‘Achille in Sciro’ sale por fin del armario
El Teatro Real estrena con un éxito clamoroso la simbólica producción de Francesco Corselli que fue cancelada por el estado de alarma del covid-19
Esta crítica tendría que haberse publicado hace exactamente dos años y once meses. Pero el estreno en el Teatro Real de Achille in Sciro (o Aquiles en Esciros), de Francesco Corselli, fue suspendido por el estado de alarma decretado para afrontar la terrible emergencia sanitaria del coronavirus. La voz de Iñaki Gabilondo lo recordaba el pasado viernes, 17 de febrero, pocos minutos antes de alz...
Esta crítica tendría que haberse publicado hace exactamente dos años y once meses. Pero el estreno en el Teatro Real de Achille in Sciro (o Aquiles en Esciros), de Francesco Corselli, fue suspendido por el estado de alarma decretado para afrontar la terrible emergencia sanitaria del coronavirus. La voz de Iñaki Gabilondo lo recordaba el pasado viernes, 17 de febrero, pocos minutos antes de alzarse el telón: “Los decorados y todos los elementos escenográficos de esta producción permanecieron montados durante tres meses en el escenario vacío del teatro vacío, como testigos mudos de una circunstancia extraordinaria y dramática”.
La dirección artística del Teatro Real ha conseguido recomponer casi todos los elementos de aquella nueva producción que fue ensayada, en 2020, hasta el pregeneral. Con cinco funciones en lugar de las ocho previstas entonces, y con un solo reparto en lugar de dos, esta recuperación española de una de las principales óperas estrenadas en la corte de Felipe V, en diciembre de 1744, es un evento memorable. De hecho, la obra tan solo había sido representada en Dallas, en 2018, por iniciativa del director de orquesta e hispanista Grover Wilkins.
Achille in Sciro, de Corselli, llega al coso madrileño en una coproducción internacional con el Theater an der Wien, y a partir de la acreditada edición crítica del musicólogo Álvaro Torrente, responsable del Instituto Complutense de Ciencias Musicales. Cuenta con la dirección escénica de Mariame Clément y la musical del titular del Teatro Real, Ivor Bolton, reconocido especialista en música antigua y uno de los principales impulsores del proyecto. Pero también con un conjunto especializado en el foso, la Orquesta Barroca de Sevilla, y un importante reparto sobre el escenario encabezado por el contratenor Franco Fagioli, al que una inoportuna enfermedad impidió cantar el día del estreno.
Francesco Corselli (o Francisco Courselle) fue un modelo de la dimensión internacional que tuvo la ópera italiana en el siglo XVIII. Un músico nacido en Piacenza (Italia), hijo del maestro de danza francés de Isabel de Farnesio, Charles Courcelle, que terminó convertido en auténtico factótum musical en la corte española, desde 1733 y durante casi cincuenta años. Achille in Sciro forma parte de la trilogía de óperas de corte que compuso, a partir de libretos de Pietro Metastasio (junto a Alessandro nell’Indie y Farnace), para celebrar las bodas reales de dos hijos y una hija de Felipe V e Isabel de Farnesio en el Coliseo del Buen Retiro. Eventos que pusieron a la corte española al nivel de otras europeas en el uso de la ópera italiana como representación política de la monarquía.
Ello explica que el libreto original de Metastasio modificase su final para adaptarlo a las circunstancias. La ópera termina con un coro laudatorio de la monarquía española, algo que la dirección de escena de Mariame Clément utiliza con acierto, al convertir en figurantes a los reyes de España y su hija María Teresa Rafaela junto al delfín Luis de Francia. Vemos a la infanta, representada por la actriz Katia Klein, en escena durante casi toda la ópera, que se convierte para ella en una suerte de éducation sentimentale. Llega incluso a interactuar con los personajes de esta historia centrada en el joven Aquiles travestido y recluido por su madre en el gineceo de la isla de Esciros, con el fin de evitar su destino heroico y fatal en la Guerra de Troya. Una mezcla de elementos trágicos y cómicos, de confusión de identidad y ambigüedad sexual.
Esta propuesta queer se remonta a los inicios del género en los teatros públicos venecianos del siglo XVII (La finta pazza), pero resulta bastante llamativa en el ámbito de la ópera seria del XVIII. Torrente explica, en el programa de mano, cómo el libreto evita los elementos trágicos convencionales y desarrolla el drama en el interior del alma de Achille: un conflicto entre la dulzura de su vida amorosa travestido como damisela con la princesa Deidamia y el ardor guerrero provocado por Ulises para recuperar su verdadera identidad masculina.
Clément utiliza con maestría todo el potencial teatral de la partitura de Corselli. Su brillante y dinámica dirección de actores en los recitativos trasciende las arias que nunca resultan estáticas ni aburridas. Es verdad que su dinamismo a veces se topa con la amplia y rocosa escenografía de Julia Hansen, que impide escuchar con claridad a los cantantes. No obstante, el principal acierto de esta producción lo encontramos en la dirección musical de Ivor Bolton que mostró, desde el clave y al frente del Monteverdi Continuo Ensemble, cómo el éxito de una ópera dieciochesca reside en la teatralidad del acompañamiento de sus recitativos.
La Orquesta Barroca de Sevilla empezó algo embarullada en la obertura, aunque consiguió resaltar las muchas virtudes musicales de esta ópera. Y especialmente en los dos últimos actos. Bolton alteró el registro de algún cantante (Nearco fue un tenor), mantuvo buena parte de los da capo, recortó muy levemente los recitativos, suprimió tres arias del tercer acto y alteró el orden del segundo para llegar al descanso con el aria de Achille, Potria fra tante pene, una de las más bellas de la ópera.
Al frente del reparto cantó, como Achille, Gabriel Díaz sustituyendo in extremis a Franco Fagioli. Fue todo un reto para el joven contratenor sevillano que se enfrentó con enorme valentía y solvencia a siete arias escritas para una tesitura demasiado aguda para su instrumento. Algunas tan atractivas como Tornate sereni, a pesar de la dudosa idea de amplificar el salterio o de incluir castañuelas. Pero Díaz brilló especialmente en los recitativos, donde construyó un personaje admirable, tan histriónico como impulsivo.
Su enamorada Deidamia fue la soprano italiana Francesca Aspromonte que brilló, después de la referida Tornate sereni, en el recitativo accompagnato y en el aria Chi può dir, que contó con el solo de violín algo desmadejado de Bojan Čičić. Sin duda, la gran triunfadora de la noche fue la soprano navarra Sabina Puértolas como Teagene, que imprimió garra y virtuosismo a sus tres arias y, en especial, a Con tromba d’or que contó con la resuelta trompeta solista de Bruno Fernandes.
Del resto del reparto destacó el compacto y musical Ulisse del contratenor británico Tim Mead, un viejo conocido del público del Teatro Real, donde cantó La Calisto en 2019. El bajo lírico Mirco Palazzi fue un excelente rey Licomede, un difícil papel que Corselli escribió para el famoso Antonio Montagnana. Por lo demás, el tenor Krystian Adam resultó convincente como Arcade, Juan Sancho aportó más brillantez actoral que vocal a Nearco y el Coro Intermezzo fue de menos a más. Achille in Sciro ha salido por fin del armario para encarar su destino, pero tanto el personaje como la partitura musical atesorada en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid. Sigamos recuperando nuestro patrimonio.