Un periodista colaboracionista que sobrevivió en la Barcelona de Franco

Un libro reconstruye a través de recortes de prensa y testimonios inéditos la historia de Fernand-Joseph Sautès, simpatizante de los nazis que huyó de Francia al final de la Segunda Guerra Mundial

Tropas españolas desfilan por las calles de Barcelona durante la parada militar organizada con motivo del tercer aniversario de la conquista de la ciudad, el 27 de enero de 1942.CARLOS PEREZ DE ROZAS (EFE)

Cuando el 13 de julio de 1945 el colaboracionista francés Fernand-Joseph Sautès fue condenado a muerte por traición, hacía casi un año que este olvidado activista de extrema derecha vivía en Barcelona. Residiría en la ciudad casi tres décadas más. Sautès había sido y sería un periodista reaccionario de segunda, pero la reconstrucción de su olvidada trayectoria permite vislumbrar un lado oscuro de la historia europea del siglo XX: la trama de relaciones entre el fascismo francés y el ...

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Cuando el 13 de julio de 1945 el colaboracionista francés Fernand-Joseph Sautès fue condenado a muerte por traición, hacía casi un año que este olvidado activista de extrema derecha vivía en Barcelona. Residiría en la ciudad casi tres décadas más. Sautès había sido y sería un periodista reaccionario de segunda, pero la reconstrucción de su olvidada trayectoria permite vislumbrar un lado oscuro de la historia europea del siglo XX: la trama de relaciones entre el fascismo francés y el primer franquismo durante la Guerra Civil y los años de la ocupación nazi.

Las huellas que dejó las ha recopilado Xavier Juncosa en archivos y hemerotecas. Los ocho años que ha dedicado a desempolvar al personaje los acaba de dar a conocer en el volumen Fernand-Joseph Sautès. Periodisme i extrema dreta entre la França col.laboracionista de Pétain i l’Espnya de Franco (Col·lecció Nèmesi Història) que reproduce prensa de la época y centenares de documentos inéditos. Son cartas a gerifaltes del régimen, informes del contraespionaje francés, procesos judiciales, decenas de artículos antisemitas o entrevistas al Ramón Serrano Suñer todopoderoso o al mariscal Pétain que gobernaba en Vichy. La investigación es gigantesca y la conclusión clarificadora: Sautès fue uno de tantos hijos nacidos del huevo de la serpiente y su incubadora, la contrarrevolución española.

Entrevista de Fernand-Joseph Sautès a Serrano Suñer en el diario 'Gringoire', del 17 de octubre de 1941.Servicios de información franceses

“Nosotros mantenemos, aquí también, el buen combate por la misma causa”. En febrero de 1937 así se presentaba por carta a un dirigente del protogobierno franquista. La causa era el reaccionarismo monárquico como alternativa a la democracia liberal y él la defendía con vehemencia desde el periodismo tras un proceso de radicalización propio de aquel tiempo.

Nacido en 1898, cerca de la ciudad de Perpiñán, Fernand-Joseph Sautès era hijo de un comerciante de vino que simpatizaba con la causa monárquica. Antes de cumplir los 20 fue voluntario en la Primera Guerra Mundial y en el frente italiano sufrió un ataque con gas. Durante la posguerra, ese joven de carácter impulsivo y vehemente, además de pedir una pensión como excombatiente, se radicalizó. Primero vivió en las cercanías de París, cada vez más comprometido con el principal foco de irradiación reaccionaria de su país: la Action Française, que desde los años veinte también irradiaba en Madrid, Bilbao o Barcelona. Al regresar al sur de Francia, Sautès se integró en los grupos de acción de ese movimiento y empezó a colaborar en sus órganos regionales de difusión.

Su sintonía con el golpe contrarrevolucionario español era absoluta. Comparte ideología e imaginario con los enemigos de la República. Así queda claro desde el primer artículo que dedica a la Guerra Civil. Está la España del Frente Popular, financiada por el Komintern soviético, y está la del Cid y Teresa de Ávila, que simbolizan lo mejor de sus “hermanos de raza”. La raza es la de los latinos frente a judíos y comunistas.

