Arco mata (y resucita) a Picasso

La feria de arte contemporáneo de Madrid recoge obras que dialogan con el legado del pintor malagueño, en una edición que privilegia la pintura joven y las piezas históricas, y a la que han regresado los precios millonarios

'Aquí murió Picasso', de Eugenio Merino, en el expositor de la galería ADN, durante la jornada inaugural de la feria Arco, en Madrid.Luis Sevillano

Hay muchas maneras de matar a Pablo Picasso. La más literal la ha llevado a cabo Eugenio Merino con su capilla ardiente para el artista malagueño, Aquí murió Picasso, reposando en paz con su inevitable camiseta de rayas en esta obra hiperrealista de 2017, recuperada ahora por la galería ADN, que ha logrado concentrar corrillos de curiosos en la jornada inaugural de Arco este miércoles en Madrid. La alargada sombra del artista, ...

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Hay muchas maneras de matar a Pablo Picasso. La más literal la ha llevado a cabo Eugenio Merino con su capilla ardiente para el artista malagueño, Aquí murió Picasso, reposando en paz con su inevitable camiseta de rayas en esta obra hiperrealista de 2017, recuperada ahora por la galería ADN, que ha logrado concentrar corrillos de curiosos en la jornada inaugural de Arco este miércoles en Madrid. La alargada sombra del artista, en pleno 50º aniversario de su muerte, se detecta en distintos rincones de la feria a través de una serie de obras cáusticas que reexaminan su legado y dialogan con él desde la actualidad, reflejo perfecto de la nueva conversación que su figura suscita en el debate social.

Enfrente del cadáver ideado por Merino, quien revolucionó un Arco ya lejano al criogenizar los restos mortales de Franco, el artista Eugenio Ampudia también se inspira en Picasso en una instalación que recrea los refugios de cuatro metros cuadrados que se usan como habitáculos de emergencia en los campos de refugiados. ¿Por qué Picasso sigue siendo omnipresente? “Es un rebote del aniversario, que nos permite dirigir una mirada distinta que la de hace 50 años”, afirma Ampudia. “No creo que el siglo XX sea el de Picasso, sino el de Marcel Duchamp o Joseph Beuys, que tienen más eco en el arte actual”. ¿Debemos, entonces, matar simbólicamente a Picasso? “No hay que desdeñarlo, pero sí analizar sin tabúes su relación con los otros seres humanos, mujeres como hombres, y reexaminar su estatus de icono del arte. Hoy los artistas ya no nos colocamos en un altar. Yo hablo de igual a igual con las personas, y no sentando cátedra. No es deseable para nadie ser un artista del siglo XX”, responde en el espacio de la galería Max Estrella, que también expone la última obra de Carlos Saura, que se habrá ido a la tumba sin rodar su ansiado biopic sobre el malagueño: un corto sobre los fusilamientos del 3 de mayo que inmortalizó Goya.

'Las mujeres que lloran están enfadadas', serie de fotografías híbridas de la francesa Orlan, este miércoles en Arco, en Madrid.Luis Sevillano

Mientras, la galerista barcelonesa Rocío Santa Cruz ha llevado a la feria 12 fotografías híbridas de la artista francesa Orlan, inspiradas en los retratos que Picasso hizo de Dora Maar. Se titula Las mujeres que lloran están enfadadas, originalmente exhibida en el Museo Picasso de París, que ha iniciado una serie de diálogos entre mujeres artistas y la obra picassiana. Orlan reivindica a “las inspiradoras, las modelos, las musas”, las mujeres que quedaron a la sombra de los grandes maestros. “Picasso no tiene por qué ser un intocable. Es un grandísimo artista, pero también está claro que sus mujeres fueron infelices, y así las retrató muchas veces. Hacer esta lectura no implica menospreciar su genio”, dice Santa Cruz.

A solo unos pasillos, la joven Cristina BanBan (Perrotin), nacida en El Prat de Llobregat (Barcelona) y convertida en la última sensación artística salida de Brooklyn, parece reinterpretar Las señoritas de Aviñón como imágenes de síntesis, tal vez una manera de subrayar su carácter ilusorio. Mientras, el británico Simon Fujiwara (Dvir) también usa la obra de grandes maestros, como Matisse, Courbet o el mismo Picasso, en una serie de risibles pastiches. El que dedicó al malagueño no se expone en Arco: fue vendido solo unas semanas atrás.

