atribuye a este ejército de muertos vivientes (los conocidos como gueules cassées) el desinterés del público por los espantos que se escenificaban entre cancamusas y fantasmagorías en el parisiense barrio de Pigalle.
En esa época tiene lugar también la primera adaptación teatral de una criatura nacida al mismo tiempo que el cine. Drácula ha sido otra de las obsesiones de Skal, objeto de su primer ensayo, Hollywood Gothic (Es Pop). “Volví a interesarme por Drácula durante la epidemia del sida, donde todo era un recordatorio de la contaminación de la sangre”, cuenta. Hollywood Gothic es una pieza de investigación que le llevó años, y en la que explica la intrincada historia de la adaptación del clásico de Bram Stoker: intereses económicos, leyendas, malas gestiones, la configuración del cinematógrafo como séptimo arte y, por supuesto, explicaciones para fenómenos como el Drácula de George Melford (rodado de noche en los mismos decorados que la versión de Tod Browning protagonizada por Bela Lugosi). “Esa película se filmó porque el coproductor de Drácula estaba enamorado de Lupita Tovar, y ella no tenía ningún proyecto en Hollywood. Él quería evitar a toda costa que Lupita volviera a México, así que levantó esta extraña versión para así poder seguir rondándola. Y lo consiguió, se casaron. Lupita murió hace poco con 106 años”, explica el autor.
Cuando Skal comenzó su investigación, no solo no había internet, sino que tampoco había apenas fuentes a las que acudir. El cine de terror no parecía interesarle en serio a nadie. Él, como otros monster kids, se educó a la lumbre de la publicación pionera Famous Monsters of Filmland, de Forrest J. Ackerman, revista que sufrió el ataque del psicólogo Frederick Wertham, quien puso a Estados Unidos en alerta roja porque los niños leían historias de terror y tenían modelos homosexuales a imitar —así lo argumentaba Wertham— como Wonder Woman o Superman. “Cuando éramos pequeños nos decían que estas películas eran malas para nosotros, que no deberíamos estar leyendo esas revistas, que nos iban a freír el cerebro. Si los profesores te encontraban leyendo el Famous Monsters of Filmand, te lo confiscaban y lo tiraban a la basura”, cuenta entre risas.
Cada gran crisis pone en movimiento patrones identificables para generar el terror que el público quiere”
Y, sin embargo, ve algo de Wertham en los tiempos actuales, igual que encuentra ecos de McCarthy en Wertham. Preguntado por sus próximos proyectos, cambia de gesto y se preocupa: “Estoy trabajando en un libro sobre el terror en la política. Se llama I Hear America Screaming, y habla de todo lo que está pasando. No es broma. Lo abordo con algo de humor, pero no es divertido. Muchos estadounidenses quieren vivir en una película de terror. Y empieza a suceder en todo el mundo. Hay muchos temas de terror engarzados en eso. Voy a escribir sobre todas esas pesadillas en las que creemos… El pizzagate o QAnon no podrían existir sin el cine de terror”.
Skal no sonríe cuando habla de la política de su país. Percibe una rima entre el presente y un pasado no tan cercano. “Hay un libro muy conocido llamado De Caligari a Hitler, y me da la impresión de que estamos emprendiendo esa senda de nuevo. Cuando empecé a escribir Monster Show me di cuenta de que en la Alemania de los años veinte, en la época prenazi, la gente se sentía atraída por esos personajes grotescos y terroríficos como el Golem, Nosferatu, Caligari… Aunque no sabían por qué. Era como si tuvieran que procesar lo que estaba pasando, pero era más fácil ponerle una máscara a lo que estaba sucediendo. Vi que pasaba década tras década. Durante la Gran Depresión, en la Segunda Guerra Mundial, en la época de McCarthy, en la revolución sexual, durante la aparición del sida… Cada gran crisis pone en movimiento patrones identificables para generar el terror que el público quiere”.
Las páginas de Monster Show están llenas de espantos, criaturas, rituales, supersticiones y hombres malvados en las sombras “No hay monstruos nuevos. Los arquetipos son muy fuertes. El científico loco, la criatura que vuelve de la tumba. El hombre con dos rostros. Y el freak. Son una catarsis”, explica. Pareciera que el monster kid que leía los cómics de la editorial Warren y veía las películas de Universal nunca haya dejado de habitar a este sonriente caballero.
“Cuando tenía diez años, los monstruos me reconfortaban, porque ellos no podían morir. Eran como amigos. Después, al ponerme a investigar para el libro, que al inicio quería que fuera solo sobre monstruos, me di cuenta de que todas las cosas que habían pasado en esa época, como la crisis de los misiles de Cuba o la guerra fría, estaban fuera de mi interés de entonces. Iba a las portadas de los periódicos y luego a la sección de cultura y espectáculos”, reflexiona. Y sigue con su discurso. “Vi que, por ejemplo, la canción número 1 en las listas de ventas en la época de la crisis de los misiles era The Monster Mash, una canción sobre la muerte cantada por un científico chiflado. Entonces recordé que aquellos titulares me asustaban mucho, y me di cuenta de que había enterrado esos recuerdos”.
No disimula que prefiere el cine y el terror de antaño. “Me da la impresión de que el público solo se revuelve con el asesinato, con el sadismo. No me gusta la tortura por la tortura. Me gustan mis monstruos en blanco y negro”. Antes de marchar habla sobre su relación con los fans: “Son mucho más cariñosos aquí que en Estados Unidos. Allí, cuando voy a festivales, muchas veces noto que están molestos porque analizo las películas. Tienen la sensación de que le quito toda la diversión al cine de terror. La mayoría de los espectadores no se preguntan por qué les gusta lo que les gusta”. Skal se despide hablando del festival de Sitges del próximo año y sube a cambiarse para una proyección en la Filmoteca Española del Drácula de Melford: “Quiero ir vestido de negro”.