Sautès escribía en francés, hablaba en catalán y comprendía el español. Empezó a destacar de veras a principios de 1939, al contar la derrota republicana, entrevistar a autoridades del nuevo régimen y publicar en el medio clásico de la extrema derecha francesa. Cuando se vio en la portada de Action Française, orgulloso, Miquel Mateu —empresario del círculo de confianza de Franco, alcalde franquista de Barcelona y después embajador en Francia— descubre a quien será su periodista de cabecera en Francia. La relación con ese influyente millonario será clave en la vida de Sautès.

La familia Mateu era propietaria del periódico decano de la prensa barcelonesa: el Diario de Barcelona. Decantado hacia posiciones reaccionarias durante la Segunda República, reapareció en noviembre de 1940 y Sautès sería uno de sus corresponsales. Aunque firmaba sus crónicas desde Vichy —capital del estado presidido por el mariscal Pétain, un estado mucho menos títere de lo que hemos pensado—, las redactaba en su casa del Rosellón. Su primera interpretación de la derrota francesa era contundente: “Nosotros hemos tocado las consecuencias de 70 años de democracia burguesa”.

Los vasos comunicantes entre ese franquismo y el reaccionarismo francés son mucho más intensos de lo que pensamos. Sautès lo evidencia. Durante ese período también fue una firma regular de una de las tribunas más populares del colaboracionismo: el semanario Gringoire. El historiador Juncosa analiza con detalle esta publicación que había apoyado al franquismo durante la Guerra Civil —todo tipo de reportajes y viñetas— y que se comprometió con la política de Vichy durante la ocupación.

El periodista Sautès era una pieza de esa política editorial, dedicado básicamente a informar sobre la España franquista. Esa posición le permitía acceder a los círculos de poder colaboracionista francés, lo que daba mayor calidad a los artículos que publicaba en España. Aquí destacaba por entrevistar a Pétain o al intelectual Charles Maurras —su maestro— y allí por publicar entrevistas en Gringoire con Serrano Suñer o escribir reportajes sobre la España que, según él, renacía gracias a la política del franquismo.

Del periodismo a la política solo hay un paso. Y lo da. Es un publicista del nuevo orden y el poder nazi en Francia le autoriza a cruzar la frontera con frecuencia e incluso a llevar armas de fuego. A este hombre provocador, con la liberación francesa iba a ocurrirle lo mismo que a otros escritores del semanario donde publicaba. Algunos fueron asesinados durante la depuración, otros condenados, pero indultados por De Gaulle y algunos se fugaron de Francia para sobrevivir. Sautès, por ejemplo.

Fotografía de la ficha diplomática de Fernand-Joseph Sautès.CADN, Nantes

El 18 de agosto de 1944, el día que Perpiñán y la región del Rosellón fueron liberadas, Sautès huyó en dirección a España y probablemente ese mismo día ya cruzó la frontera. Lo protege el alcalde Mateu. Al cabo de pocas semanas ya volvía a escribir en el Diario de Barcelona; pero mejor usar un pseudónimo: José Malart. Su temor es que Francia, tras Hitler, sea dominada por Stalin, y la posición de sus artículos no dejará de ser ambigua. Escribe desde Barcelona, donde se ha instalado, y sobre él se había escrito también en la misma ciudad. Notas breves de información como esta del 5 de abril de 1944: “Agente a sueldo de la Gestapo que deberá arrestarse inmediatamente tras el desembarco aliado”. La acumulación de datos como estos prefiguraba la sentencia en ausencia: condenado a muerte por traición.

Durante los años siguientes su nombre siguió apareciendo en las listas de colaboracionistas elaboradas en Barcelona por el espionaje francés. Pero él vivió con cierta tranquilidad, publicando en prensa española y francesa.

A principios de la década de los cincuenta, Sautès pidió que su caso fuera revisado y logró la revocación de la condena a muerte. Incluso logró que le fuese concedida la Legión de Honor como soldado de la Primera Guerra Mundial. Los trámites se solaparon con una desgracia: su hijo, creyente como él en una Francia eterna, se alistó al Ejército francés y murió en combate luchando en Indochina. En 1974, enfermo grave, fue trasladado a Perpiñán. La decisión de la familia era que muriese en el Rosellón. Nadie lo recordó en los periódicos donde escribió. Ni allí ni aquí.

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