La animación, la última trinchera de la creatividad en el cine
El festival de Annecy, el más importante del mundo en este campo, muestra las nuevas películas y proyectos de cineastas que antes estuvieron en estudios de Hollywood y ahora buscan la libertad en la independencia
Mientras la inteligencia artificial, la huelga de guionistas o los recientes despidos masivos que han afectado a grandes estudios como los de Walt Disney son el centro de conversación en la industria de Hollywood, al otro lado del globo, en el festival internacional de cine de animación de Annecy, se habla de las tres p: pasión, perseverancia y paciencia. Tres palabras que resumen la pasión de un grupo de profesionales que no deja de practicar una forma de arte...
Mientras la inteligencia artificial, la huelga de guionistas o los recientes despidos masivos que han afectado a grandes estudios como los de Walt Disney son el centro de conversación en la industria de Hollywood, al otro lado del globo, en el festival internacional de cine de animación de Annecy, se habla de las tres p: pasión, perseverancia y paciencia. Tres palabras que resumen la pasión de un grupo de profesionales que no deja de practicar una forma de arte en general confundida con un género infantil y tan artesanal en su realización que muchos comparan con “ver la hierba crecer”.
Este es el espíritu que un año más ha llevado a una cifra récord de profesionales de la animación (cerca de 16.000 en esta edición) a la ciudad francesa de Annecy donde hace casi seis décadas nació el festival más importante en el campo de la animación y la segunda cita cinematográfica más destacada en Francia, solo por detrás de Cannes. “Es cierto que comenzó como el sueño de un artista, todo cortometraje de mucho arte y nada de industria. Pero especialmente a partir de la década de los ochenta, el certamen ha aprendido a compartir, dando cabida a todos los estilos, formatos y orígenes, con espacio para grandes filmes y para producciones más artísticas, para estudiantes y para estrellas. Y funciona”, asegura Véronique Encrenaz, al frente del MIFA, siglas por las que se conoce el mercado internacional de animación de este evento al que han acudido representantes de 102 países.
Sin despreciar ninguna forma de cine de animación, medio en el que ha decidido volcarse tras su éxito con Pinocho, Guillermo del Toro prefirió describir al público de Annecy en otros términos. “Somos los más raros, los que la familia da por perdidos, pero eso es bueno y aquí estamos entre los nuestros. Los animadores somos raritos y los que se dedican a la stop motion, más todavía”, cuenta el realizador mexicano. No solo Del Toro se ha situado en el centro de esta industria, ayudando económicamente a leyendas de la animación independiente como Bill Plymton a terminar su último largometraje, Slide (en competición en Annecy) o creando y potenciando iniciativas como el programa de animación de la Universidad de Guadalajara o el Taller del Chucho —estudio al que puso en el mapa con Pinocho— sino siempre con tiempo para hablar a los centenares de personas, profesionales o aficionados, que se le acercaron a lo largo de las escasamente 24 horas que pasó en Annecy. También fue el rostro visible de la animación en México, país invitado este año en el certamen. “Es una iniciativa que empezó en 2019, cuando el festival intentó contactar con el IMCINE [Instituto Mexicano de Cinematografía] y otras instituciones mexicanas, pero nunca recibieron respuesta porque no había presupuesto en la Administración para cultura”, recuerda José Enrique Iñesta, codirector del festival Pixelatl de Guadalajara (México) y figura clave en la organización para que más de 400 profesionales de la animación mexicana tomaran parte en este encuentro francés. “Es cierto que Guillermo nos puso en el mapa”, reconoce Angelica Lares, al frente del Taller del Chucho, “pero el talento ya existía. Y mucho a juzgar por los estudios con los que contamos y el trabajo realizado desde Guadalajara a Mérida o Monterrey pasando por Querétaro, Tijuana o la ciudad de México, entre otros focos”.
El empuje que pueda dar Annecy a la animación mexicana se verá una vez que fructifiquen los contactos hechos en este mercado, donde España también estuvo presente como una de las delegaciones más numerosas y que se llevó uno de los principales galardones del festival, el Gran Premio de la sección Contrechamp para Robot Dreams, el debut en este formato de Pablo Berger. Pero Iñesta asegura que el efecto Annecy irá más allá “dado que México se está convirtiendo en este captador de producción que está abriendo puertas hacia toda América Latina”.