“El siglo XX no es el de Picasso, sino el de Duchamp o Beuys, que tienen más eco en el arte actual”, afirma Eugenio Ampudia, uno de los artistas que le dirigen una mirada crítica desde la feria

Picasso está por todas partes y en ninguna. En las galerías dedicadas a la obra histórica, cada vez más abundantes en una feria tan contemporánea como Arco, cuesta encontrar obras firmadas por el pintor, con un par de excepciones: un desnudo de dos mujeres sobre papel de 1960 (en Guillermo de Osma, por 350.000 euros) y una cerámica en forma de cabeza masculina de 1956 (en CarrerasMugica, por 300.000). La galería Leandro Navarro, que suele tener obras de Picasso entre su oferta, no ha llevado ninguna a la feria. “Hay muchas piezas comprometidas para las numerosas exposiciones del aniversario. Son obras que se retienen esperando que adquieran valor tras esta efeméride”, afirma su director, Íñigo Navarro. A falta de picassos, brillan obras de posguerra como las esculturas de miga de pan hechas por Agustín Ibarrola en la cárcel en 1962 (en José de la Mano) o la recuperación de nombres semiolvidados, como Baltasar Cobo o Antoni Clavé, que lleva años impulsando Marc Domènech. “Es necesario ver más allá de las grandes figuras que eclipsaron a todos los que venían detrás y no les dejaron casi ningún hueco”, declara este último, instando también a matar a ese padre llamado Picasso, entre otros nombres estelares.

ARCO, feria internacional de arte de España en Ifema. Stan de El País. Foto: LUIS SEVILLANO | Vídeo: EPV

Como sucedía con el malagueño, Arco toca casi todos los palos, pero la pintura sigue siendo su disciplina predilecta. El medio, siempre predominante, aparece encarnado esta vez en una serie inacabable de talentos pujantes, respondiendo a una tendencia que el mercado conoce como pintura fresca, representada por artistas que optan por las líneas gruesas y los colores saturados, como Paolo Salvador (Peres Projects), Damaris Pan (Ana Mas), Pablo Linsambarth (Patricia Ready), Julio Linares (Ponce + Robles) o la conjunción de pintura al óleo y street art que practican Marria Pratts, Ana Barriga o Aryz (los tres en Mayoral), estrellas en las redes sociales, además de Xie Lei (Marta Cervera), artista chino de 40 años con cierto aspecto de próxima sensación del mundo del arte.

El artista Rogelio López Cuenca defiende el legado de Manuel Borja-Villel en el Reina Sofía a través de una obra concebida como un homenaje contra los ataques que ha recibido

Otros nombres optan por actualizar la figuración a través del lenguaje pictórico de la pintura virreinal y ridiculizando los preceptos de la conquista, del veterano Guillermo Pérez Villalta (Fernández-Braso) a la joven peruana Ivana de Vivanco (The Ryder), pasando por las marionetas poscoloniales y altermundistas de Daniela Ortiz (Àngels Barcelona) o los acordeones de papel de la chilena Sandra Vázquez de la Horra (Senda), que recogen un Génesis alternativo a partir de los mitos de la cultura yoruba. En el estand de la inoxidable Juana de Aizpuru, una obra de Rogelio López Cuenca se refiere a otro debate de actualidad, aunque este sea bastante más local: el controvertido legado de Manuel Borja-Villel al frente del Museo Reina Sofía, que aborda con una obra concebida como una ofrenda en contra de los ataques que ha recibido en las últimas semanas. La pieza lleva esta inscripción en italiano: “Tampoco hay que matar a tanta gente para que todos callen”.

