Ambiente en las Ramblas de Barcelona durante la jornada de Sant Jordi.Kike Rincon (Europa Press)

Una gran zambullida libresca, floral y festiva

Los libreros quieren que cada año haya Superilla literaria aunque la fiesta no caiga en domingo

Si hay que elegir un libro, uno, para zambullirse en la muchedumbre que sube y baja por el río de la Diada qué mejor que El nadador como héroe, de Charles Sprawson (Siruela, 2023), esa obra que mezcla como nunca la natación y la literatura, y te habla de nadadores y escritores (y los que eran las dos cosas, como Lord Byron y Tennessee Williams), y de agua y de libros. La natación por la ciudad es en seco, claro...

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Si hay que elegir un libro, uno, para zambullirse en la muchedumbre que sube y baja por el río de la Diada qué mejor que El nadador como héroe, de Charles Sprawson (Siruela, 2023), esa obra que mezcla como nunca la natación y la literatura, y te habla de nadadores y escritores (y los que eran las dos cosas, como Lord Byron y Tennessee Williams), y de agua y de libros. La natación por la ciudad es en seco, claro: en abierto contraste con el monzón que se desató la misma jornada el año pasado, esta vez, agua sólo la embotellada. A los libreros y firmantes se les ha visto un aire de culpabilidad por desear que no lloviera hoy, con la que (no) está cayendo. Pues bien, con el libro de Sprawson bajo el brazo como inspiración, ha sido cosa de lanzarse a nadar por la ciudad en el mar de gente, visitando casetas y librerías en busca de rostros conocidos y amigos con los que departir un rato, un poco a la manera de otro icono de la natación, Ned Merrill, el personaje de la película El nadador (1968), de Frank Perry, basada en el cuento de John Cheever. Llegar, mirar, saludar (no ha habido cócteles, a diferencia de como recibían a Merrill), un chapuzón literario y a seguir. Así desde la parte alta de la ciudad hasta el mar (donde ya hubiéramos podido nadar de verdad si fuéramos Philip Hoare, que siempre lo hace cuando viene).

Primera parada-piscina, la librería Taifa, ya llena de gente y muchos carritos de bebé: bautizo de libros para futuros lectores. Siguiendo la corriente que lleva hacia la Rambla por la feliz extensión de la Superilla literaria, adelanta a los paseantes haciendo eses un patinete de Glovo que carga una rosa: impagable imagen del signo de los tiempos. También hay rosas callejeras que se pagan con Bizum. Una larga cola de gente en paseo de Gràcia espera para que le firme un ejemplar de En mi bosque interior Solitude of Alanna (en el mundo Natalia Saldaña), uno de esos nombres misteriosos que se cuelan en el who’s who literario. Entre las frases del día, la de una señora que pasa ante una caseta y dice “mira, ahí pone que firma Carmen Mola y hay unos tíos”. Incrustado en la masa de gente en otro sector de firmas populares, un individuo sentencia: “Esto es para verlo de lejos”. Oído también: “¿Tiene uno fácil y cortito?”.

En las casetas de Laie, el librero Lluís Morral uno de esos amigos que es como una piscina en un día soleado, resume: “Hoy es para disfrutar, y luego me pegaré una gran cena”. En el otro extremo psicológico, en el puesto de La Central del Raval en Canaletas, otra piscina, el director de la librería, Antonio Ramírez, está estresado, y constipado: “No, no, todo muy bien, de récord, pero dos cosas: hay que acabar con el intrusismo en la Diada, eso de los que se autoeditan firmando por cualquier parte, y, dos, lo de la Superilla hay que mantenerlo, aunque la próxima vez no sea domingo, esto ya no tiene vuelta atrás”.

Por el camino, nadando, libros que se te quedan en la retina, Cómo reducir tu huella de carbono, Atención con la infección… Pedro Zuazua firmando detrás de un gato. Ves a Pilar Rahola firmando en una mesa compartida con Mitologia dels països catalans, la caseta de Ciudadanos en un chaflán de rambla de Catalunya junto a la de la Cruz Roja parece también sugerir asociaciones. A Alice Kellen ya ni la ves porque es imposible ni acercarse al puesto de la Fnac donde firma y ante el que se acumulan centenares de personas. “Llevo cuatro horas de cola”, sostiene una chica pertrechada con Los abrazos lentos, de otra star de la firma hoy, Elísabet Benavent. “¿A qué pensabais que venías?”, riñe un padre convertido en sargento de hierro a unas chicas llorosas por el cansancio y las apreturas. Un rosero vocea “¡una por cuatro, tres por diez!”.

Amigos y locuras

En la librería de naturaleza Oryx, otra piscina, los autores firman a cuatro manos ejemplares de Els amfibis dels Països Catalans, ¡más madera, es la guerra! A las 14.30, en la caseta de La Central Mallorca, Javier Cercas, en mangas de camisa, firma, debate con la gente, se deja hacer selfies, y vuelve a firmar: un profesional. En la caseta en la puerta de la librería Altaïr (piscina), Tito Vivas firma su libro sobre Tutankamón vestido como si estuviera de excavaciones. Dentro, con la tienda abarrotada, Pep Bernadas constata: “Es un día muy especial”. Otra zambullida obligada es en el chaflán-rosaleda de Au nom de la Rose, con sus flores dignas de Eco, de Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Hay una larga cola en la puerta de la librería Finestres: para entrar hay que esperar a que otros salgan. ¡Cola en las librerías!: ¡esto es Sant Jordi!

En la puerta de Alibri, piscina felizmente salvada, el teniente de alcalde de Cultura, Jordi Martí, se deja recomendar un libro para su pareja nadadora: El nadador como héroe, efectivamente. Se aleja en busca de una regidora de Bogotá. En el crawl entre la multitud ha sido imposible localizar otros amigos, otras piscinas: Julia Navarro, Josep Maria Fradera, Ignacio Martínez de Pisón… La tarde se cierra en la deliciosamente oscura piscina de Gigamesh, librería de vicio y subcultura. El librero Lluís Salvador hace las veces de portero dosificando la entrada. Los frikis se le amontonan. “Una locura”, sintetiza con el conocimiento de causa de quien ha leído todo Philip K. Dick y Lovecraft. Cuando crees que no te queda nada por ver, te topas por la calle con Àngel Llàcer vestido de tía (tiene función de La jaula de las locas aquí enfrente, en el Tívoli). No lleva libro, pero tiene un aire de Esther Williams.

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