Muere la actriz Gina Lollobrigida, icono del cine italiano, a los 95 años
La intérprete de ‘Pan, amor y fantasía’ y ‘Salomón y la reina de Saba’, entre otras películas, saltó a la fama a mitad del siglo pasado por su belleza y participó en más de 60 filmes. Ella misma decidió alejarse de las pantallas
La actriz italiana Gina Lollobrigida ha muerto este lunes a los 95 años, ha comunicado la agencia italiana de noticias Ansa. La intérprete de Pan, amor y fantasía, Salomón y la reina de Saba o Notre Dame de París, entre otras películas, saltó a la fama a mitad del siglo pasado y participó en más de 60 filmes, bajo la dirección de Luigi Comencini, Carol Reed, John Huston o King Vidor; y junto a estrellas de la talla de Humphrey Bogart, Frank Sinatra o Marcello Mastroianni.
Luigia Lollobrigid...
La actriz italiana Gina Lollobrigida ha muerto este lunes a los 95 años, ha comunicado la agencia italiana de noticias Ansa. La intérprete de Pan, amor y fantasía, Salomón y la reina de Saba o Notre Dame de París, entre otras películas, saltó a la fama a mitad del siglo pasado y participó en más de 60 filmes, bajo la dirección de Luigi Comencini, Carol Reed, John Huston o King Vidor; y junto a estrellas de la talla de Humphrey Bogart, Frank Sinatra o Marcello Mastroianni.
Luigia Lollobrigida nació en Subiaco (en el centro de Italia), el 4 de julio de 1927. Su padre poseía una fábrica de muebles que quedó arrasada en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. En 1947, con 20 años, se mudó a la cercana Roma, donde comenzó a estudiar Bellas Artes. Según explicaba en la biografía de su propia web oficial, ella era la “privilegiada”, ya que mientras se instruía en arte y lírica gracias a una beca, su familia de “refugiados” vivía en una única y pequeña habitación y “comía lo poco que lograba recoger”.
El trampolín al mundo del espectáculo se produjo a su llegada a la capital italiana. Primero posó como modelo gracias a su belleza y a su cuerpo: fue uno de los mejores ejemplos de la ola de actrices italianas de bustos exuberantes. Participó en el concurso de Miss Roma, en el que quedó segunda, y después fue invitada a la final de Miss Italia, en la que finalmente triunfó Lucía Bosé, y Lollobrigida logró el tercer puesto. Lo suficiente para que varios directores se fijaran en ella y empezara a encarnar pequeños papeles en los míticos estudios de Cinecittà, en películas como El elixir del amor o Il delitto di Giovanni Episcopo. El excéntrico millonario, pionero de la aviación y productor Howard Hughes le ofreció trabajo en Hollywood; Lollobrigida lo rechazó en lo profesional y lo personal: se casó con un médico yugoslavo, Milko Škofič, con quien tendría un hijo y de quien se divorciaría en 1971. Como dijo años después en sus memorias, Lollobrigida se hizo a sí misma, no necesitó a ningún productor que catapultara su carrera, y ni siquiera los buscó: “No quiero depender de nadie. Quiero que mi vida se base solo en mí misma”. Tres años más tarde, Hughes volvió a la carga y la actriz aquella vez sí voló a Hollywood. De paso, nació el mito de La Lollo.
Pero no duró ni dos meses. Hablaba poco inglés, se sentía permanentemente vigilada (algo que cualquier actriz a las órdenes de Hughes sufría) y regresó a Roma. Entonces, su carrera se centró en el cine italiano y en las grandes producciones estadounidenses que se rodaban en Europa. Vivió 20 años espectaculares, hasta que se cansó de los roles que le ofrecían. Eso sí, durante su trayectoria, actuó en más de 60 películas, además de varias obras de teatro y series de televisión, convirtiéndose en uno de los iconos de las actrices italianas. Asimismo, ganó cinco premios David di Donatello, los Oscar del país trasalpino: tres por distintos trabajos y dos de honor.
Si Luigi Zampa supo sacarle partido en Renunciación (1949) y hacer que sus compatriotas la conocieran, fue Fanfán el invencible, de Christian-Jaque, la película de época que filmó junto a Gérard Philipe (mito que falleció con tan solo 37 años, en el apogeo de su carrera), el título que la popularizó por toda Europa. Era su momento: luego, con Luigi Comencini en la dirección y Vittorio de Sica de compañero, rodó Pan, amor y fantasía (1953) y Pan, amor y celos (1954), cine popular de calidad; con Zampa repitió en La Romana (1954) y se ganó un apodo al hacer honor al musical romántico La mujer más guapa del mundo (1954), de Robert Z. Leonard, en la que encarnaba a Lina Cavalieri, reina del music hall italiano de inicios del siglo XX.