Por su parte, la galería valenciana Luis Adelantado recoge el trabajo en vídeo de Ana M. Reig sobre la cultura de TikTok en el barrio madrileño de Las Tablas y los perturbadores pentimentos de brocha gorda de Rubén Guerrero, mientras que la sevillana Alarcón Criado expone una obra de Irene Infantes realizada con lana merino y otra de Bernardo Ortiz que se sirve de artilleras, dos ejemplos de los formatos textiles, cada vez más habituales en esta feria. Además, recupera una obra de los ochenta, llena de equívocos semánticos, a cargo de Pedro G. Romero, uno de los comisarios asociados al programa Mediterráneo, un mar redondo, que observa las escenas artísticas de los países de sus orillas norte y sur. Una serie de pregones en directo irán sonando durante toda la feria. El primero, a las 12 del mediodía, fue a cargo de Niño de Elche.

Una obra de Georg Baselitz de 2020 en el expositor de la galería Thaddaeus Ropac, una de las primeras grandes ventas de Arco al ser adjudicada este miércoles por 1,5 millones de euros.Luis Sevillano

Adquisiciones de envergadura

La feria, que este miércoles ha dado la bienvenida solo a los profesionales en los habituales pabellones de Ifema, abrirá sus puertas al público general el sábado y el domingo, cuando llegará la hora de hacer un balance que, en esta ocasión, todo el mundo estima que será positivo. En cualquier caso, las primeras horas de la jornada inaugural fueron prometedoras. Se respiró en ellas un ambiente prepandémico y se produjeron adquisiciones tempranas de mucha envergadura, algo que no se veía desde 2020.

Por ejemplo, la galerista y coleccionista Helga de Alvear compró un espectacular lienzo de Georg Baselitz en el expositor de Thaddaeus Ropac por 1,5 millones de euros y también una escultura de Juan Muñoz, por 800.000 euros, ofertada por el poderoso David Zwirner, que regresa a Arco tras años de ausencia (el de Muñoz es uno de los nombres omnipresentes en la feria y más allá: la Sala Alcalá 31 de Madrid le dedica estos días una gran exposición). Vuelven a abundar los precios millonarios por primera vez desde el inicio de la pandemia: una obra de Eduardo Chillida por 3,7 millones de euros (CarrerasMugica), otra del mismo escultor por 2,4 millones (Guillermo de Osma), un lienzo de Miró de 1960 por 2 millones (Mayoral), otro del pintor catalán por 1,6 millones (Leandro Navarro), una pieza mural de Robert Rauschenberg por 1,7 millones (Ropac) y un Juan Gris por 1,3 millones (también en Navarro).

El recuerdo traumático de Arco como hospital de guerra durante el pico de infecciones de la covid ya ha quedado olvidado. O, por lo menos, reprimido

Otras destacadas galerías internacionales, como la citada Perrotin, Chantal Crousel, Mendes Wood, Lelong o la berlinesa Capitain Petzel, también participan este año en Arco (además de la ucrania Voloshyn, por primera vez). En realidad, todo son señales de una vuelta rotunda a la normalidad, hasta el punto de que ya nadie habla de la pandemia, como sucede más allá de este recinto. El recuerdo traumático de Arco como hospital de guerra durante el pico de infecciones de la covid, hace casi tres años, ya ha quedado olvidado (o, por lo menos, reprimido). Esta vez, 211 galerías de 36 países se han desplazado a Madrid (en 2022 fueron 185 de una treintena de lugares) y se espera la asistencia de unos 400 coleccionistas de primer nivel, muchos de ellos latinoamericanos. La gradual oleada de empresarios acaudalados que llevan años instalándose en Madrid, calificada en algunos medios internacionales como “un nuevo Miami”, ha provocado un considerable impulso adquisitivo en torno a Arco.

La otra novedad de esta edición es la desaparición del apartado dedicado a las mujeres artistas. La directora de la feria, Maribel López, aseguró que ya no lo considera necesario, puesto que las galerías ya han integrado la igualdad de manera instintiva y porque la distinción entre hombres y mujeres le resulta “binaria y reductora”, al no ser lo suficientemente inclusiva para los artistas que no se definen ajustándose a esas categorías. En esta edición, 15 de los 20 proyectos individuales que se exponen en la feria está firmados por mujeres, aunque su proporción en los pasillos de la feria no parecía mayoritaria. Los últimos datos disponibles son de 2018, cuando menos del 20% de los artistas presentes en Arco fueron mujeres.

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