No solo se habló en términos de IP (propiedad intelectual) o de coproducciones. En Annecy también se habló de empleo y mientras muchos de los asistentes más jóvenes enseñaban su obra a las diferentes oficinas de contratación que durante esta semana abrieron sede en el festival a la búsqueda de talento, la delegación francesa presentó sus números, con un esperado aumento de 15.000 trabajadores en la industria de la animación en su país para 2023 de los 7.790 que hubo contratados en 2022. “Hablamos de un negocio brutalmente grande, un proyecto de alto impacto que hace que la gente gane más y, por ende, pague más impuestos y mejore la economía de la región”, aventura Andrés Reyes Botello, junto con su hermano Uriel al frente del estudio Boxel, en Tijuana. Su sueño, convertir Baja California en un Vancouver del sur en temas de producción audiovisual. “Y eso no le quita lo bonito de la parte creativa”, añade.
Por supuesto que por Annecy también pasaron este año los grandes de Hollywood con estrenos como el de Nimona (Netflix), Elemental (Pixar), Ruby Gillman, Teenage Kraken (DreamWorks) además de presentaciones como la del próximo musical animado de Alan Menken, Spellbound (de Skydance Animation y Apple Original Films), con las voces de Javier Bardem y Nicole Kidman; o Wish, el largometraje con el que Disney quiere celebrar su centenario. Pero fueron más los que mostraron en Annecy su independencia artística, incluso después de haberse dedicado durante años a realizar cine de estudio. Tal es el caso de John Musker, quien tras 40 años trabajando en los estudios Disney y director junto a Ron Clements de algunos de los títulos fundamentales de la conocida como la segunda edad de oro de la animación —La sirenita (1989), Aladdin (1992) o Hercules (1997)— y éxitos más recientes como Vaiana (2016), presentó a concurso en la selección oficial su primer cortometraje, I’m Hip, realizado de manera independiente en animación tradicional. “Cuando me preguntan si es mi primer trabajo como director me siento tentado a decir que sí”, bromea. El cortometraje nació de una necesidad de liberarse, creativamente hablando. “No tener a nadie en la chepa cuestionando mis decisiones”, incide.
Parece una fiebre contagiosa entre aquellos que probaron la gloria de los estudios, aunque ahora buscan la independencia creativa regresando a técnicas más artísticas y menos utilizadas en Hollywood como la animación tradicional o el stop motion. Ese es el caso de Andreas Deja, creador de personajes clásicos como Gastón en La bella y la bestia (1991) o Scar en El rey león (1993), que hace un mes presentó en España su cortometraje independiente Mushka como parte del festival Animayo, en Las Palmas de Gran Canaria. O de Jim Capobianco, nominado al Oscar al mejor guion con Ratatouille (2007), y que estuvo en la competición oficial de Annecy con el largometraje independiente producido en Francia The Inventor. Es tan independiente que hasta tuvo que recurrir a sistemas de financiación como el micromecenazgo para acabar una producción que le costó 12 años. “Con The Inventor he podido probar cosas diferentes que no me permitía el sistema de estudio. Si todavía estuviera en Pixar sería para dirigir una película con imágenes generadas por ordenador y probablemente secuela con tanta franquicia establecida. Si quieres probar algo nuevo tienes que alejarte del sistema. También hay un deseo por nuestra parte de volver a lo que nos atrajo a la animación”, confiesa Capobianco.
Un deseo, o tal vez una necesidad, visto el panorama de la industria. Tal y como confesó Musker, tras trabajar junto a Clements en un proyecto para los estudios Warner este no obtuvo la luz verde. Recientemente, al español Sergio Pablos le sirvió de poco su candidatura al Oscar con Klaus. Su proyectado siguiente largometraje, Amber, fue una de las víctimas de los recortes de Netflix. Y como les dijo Guillermo del Toro a centenares de aficionados en una clase magistral, en los pasados cinco meses le han tirado abajo tres de sus proyectos. “En mi carrera he hecho 12 películas, aunque he escrito 44. Es frustrante y te encuentras con mucho idiota, pero sigo intentándolo. Es la naturaleza de nuestra creatividad”.