A la vez, participó en los grandes rodajes estadounidenses en Europa. Como Trapecio (1956), de Carol Reed, junto a Tony Curtis y Burt Lancaster, que justo había empezado en el mundo del espectáculo en los circos. O Notre-Dame de París (1956), nueva versión de la novela de Víctor Hugo, en la que Lollobrigida encarnaba a Esmeralda y Anthony Quinn a Quasimodo, el jorobado que habitaba en la torre de la catedral de París. O la desgraciada Salomón y la reina de Saba, de King Vidor, filmada en Madrid, cuyo rodaje se paralizó cuando murió su protagonista, Tyrone Power. A las pocas semanas se empezó de nuevo, con Yul Brynner como sustituto. También estuvo en proyectos de mayor calidad artística, como La burla del diablo (1953), de John Huston, en la que compartió cartel con Humphrey Bogart y Jennifer Jones… y en la que no logró entenderse con Huston.
En pocos años, de 1959 a 1965, enlazó rodaje tras rodaje: Cuando hierve la sangre (drama bélico de la II Guerra Mundial en la selva de Birmania), con Frank Sinatra y Steve McQueen; La ley, de Jules Dassin, con Yves Montand y Marcello Mastroianni; el drama Desnuda frente al mundo, con Anthony Franciosa y Ernest Borgnine. Con Rock Hudson coprotagonizó las comedias Cuando llegue septiembre y Habitación para dos. Además, en La venus imperial (1962) dio vida a Pauline Bonaparte, la hermana del emperador Napoleón; en el thriller La mujer de paja tuvo de compañero a Sean Connery; en Pensión a la italiana, a Jean-Paul Belmondo, y en Buona sera, señora Campbell su personaje recibía la visita de tres soldados (Telly Savalas, Peter Lawford y Phil Silvers) que creían ser el padre de su hija, Gia. Ese es el argumento que décadas después se repitió en Mamma Mía!
En 1971 rodó, dirigida por el mítico Eugenio Martín, El hombre de Río Malo, junto a James Mason y Lee van Cleef; al año siguiente, El salto del tigre, dirigida por Jerzy Skolimowski, con David Niven, y en 1973, No encontré rosas para mi madre, de Francesc Rovira-Beleta, junto a Danielle Darrieux, además de una miniserie de televisión en la que Luigi Comencini adaptó Pinocho. Desde ese momento, decidió dedicarse a la fotografía, a llevar a cabo algunos reportajes periodísticos y a la escultura. Se había hartado y volvió a sus amadas bellas artes, logrando además cierta reputación como artista, de alguien que sí tenía algo que expresar. Solo volvió a la pantalla en una muy publicitada y extrañamente corta (cinco episodios) aparición en la serie Falcon Crest (1984). Retornaría a la televisión con Vacaciones en el mar, y, finalmente, Agnès Varda la reclutó para una breve aparición en Las cien y una noches (1995). En 1997, declaró a EL PAÍS: “Lo mejor de mí está aún dentro de mí. Visto el cine que se hace ahora, es difícil pensar que podré darlo”. Y explicaba su retiro: “Las actrices actuales sufren, como yo misma, un mal general, el de la falta de imaginación, la escasez de papeles buenos”.
Vida sentimental y política
De manera paralela, su vida privada siempre ha sido noticia. Lollobrigida mantuvo una relación con el empresario español Javier Rigau, 34 años más joven que ella. La actriz terminó denunciándolo por estafa y falsedad documental por el matrimonio “por poderes” que contrajeron en 2010, aunque Rigau fue absuelto en marzo de 2017.
Por otro lado, la familia de Lollobrigida intentó durante años inhabilitarla por ceder gran parte de su patrimonio a su inseparable secretario, Andrea Piazzolla, de 34 años. El joven, tal y como pedían los familiares de la artista y la fiscalía de Roma, tiene pendiente ser juzgado, acusado de dilapidar el patrimonio de la diva, “aprovechándose de su avanzada edad y de su estado psíquico”.
En 2022, el mito del cine italiano probó suerte en la política y se presentó como candidata al Senado en las elecciones generales que se celebraron en el país trasalpino el 25 de septiembre. La diva aseguró al hacer oficial su candidatura que se lanzaba a esta aventura electoral porque estaba cansada de contemplar cómo “los políticos discuten entre ellos sin llegar nunca a ningún lado”. “Mientras tenga energía, la utilizo para cosas importantes, especialmente para mi país”, explicó. No logró el escaño, aunque de nuevo demostró que sobre su vida solo mandaba ella, La Lollo.